Antes de que Felix Baumgartner protagonizase el spot más caro de la Historia, hubo un auténtico astronauta austriaco: Felix Viehböck. Esta es su historia.
2 de Noviembre.- Viena. Julio de 1987. La capital austriaca yace junto al Danubio, aplastada por el calor centroeuropeo usual en estas fechas. La calma chicha del verano se rompe por la visita del presidente del consejo de ministros de la Unión de Repúblicas Socialistas soviéticas, camarada Nikolai Ivanovich Rishkov –hoy, por cierto, diputado de la Duma-. El señor Riskov, caballero absolutamente traslúcido, típico personaje de la burocracia moscovita, le hace saber “a la Gobierrrrna austrrrriaca” que la URSS estaría interesada en contar con “austrronauto para missiona espasial en la estasion MIR”.
A las altas magistraturas de la Nación Austriaca, se les hace el chichi pepsicola (con perdón) ¡Un austriaco! ¡Astronauta! ¡En la MIR! (Caballeros, por fin contamos para algo en el mundo). Sin embargo, con la prudencia típica centroeuropea, “la Gobierrna austriaca” se guarda mucho de exteriorizar el comprensible entusiasmo y solo se sientan las bases para que puedan llevarse a cabo unas conversaciones bilaterales entre un grupo de expertos, para decidir sobre la viabilidad del proyecto. Estas conversaciones se llevan a cabo bajo las primeras nieves del invierno moscovita, en octubre de 1987.
A los componentes de la delegación austriaca, se les da un garbeo por la entonces blindada capital del imperio soviético, se les enseña el metro (“otrrras siudades del munda tienen metrro, nosotrras tenemos palasio”), se les da vodka para desinhibirles y, los más lanzados, incluso es probable que probasen (con el visto bueno del Gobierno respectivo) el hospitalario seno de algunas ciudadanas moscovitas escogidas. Camarrada, todo por el patrria.
El 11 de octubre de 1988 –estamos a menos de un año de que el muro de Berlín deje de incordiar- los respectivos jefes de Gobierno (Vranitzky por Austria y el mencionado Nikolai Ivanovitch por parte de los bolcheviques) inician la primera ronda de conversaciones. En abril, ya se ha abierto un proceso público de admisión de candidatos a volar al espacio.
El 24 de Noviembre, se firma el correspondiente acuerdo bilateral. Mientras tanto, el progreso de selección de candidatos, a cuya llamada han acudido 110 aspirantes, progresa primorosamente. A los aspirantes a elegido para la gloria se les piden pocos requisitos: que tengan una edad máxima de cuarenta castañas, que sean austriacos de nación y una formación científica. Una vez admitidos al proceso, se les practican toda serie de pruebas médicas y se les vuelve del revés como a un calcetín. Sólo deben quedar los más aptos.
Tras varias rondas de eliminación, se somete a un número cada vez más reducido de candidatos a diferentes judiadas (dicho sea sin pretender faltar a la corrección política). La final de esta particular Operación Triunfo se celebra en Moscú y de ella salen dos candidatos por la parte austriaca: nuestro amigo Herr Viehböck y Clemens Lothaler, los cuales reciben la noticia en enero de 1990 mientras, con la cara de ajo que distingue a los astronautas y a los ciclistas que aspiran a coronar el Tourmalet, asisten por televisión al progresivo derrumbe de lo que, hasta hacía poco, parecía un frigorífico de hormigón inexpugnable.
Tras un agotador periodo de formación de más de un año, Viehböck es asignado a una misión en la que parte junto con los cosmonautas soviéticos Anatoli Arzebarski y Toktar Aubakirov. El cohete Sojuz despega del cosmódromo de Baikonur el 2 de Octubre de 1991. El bueno de Viehböck pasa siete días y 22 horas en el espacio, durante los cuales está muy ocupado haciendo diferentes experimentos. El día 10 de Octubre, Herr Viehböck aterriza, sano y salvo, en Kazajistán.
La Unión Soviética se descompone por momentos y Viehböck pasa la consiguiente resaca histórica dando conferencias durante dos años por encargo del Gobierno austriaco sobre su experiencia espacial. Después, aprovechando los acontecimientos del otro lado de los Urales, la superpotencia sobreviviente ficha a Viehböck y le pone a trabajar en Rockwell (hoy, Boeing). Pasado el tiempo, Viehböck vuelve a la patria austriaca y en la actualidad trabaja en la empresa de producción de artículos metálicos Berndorf AG.
El Doctor Viehböck tiene, por cierto, cuatro hijos, tres varones y una niña, la cual nació mientras papá estaba sometido a las perversas radiaciones del espacio exterior.
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