Viena-Barcelona und zurück (3): La montaña sagrada

Patio
A.V.D.

 

Montserrat. La montaña sagrada. La residencia en la tierra de la Diosa. Lugar en el que Dios se manifiesta en lo imposible. Fe. Surrealismo.

3 de Noviembre.- (Escrito el 19 de Octubre) Hace años, cuando yo era niño, se montó un escándalo porque Javier Gurruchaga hizo una parodia en la que la Virgen de Montserrat sostenía en su regazo a Jordi Pujol. Dejando aparte el dudoso gusto del sketch, yo creo que la broma fue irritante para mucha gente porque Montserrat representa un símbolo de ciertas esencias a las que, de otro modo, no se podría dar peso ni volumen.

El mismo viaje desde Barcelona has La Montaña tiene algo de rito de iniciación. Un largo trayecto en cercanías a través de un eterno extrarradio en el que el paisaje ha abandonado su condición propicia para convertirse en un totum revolutum. Algunos huertecillos cercados por somieres de los de antes del IKEA son lo único que queda de la primitiva inocencia de pueblos como Sant Viçent dels Horts o Can Ros. El tren para en una estación al pie de los riscos de Montserrat desde donde se puede coger el de cremallera que lleva hasta la cumbre de la montaña mágica.

Cuando yo fui, los riscos estaban casi ocultos por penachos de niebla y era hermoso ver cómo el viento los deshacía y el sol trataba de taladrarlos. Ya arriba, el deambular de los turistas está perfectamente calculado. La salida de la estación del tren cremallera ofrece la primera foto. Luego, una escalera larga y empinada que conduce hasta la basílica.

Curiosamente, el complejo de edificios de Montserrat es, actualmente, uno de los productos más acabados de lo que podríamos llamar “Arquitectura No-Do”. Todo el conjunto emite un definitivo perfume a fascismo español. La sobria fábrica, el neobarroco portal, los frescos de la iglesia cuyas figuras presentan la esbeltez típica del art decó pasado por Escrivá de Balaguer.

La de Montserrat es la clásica iglesia de peregrinación. Por un lado, el espacio destinado al culto. A los lados, un pasillo por el que los peregrinos acceden a la imagen. Obras de arte hermosas pero en su mayoría algo inquietantes. Fe. Surrealismo.

Delante de mí, un grupo de señoras con sendas escarapelas de tamaño familiar con la senyera, charlan incesantemente (a pesar de que se pide silencio catorce veces en otros tantos letreros). Al culminar la subida de la primera de las escaleras que conducen a la imagen de la Virgen, las señoras –una de las cuales se llama Remeis– caen en éxtasis: al contemplar una bandera catalana cuya seda jamás acariciará el viento, metia en una urna de cristal tan alta como dos personas normales. Luego, La Moreneta. Las señoras capitaneadas por Remeis se hacen fotos con la imagen, tocando la bola del mundo sobada por tantas manos. Se trata, por cierto, de una sustitución. La mano original de la Diosa de la Montaña se desgastó debido al considerable trasiego de peregrinos.

Yo me acerco a la virgen y, con el corazón algo encogido, le pido que nos mantenga a mí y a los míos como estamos hoy. La Moreneta se encoge de hombros y pide que pase el siguiente.

La petición
A.V.D.

 

El hombre al que le cedo mi puesto, muy serio, se queda mirando a los ojos orientalizantes de la imagen. Luego, con movimientos de enajenado, saca un folio impreso y lo pega al cristal que protege a la Virgen durante un par de larguísimos minutos. Después, sin que nadie pueda ver qué hay escrito en el papel, se lo mete en el bolsillo. ¿Qué habrá pedido? ¿La curación de un enfermo?¿Salud y oportunidades de gol para Messi?¿Trabajo, en esta atribulada España sin fe ni redención posible? ¿Habrá pedido la independencia o, por el contrario, que la Señora vele por la Unidad de los Pueblos y las Tierras de España? Imposible saberlo.

Pero Dios le ha tocado, de eso no hay duda porque, visiblemente confortado, se dirige a la capilla que hay detrás de la imagen para hacerle llegar a la Virgen su acción de gracias.

La hermosura del santuario se sostiene en parte con los óbolos de los peregrinos. Se encienden velones y cirios a tanto la pieza. Los fieles depositan símbolos de cera que representan favores que quieren impetrar. Fuera de la basílica, a una distancia conveniente para que, a pesar de todo, llegue la radiación bienhechora de la Diosa, hay un cuarto pintado de rojo dedicado a los exvotos. Pies, riñones, cabezas, pechos de cera. Fotos de personas para las que se pide favor o intercesión. Trajes de novia colgados en perchas y hasta un cojín en forma de corazón, sintético, por cierto, en el que pone “España”.

Si uno cierra los ojos, puede escuchar el susurro de tantas voces que piden por otros y sentir la fuerza telúrica de lo inexplicable poseyéndole. Dios, más que en otras cosas, se manifiesta en lo imposible.

Lo mismo debe de pensar una monja budista que deambula por el conjunto vestida de rojo y azafrán. De vez en cuando, se para delante de las imágenes de los mártires descabezados y los observa con el rostro indescifrable.

Comemos en un restaurante llamado El Mirador de los Apóstoles. Rancho para los cuerpos exhaustos después de la gimnasia espiritual. Delante de mí, una vieja inglesa trabajándose a brazo partido para que el padre Dios la mande a abrasarse a las calderas de Peter Botero. Mientras un camarero de los de a 800 euros al mes le pone una porción de lasaña, le dice en inglés con voz aguardentosa:

Come on, you stupid, make it today, I´m dying. Will you make it today? You bastard…

Impertérrito, el camarero deja caer un trozo de lasaña en el plato (chof). La vieja poseida avanza en la fila. Fuera, Montserrat, envuelto en niebla, parece una sucursal de Shangri-la. Quizá la última.


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Comentarios

Una respuesta a «Viena-Barcelona und zurück (3): La montaña sagrada»

  1. Avatar de Et mendacem memorem esse oportet
    Et mendacem memorem esse oportet

    Imagino que ahora tendrán bien escondidas las banderas del Terç de Requetés de la Mare de Deu de Montserrat que antes exhibían allí, no sea que alguien empiece a hacerse preguntas incómodas acerca de que los primeros en entrar en Barcelona fueran voluntarios catalanes, que se empieza por eso, y se termina descubriendo que Barcelona fue la provincia que más voluntarios dio a las filas de Franco (y no precisamente charnegos, que estaban más por el socialismo y anarquismo más anticlericales, sino catalanes de pura cepa). No deben de fiarse mucho de la eficacia de la ingeniería social que llevan aplicando tres décadas cuando no se arriegan a confrontar el dogma con los hechos históricos.

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