Por qué hago fotos

Regenbogenparade 2007
A.V.D.

 

Estas navidades, Ainara me dibujó por primera vez, y lo hizo con la cámara al cuello. Todo un síntoma (y una excusa como otra cualquiera para hablar de lo que más me gusta hacer.

13 de Febrero.- Querida Ainara (*): las navidades pasadas, tu padre hizo imprimir unas felicitaciones con tu foto. La imagen que las ilustra es mía y estás, y no es pasión de tío, preciosa en ella. Como ya sabes firmar y deletreas cada vez con más soltura, le pedí a la niña más famosa de internet que me dedicase una tarjeta. Me dibujaste con la cámara al cuello y luego pusiste: “para mi tío Paco, Ainara”.

A todo el mundo le hizo mucha gracia lo de que me hubieses dibujado con la cámara al cuello, y no deja de ser un síntoma de que siempre me ves con ella (bueno, y todo el mundo: muy complicado tiene que ser el sitio o muy mala la luz para que no lleve yo un trasto de hacer fotos conmigo). Creo que soy fotógrafo desde mi infancia más tierna. Al principio, claro, era un fotógrafo sin cámara (mi ojo era la cámara) porque, en mi niñez, las cámaras eran un objeto precioso y carísimo, que tenía que importarse desde paraísos lejanos como Andorra o las Canarias para que resultara un poco más accesible.

Por suerte, tu bisabuelo Paco dibujaba muy bien (un talento natural para la línea y la composición que también ha heredado mi primo Jose, el cual, a su vez, es también un fotógrafo excelente). Así que yo pasé mucas horas aprendiendo, de una forma muy trabajosa, copiando primero, inventando después, a apresar en e papel lo que me parecía hermoso y, por lo tanto, digno de ser conservado.

Hacer fotos para mí, Ainara es, ahora con la cámara como antes con el lápiz, ante todo, eso: demostrarle al tiempo que, al menos en algo, se le puede vencer.

Ringstrasse
A.V.D.

Como todo el mundo sabe, me encanta fotografiar personas. Como motivo, creo que nada puede competir con un rostro o un cuerpo humano. Cualquier cara, ofrece multitud de datos asombrosos a todo aquel que sepa leerlos. Pues bien: al ser Viena una ciudad cíclica, en la que todos los años se repiten más o menos las mismas cosas, es inevitable que, el fotógrafo aficionado, termine fotografiando a la misma gente y, si el fotógrafo (como es mi caso) tiene buena memoria visual, termina siempre reconociendo a esa persona a la que fotografió hace un año o dos (yo me sé de memoria, o casi, mis archivos) y comprobando los estragos del tiempo en aquel cuerpo o en aquella cara que le parecieron suficientemente hermosos como para capturarlos.

Es entonces cuando uno piensa que, en algún lugar, en un disco duro, en un cedé, queda testimonio de que aquella belleza, aquel segundo, aquella gota insignificante en el océano de tiempo de la eternidad, no fue un sueño. Que la belleza existió y, en la foto, perdura, como perduran en esas imágenes crispadas de las películas mudas, las efigies de personas desaparecidas para siempre hace mucho tiempo.

Fotografiar, de esta forma, es también apresar, poseer (los freudianos dirán que, el párrafo anterior, no es más que una descripción del instinto sexual sublimado, pero tendrán qu envainarsela ante los fotógrafos paisajistas o aquellos que fotografían preferentemente lugares decadentes o abandonados). Tomar imágenes es amar intensamente lo que se fotografía, porque solo si se hace la foto con llamémosle cariño, aunque sea algo más que cariño porque es pasión, la foto sale bonita.

Y cuando uno fotografía, lo mismo que aquel niño que sólo dibujaba lo que le apasionaba, uno realiza una labor fundamental: la de la selección. El fotógrafo, y más hoy, en este mundo digital en el que es posible tomar miles de imágenes de cualquier acontecimiento, es un ojo que se queda con unas imágenes y descarta otras. Y eso es algo que nadie puede hacer por él si no quiere que su arte se prostituya o, peor, se aliene convirtiéndose en el reflejo de la sensibilidad de otra persona.

Extenuación
A.v.D.

Por último, en esta carta que ya me está quedando demasiado extensa, te diré que creo firmemente que, en condiciones ideales, el fotógrafo no debe de estar en la foto. Esto es: soy un amante de captar la fugacidad del instante. Me molestan bastante las fotos compuestas (y que se note que lo están). Y te pondré un ejemplo: el otro día, estuve es facilísimo hacer fotos bonitas (porque los bailarines y las bailarinas son personas hermosas cuyo trabajo es, fundamentalmente, crear belleza). Sin embargo, mi foto favorita es la de un chico y una chica, pareja de debutantes que, cuando acabó el ensayo, se abrazaron agotados. Y es una foto que me encanta porque no estoy yo. O estoy solo en el acto de apretar el disparador.

Creo, de todas maneras, que igual debería escribir más sobre fotografía. Quizá lo haga alguna otra vez.

Besos de tu tío.

 (*)Ainara es la sobrina del autor

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