Sus resultados electorales son más modestos que los de la ultraderecha,pero han logrado, en poco tiempo, estar en el gobierno de cuatro bundesländer. Te contamos por qué.
14 de Mayo.- Cuando yo era pequeño, teníamos en casa una vecina que decía siempre “yo soy muy honrá, pero a mí que no me pongan donde haiga”. La frase no deja de rondarme la cabeza estos días.
Las últimas elecciones de este año intensamente electoral en Austria, han traido un momento muy dulce para los verdes (Die Grünen).
Naturalmente, y eso no se le escapa a nadie, son unos días de vino y rosas que han sido propiciados, en gran medida, por los de hiel y cardos de los otros partidos, pero no solamente. La estrategia de Los Verdes de presentarse como el único partido límpio (hasta ahora) de casos de corrupción y de apuntar con su publicidad directamente al corazón de su electorado (algo más mujeres que hombres, entre veinticinco y cuarenta años, urbanitas, con alto nivel adquisitivo) ha dado sus frutos.
Verdes y azules: huevos y castañas
Los verdes son, como todas las izquierdas de este siglo XXI, una masa heterogénea y un poquito contradictoria (¿Quién no es un pelín esquizofrénico?). Se sienten progresistas, pero llevan una vida cómoda y burguesa. Defienden al trabajador, pero son en su mayoría gente que ocupa posiciones medias y altas en la cadena de mando de las empresas. Su mantra es la ecología, pero se mueren por las innovaciones fabricadas en China a un coste medioambiental prohibitivo. Son, en suma, la inteligentsia del país.
Y si los verdes son, como su líder, gente inteligente, guapa,con pasta, y encantada de haberse conocido, parece fácil hacer el juego de colocar frente a ellos a la ultraderecha.
Verdes y azules (según la terminología local al uso) solo guardan una semejanza: ambos ocupan, en la intención de voto, las partes de la campana de Gauss que empiezan a ser modestitas (19% en el caso de la ultraderecha, 15% en el caso de los verdes). Ahí terminan las igualdades.
Un votante típico de los azules podrá reprocharle a los verdes que defiende a los inmigrantes porque solo los ven en reportajes de televisión o en manifestaciones solidarias. Obviamente, el votante azul lucha a brazo partido por el mismo puesto, para el que no se requiere cualificación, que un recién llegado checo, húngaro, rumano o eslovaco. Por otro lado, las élites azúles (por llamarles algo) son personas de nivel intelectual que raya en lo esquemático y es por eso que están mucho menos preparadas para hacer algo que, en la estrategia de los verdes, es un punto fundamental: pactar. Esto explica que, siendo los resultados de los verdes más modestos, hayan conseguido ya responsabilidades de Gobierno en cuatro bundesländer de los siete que tiene Austria. Los azules solo tenían el bastión de Carintia y lo perdieron hace algunas semanas (así te lo contamos cuando pasó).
Da la sensación de que la ultraderecha siempre se sienta a negociar poniendo la testosterona encima de la mesa (y, con ella, un programa maximalista que asusta a eventuales socios de coalición). Los verdes buscan puentes, quid pro quos. Entienden mejor la negociación. El FPÖ, como ya he dicho en otra ocasión, es un partido de hombres articulados alrededor de un macho alfa. Los verdes son un partido de mujeres en este siglo XXI que será de la mujer o no será.
Ingrid Felipe: la nueva estrella de los verdes
La muestra de esto es la señora Ingrid Felipe, nacida Walpoth, de 34 años, que es la cabeza de los verdes en Tirol. En el momento en que escribo esto, la Sra. Felipe está cerrando los últimos flecos para que los verdes se coaliguen con el Partido Popular austriaco en la gobernación de ese Bundesland. Felipe responde al retrato robot típico que yo dibujaba más arriba: mujer, madre separada de un hijo de diez años (el padre, por cierto, dominicano, se llama Felipe y de ahí el hispano apellido de la político), nacida en Hall en un hogar humilde, se ha abierto camino a base de trabajo e inteligencia. A diferencia de muchos de sus compañeros de partido y de otras colegas españolas, ha llegado a la política después de trabajar en la empresa privada. Quienes la conocen dicen que es una mujer lista y eficiente.
A ver si no le da la razón a mi vecina y, cuando pise la moqueta de su despacho en el parlamento regional, no se nos estropea.
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