Madrid, mayo de 2011, personas votando en la Puerta del Sol

15-M, año 13

Madrid, mayo de 2011, personas votando en la Puerta del SolHoy se cumplen dos años de aquel domingo que cambió para siempre la realidad española tal como una vez la conocimos.

 15 de Mayo.- Querida Ainara (*): Hoy se cumplen dos años de aquel 15 de Mayo, domingo, que sacó a muchos españoles a la calle.

A dos años vista, es fácil extraer algunas conclusiones que no se le escapan a quien mire los acontecimientos sin la pasión que presidió aquellos días de un verano que, en Madrid, se anticipa cada año un poco  más.

La primera y creo que la más evidente, que el 15-M supuso, para muchos españoles, un despertar a la política. Segundo, innegable asimismo, que el 15-M fue un despertar (bastante desagradable, por cierto) también para los políticos, los cuales, de pronto, repararon en la existencia de una serie de personas a las que, en buena lógica, nunca deberían haber olvidado. Unas personas que les forzaban, con su insoslayable presencia física en las calles y en las plazas, a tenerles en cuenta. Que les pedía cuentas, que exigía soluciones.

En tercer lugar, se puede decir también que el 15-M fue una flor que murió con aquel verano del 2011, aunque decir que murió quizá no sea lo más preciso para describir lo sucedido. En realidad, el fenómeno inicial, parecido a una bengala que hubiese iluminado una habitación cerrada durante mucho tiempo, se transformó y se convirtió en un nuevo tejido no sé si llamarlo asociativo o reivindicativo, pero que forzó, mediante iniciativas que durante estos dos años han ido de lo ingénuo a lo directamente punk, que la vida nacional, que la política española entera se “quince-emeizase”.

En muchos casos, como el de poner coto a los abusos de los bancos, para bien. En otros, como en la propensión creciente a la demagogia y al populismo, quizá no tanto.

Madrid, 15 de Mayo de 2011. Puerta del sol

El stablishment político español se dio cuenta de que el 15-M estaba ahí, con su intranquilizador ejemplo, y que era un factor que, a partir de aquel momento, tenían que considerar. Cada uno, según Dios le dio a entender. Para intentar capitalizarlo, para intentar minimizarlo, para intentar criminalizarlo, para intentar reirse de él o, directamente, para intentar hacer ver que todo seguía como antes e ignorarlo.

Pero es que ya nada seguía como antes.

Para empezar, la crisis económica que España padece desde el 2008 le ha dado el golpe de gracia al artilugio político que hizo posible el statu quo de los ochenta y los noventa del siglo pasado: una alternancia en el Gobierno de la nación entre una fuerza de centro izquierda (el PSOE) y una fuerza de centroderecha (el PP). Dos bloques políticos que crecieron naturalmente, pero no espontánente, en la operación política perfectamente calculada que sucedió a la muerte del general Franco.

Hoy en día, la fuerza de izquierda se desmigaja rápidamente, porque ni la clase media que la sostuvo durante mucho tiempo (y hoy en franco retroceso) ni la clase obrera que sería su caladero de votos natural, la perciben ni como de izquierdas, ni como fuerza siquiera.

Una causa de ello, y no la menor, quizá sea el envejecimiento de sus cuadros dirigentes (muchos de ellos procedentes aún –¡Aún!- de aquellos años setenta del siglo pasado que hoy, en este siglo XXI de internet, desgraciadamente han perdido por completo la conexión con la calle).

En cuanto a la fuerza de centro derecha, actualmente en el Gobierno,y en caída libre en la intención de voto, se puede temer que la negrura económica acabe de tragársela en un par de años.

Y mientras tanto, los movimientos herederos del 15-M siguen ahí, exigiendo respuestas comprometidas o “reales” a una clase política que sigue anclada en un lenguaje que se deshace al tocarlo como polvo de momia, porque es mucho más lento que la evolución de la realidad y, sobre todo, porque alude a cosas que, hace ya mucho tiempo, en 2008, en 2009, dejaron de ser parte de la realidad diaria de muchos españoles.

Y es que, cuatro años, en el mundo de hoy, y con la que está cayendo, son una eternidad.

En el fondo, la situación actual quizá se trate del enfrentamiento entre dos modelos irreconciliables: el modelo flexible, neuronal, de los nativos digitales, con su eficacia low cost y su facilidad para funcionar casi en tiempo real, vía Facebook; y el modelo antiguo, de los que aún piensan en consignas y en estructuras piramidales.

¿Conseguirán construir los primeros una estructura de poder estable? Solo el futuro lo dirá.

Besos de tu tío

 

(*)Ainara es la sobrina del autor


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