¿Qué tienen en común la Piquer, Carlos Gardel, Andreas Gabalier y Hubert von Goisern? Si quieres estar a la última, no tienes más que leer este post.
12 de Julio.- Los años treinta del pasado siglo y la década actual de este tienen muchos puntos en común. Para bien, y para mal. En las dos épocas, una depresión económica profunda, en los dos casos (y derivada de la depresión) la necesidad de cuestionar las instituciones. En ambas épocas, movimientos que barren el planeta a nivel mundial (el comunismo y el capitalismo industrial en el pasado, la globalización, el auge del neoconservadurismo y la “indignación” en nuestro siglo).
Como reacción a una realidad tan convulsa, la gente busca seguridad en “las esencias nacionales”.
Gigantes para una época
Entre 1930 y 1940 eclosionaron dos estilos musicales que marcaron el siglo XX en el ámbito de habla hispana: el Tango primero, debido a los esfuerzos combinados de Gardel y Lepera, los monstruos de la canción argentina y en lengua española en general por su elegancia, por su hondura y, sobre todo, por su rabioso ímpetu renovador.
En España, un poco después, y sobre todo de la mano de la gigantesca Concha Piquer y de los no menos gigantescos Quintero,León y Quiroga, la Copla.
Tanto el Tango como la Copla son dos estilos musicales que vienen, eminentemente, del pueblo, aunque se refinan cuando una élite intelectual los procesa con los jugos gástricos de una educación de clase alta. En otras palabras, cuando Gardel abandona el traje de gaucho y se calza el smoking, y la Piquer cuelga los faralaes y canta Cárcel de Oro vestida con un traje de noche, tanto la Copla como el Tango se hacen masivos, se sofistican y pierden el pelo de la dehesa. Ambos abandonan sus raices folclóricas anteriores y, lo que pierden en regionalismo, lo ganan en el lenguaje universal del sentimiento.
Por eso, hoy uno puede escuchar a Gardel cantar Sus ojos se Cerraron (aún mejor la versión de Libertad Lamarque) y sentir cómo el tiempo y la distancia se disipan; y a la Piquer cantar Romance de Valentía y, simplemente, darse cuenta de que ambos, en su estilo, fueron ese tipo de figuras que solo se dan una vez cada siglo.
A medio día, alegría
En Austria, digamos en la última década, se está dando un fenómeno similar en cuyo centro, desgraciadamente, no ha aparecido todavía ningún genio como Rafael de León o como Lepera: se trata del Schlagger.
Un género musical que, como la copla o el tango, nace principalmente de una vulgarización (algunos dirán corrupción) de la música regional y que puede verse como un intento desesperado del inconsciente colectivo de recuperar una arcadia primigenia en la que todos íbamos vestidos con lederhosen (ellas, con dirndl) y, por lo tanto, sabíamos a qué atenernos.
Es un estilo musical impregnado de un mensaje político eminentemente reaccionario que reproduce el esquema de relaciones entre los sexos de los cuentos infantiles clásicos (o sea:el hombre es el cazador que sale de la cueva a matar el mamut, la mujer tiene un papel pasivo de objeto a adorar).
La calidad musical, asimismo es, en el mejor de los casos modesta (en el peor, ratonera a más no poder) y, salvo en islas de talento como la que representa Hubert von Goisern, es la muestra de que el Schlagger es, sobre todo, música pensada para consumo rápido, masivo (y, aún diría más, acompañado de ingentes dósis alcohólicas). Como tal, el Schlagger huye de cualquier aspecto problemático de la realidad. Es una música machacona, pertinazmente feliz. Y eso es quizá lo que le gusta a sus consumidores (no necesariamente procedentes de las capas más educadas de la sociedad).
Hace tiempo que sueño su boca
A los extranjeros, acostumbrados a otras cosas, el schlagger, al principio, nos horroriza y nos parece lo que es: o sea, música infantil para adultos (hay schlaggers que a Leticia Sabater le hubiera dado vergüenza cantar) y, por más vueltas que le damos, no nos explicamos que, en Austria, mientras yo escribo esto, los cinco primeros puestos de las listas de éxitos están copados por conspícuos representantes de esta música.
Para que mis lectores españoles se hagan una idea: como si en España, salvando las distancias, los cinco primeros puestos de los cuarenta principales fueran todos copados por imitadores (ni siquiera el original) de David Civera. O mejor, como si los cinco primeros puestos hubieran estado ocupados por Jesús Vázquez, en su fugaz etapa canora o por…Sí. Por él.
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