Continuamos ayer con la historia del viaje al Nuevo Mundo de la música centroeuropea.
14 de Julio.- Felicitamos hoy desde Viena Directo a toda la industria farmacológica. No en vano, es el día de la Toma de la Pastilla (jurl jurl jurl, lo siento, pero si no hago el chiste, reviento; es que hoy a medio día he comido payaso).
En fin: seguimos hoy con la bonita historia que empezamos ayer. Lo habíamos dejado en noviembre de 1850, concretamente en la noche del día 3. En ese momento se bailó en Madrid el primer chotis de la historia de la capital, bajo el nombre de Polka Alemana (reinaba la oronda majestad de Doña Isabel II).
El salvaje México del siglo XIX
El chotis, al igual que la polka, no se detuvieron en la metrópolis madrileña sino que, con el goteo de los inmigrantes que huían de Europa debido a las malas condiciones que reinaban en el continente (y debido también a las promesas de libertad y dinero fácil que ofrecía el Nuevo Mundo) cruzaron el océano. Durante aquellos mediados del siglo XIX, lo que hoy es el sur de los Estados Unidos y el norte de México eran una tierra de una enorme vitalidad y en la que todo parecía posible. Los Estados Unidos de América eran una potencia en expansión y México estaba saboreando las enormes dificultades y turbulencias políticas que sucedieron a la independencia de Madrid, el poder declinante.
Las potencias europeas, que estaban zambullidas en el periodo de prosperidad que sucedió a las guerras napoleónicas, vieron también en el feraz territorio mexicano una posibilidad de expansión lo cual, junto al cacao mental que tenían los propios habitantes del México de la época dio pie a todo tipo de experimentos políticos. Entre ellos, el fugaz imperio mexicano que duró cuatro años. Imperio apoyado por la Iglesia Católica mexicana y el Partido Conservador que, con la ayuda inestimable (pero abiertamente insuficiente) de los voluntarios austriacos, auparon al trono a Maximiliano, un hermano del emperador Francisco José.
El pobre Maxi(miliano), como todo el mundo sabe, salió de Méxi(co) con varios agujeros en el cuerpo y los pies por delante.
De la mina al Narcocorrido
Las primeras oleadas de emigrantes procedentes del Austro-Hungría, Baviera y escandinavia datan de esta época y claro, los emigrantes trajeron a la frontera el germen de lo que hoy se conoce como Música Norteña o, simplemente, Norteño.
La Música Norteña es un género de música tradicional mexicana, que se debe a la influencia de la inmigración europea con destino a la minería y a la industria cervecera (lógico, claro) en lo que hoy son los estados mexicanos de Nuevo León, Tamaulipas, Chihuahua, Sonora, Coahuila y San Luis Potosí (estos datos, antes de que algún lector avispado empiece a cachondearse de mi erudición, los he copiado de wikipedia). Bien: estas personas traían de Centroeuropa, de Escandinavia y del norte de Italia sus instrumentos musicales pero, cuando estos sufrían algún desperfecto, como es obvio, no los podían mandar de vuelta a Europa para que los arreglaran, así que se las apañaban como podían. De las reparaciones surgían también modificaciones e, incluso, instrumentos nuevos, como el Bajo Sexto (una guitarra de doce cuerdas) o el acordeón de doble botonadura (una para cada mano).
La Música Norteña dejó de ser rural en la segunda década del siglo pasado y goza de gran predicamento también en las grandes ciudades mexicanas. Pero, es más, ese estilo musical que nació en las proximidades de Viena ha seguido evolucionando y ha dado lugar, por ejemplo, a los llamados Narcocorridos (¡A los tranquilos ciudadanos de la Viena del XIX les hubiera dado un julepe solo de saberlo!) que son canciones que refieren hechos reales o ficticios relacionados con el tráfico de estupefacientes.
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