Una noticia que solo es noticia en España (por desgracia)
2 de Octubre.- Querida Ainara (*): estando yo recién llegado a Austria, durante una alegre velada de máquinas de coser y cafés, conocí a la muchacha que llevaba a los Erasmus españoles. Era una chica fuertecita, de talante práctico y ese aire echao p´alante que, no sé por qué, se les pone a todos los austriacos que aprenden español.
La chica, después de que yo le explicara mi vida y los milagros que no conseguía hacer en aquella época para encontrar trabajo, empezó a hablar en tono jocoserio de mis compatriotas. Como austriaca, le sorprendía la facilidad con que los españoles hacemos amistad. Me acordaré toda mi vida:
-Es que escucháis a alguien hablar en español en el supermercado y, antes de que te des cuenta, ya estáis cambiandoos los números de teléfono.
También le sorprendía otra cosa que, por lo visto, no ha cambiado nada. Me contaba la muchacha que los Erasmus, cuando encontraban algún trabajillo en el McDonald´s para pagarse los gintonics, no lo decían a las familias. O, mejor, se lo decían solo a sus madres. “A papá le dices que estoy trabajando en un despacho de abogados”.
La austriaca, que prácticamente se había pagado los estudios con trabajos semejantes, no entendía que, en España, se considerase una deshonra el hacer trabajos subalternos, sobre todo en un país que no es el tuyo.
Una noticia que solo es noticia en España.
Un pobre chaval ha publicado una carta en internet –dónde si no- en donde se quejaba de lo mal que le trataba la vida por vivir en Londres y estar trabajando en una “conocida cadena de cafeterías” (Starbucks) “limpiando wáteres”. Sobre todo dada su cualificación: dos carreras y un máster (del Universo, añado yo).
Las dos candidatas a reinas de las mañanas se han lanzado a entrevistar y de paso a consolar, al pobre muchacho. El cual, si yo no me equivoco, sufre un pequeño fallo de diagnóstico de la realidad.
Si uno rasca, resulta que las dos carreras que tiene este muchacho son periodismo y publicidad (de qué sea el máster no figura, aunque probablemente sea de la rama). Algún que otro modorro me he topado yo también en Austria con las mismas cualificaciones que pensaba que iba a llegar a Viena y se le iba a abrir la ciudad de piernas (con perdón). Craso error.
Siendo las dos carreras muy respetables, tienen una cosa en común: fuera de España (mejor: fuera del ámbito de habla hispana) son perfecfamente inútiles. En Londres (en Viena también) y aunque parezca duro decirlo, este chico tiene la cualificación perfecta para lo que está haciendo: limpiar servicios –un trabajo honradísimo que yo también he hecho y no se me han caido los anillos- y servir cafés.
Cuando uno viene a un país que no es el suyo tiene que tener en cuenta que tendrá que competir en un mercado que, en principio, ya copan los locales. Esto es: tiene que darles algo más. Y, además, otra cosa: hay terrenos en los que un español no podrá competir nunca y son aquellos, como el periodismo y la publicidad, en los que un conocimiento del idioma por encima de la media es imprescindible. Un español siempre escribirá “con acento” y los locales se lo notarán. En otras palabras: un español que escriba en alemán (en inglés probablemente sea más fácil) siempre será Raffaella Carrá o, en el mejor de los casos, Torrebruno (mis lectores de más edad sabrán a qué me refiero).
Pero es que el muchacho se despachaba con otra. Utilizando un recurso que, en tiempos de Santa Teresa, se llamaba “captatio benevolentiae” o sea, la captación de la benevolencia del receptor, el muchacho se desgañitaba diciendo que los españoles que vivimos en el extranjero somos EMIGRANTES. Naturalmente que somos emigrantes, cacho frikilín ¿Y? ¿Algo de malo en ello? Uno es de ese sitio en donde gana bastante para comer. A este pobre chico, verse a sí mismo como emigrante le había supuesto un golpe a su autoestima porque, hasta que se vio haciendo lo que hacía, los emigrantes habían sido lo más bajo de la escala social. Esa gente que limpiaba la casa de sus padres y cuidaba a sus viejos.
En fin, lo dejo.
Hay que volver a los clásicos, Ainara y, leyendo la carta de este chico y las tontunas que se han escrito compadeciéndole por su “triste” suerte, me acordaba de Galdós, del Juanito Santacruz de su “Fortunata y Jacinta”. Si el hijo de los Santacruz hubiera vivido hoy, probablemente estaría “sirviendo” en Londres.
Y lloriqueando por ello.
Besos de tu tío
(*) Ainara es la sobrina del autor
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