Cada año, unas 170.000 personas en Austria ven angustiados cómo el invierno, lentamente, se acerca. Para ellos, con las nieves, empieza un drama silencioso.
15 de Noviembre.- Cuando un español decide venirse a vivir a Austria hay dos factores que, en mi opinión, suelen subestimarse: por una parte, la probabilidad de encontrar trabajo “de lo que sea” (sobre este asunto ya he hablado pero no me importa repetirme).
En España, y en los países del sur en general, el trabajo poco cualificado (y de eso, al principio, vive un español) se encuentra en dos sectores: en la construcción –bueno, eso más antes- y en la hostelería. En Austria, estas dos fuentes de trabajo son claramente estacionales. En invierno, prácticamente se paran todas las obras y no se hace nada en la calle (lógicamente, por las nieves y los jielos) y, asimismo, la demanda de mano de obra en la hostelería baja, porque no hay terrazas y hay algo menos de movimiento turístico.
Asimismo, el español que quiere “tirarse al aborígen” tiene que competir con otros demandantes de trabajo no cualificado que, en muchos casos, tienen una ventaja competitiva que a él le falta: saben alemán.
El general invierno o el invierno general
La segunda cosa que suele subestimarse es que en Austria, en invierno, y según zonas, puede hacer frío. Un frío de cojones, con perdón. Muchísimo más frío, en cualquier caso, que en la mayoría de las regiones de España (aunque sé que me saldrá alguien que me dirá que, en el valle del Ebro, se congelan los pájaros cuando se posan en los cables de alta tensión, vale-venga-va, pero eso es otra cosa).
El frío, aparte de ser un tema muy socorrido cuando se llama a la madre de uno por teléfono, también puede llegar a ser una gran putada (mi brigada). Entre otras cosas porque el frío, queridos lectores y queridas lectrices, en Austria, sale por un pico.
En los países del centro y norte de Europa existe una pobreza que no se da, o se da menos crudamente, en el sur, en donde las condiciones climatológicas son más benignas: es la pobreza energética.
Los pobres en energía son aquellas personas que no tienen ingresos suficientes para mantener su casa a una temperatura no ya confortable, sino también salubre.
La pobreza silenciosa
Según algunos estudios, en Austria, un país que no llega a los ocho millones de habitantes, hay 170.000 personas amenazadas por la pobreza energética.
Estas personas no son solo aquellos indivíduos que tienen ingresos que se consideran colindantes con la frontera de la pobreza (menos de 1080 euros al mes, casi da vergüenza escribir esta cantidad, con los sueldos que se están pagando en España) sino también personas que se ven obligadas a realizar un gasto energético mayor que la media, porque viven en casas que no están aisladas de forma eficaz y las cuales no tienen dinero para reformar.
El retrato robot de la víctima de la pobreza energética es una mujer, mayor, pensionista, que vive en la zona montañosa de Austria y que habita una casa grande.
Y, lo que es más importante, personas que, a la lacra del frío, unen la lacra del silencio, porque son personas que no solo están excluidas socialmente por ser pobres, sino que también están excluidas porque no pueden decir que lo son.
Ayudas del Estado austriaco para calefacción
El Estado austriaco concede ayudas para calefacción a aquellas personas que lo soliciten y entren dentro de los baremos de ingresos establecidos.
Alrededor de unos 250 euros al año que se dan en un solo pago. En total, las subvenciones a la calefacción son de unos 25 millones de euros anuales.
Este dinero, según los expertos, podría gastarse sin embargo de una manera más eficaz. Por ejemplo, subvencionando medidas de reformas o aislamientos de las casas. Algunas de estas medidas, pueden ser muy baratas y están al alcance de todos mis lectores (que yo sé que son unas personas muy apañadas y clientes asíduos del OBI –Leroy Mel-lín austriaco-). Por ejemplo, poner burletes en las ventanas, o aislar la parte de atrás de los radiadores que están pegados a las paredes para que el calor se proyecte hacia donde debe y no se vaya para la calle.
Los expertos piensan también que, dado que muchas de estas personas que pasan frío en invierno viven de alquiler, el Estado austriaco debería también incentivar que los caseros emprendiesen obras de reforma en las casas, subvencionándolas para incentivar, asimismo, un consumo energético sostenible.
Por cierto, por el tema de este artículo ¿Se nota que en Austria ya ha llegado el frío?
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