Hoy, por iniciativa de la ONU, se celebra un día mundial muy importante: el de los retretes. Un lugar cotidiano con el que los austriacos tienen una relación curiosa.
19 de Noviembre.- Hoy, como hubiera dicho el gran Millán, de Martes y Trece (genuflexión) vamos a hablar de un tema “denominado por unos y denominado por otros”: el servicio, el baño, el excusado, el water, el cagódromo, etc. Ese lugar que todos nos alegramos de visitar todos los días, porque significa que nuestros aparatos digestivos y excretores funcionan divinamente y que, por lo tanto, estamos fenomenal de salud.
Día mundial del retrete
Y es que hoy se celebra, por iniciativa de la Organización Mundial de las Naciones Unidas (más conocida como ONU, una de cuyas sedes se encuentra en Viena) el día internacional de los retretes. Es un día importantísimo, porque está ahí para recordar que, lo que para la gran mayoría de mis lectores es algo que se da por supuesto, es un lujo inalcanzable para un tercio (¡Atención! Un tercio) de la población mundial.
De los retretes y, por extensión, de la existencia de un sistema de alcantarillado y agua corriente como Dios manda, depende muchísimo la salud de la población de un país. Si no hay servicios, la gente tiene que andar haciendo sus cosas allá donde va pudiendo. Los productos del intestino humano (conocidos en general, finamente, como “aguas fecales”) acaban aterrizando en las fuentes de agua potable y alimentando a las bacterias que producen una gran cantidad de enfermedades, muchas de ellas mortales. De hecho, según cálculos de la ONU, 5000 niños mueren cada día (¡Cada día!) debido a enfermedades relacionadas con la inexistencia de sanitarios decentes.
Dicho esto.
Orígen de la palabra Toiletten
La palabra alemana (también la inglesa pero con otra ortografía) para wáter, retrete, excusado, servicio, o sea Toilette, tiene un orígen curioso. Nuestras germánicas Toiletten vienen del francés Toilette (pornunciese tualett, con acento en la última sílaba). Toilette significa, literalmente, telilla. Trapillo, vamos. En aquellos tiempos en que solo los ricos podían hacer sus necesidades en lugares diferenciados (y no se iban al corral) el servicio era un recipiente de cerámica que traía un criado. El rico, noble o rey, se sentaba y hacía lo que todos nos estamos suponiendo y, cuando terminaba, se limpiaba como mejor podía, ponía cero al cociente y pasaba a la actividad siguiente dejando el regalito al criado para que lo sacara de la circulación. Este, a falta de otra cosa, y más que nada para evitar la visión de los excrementos ya que entonces tenían la nariz “encallesía” contra las pestes, cubría el orinal con un trapillo y se lo llevaba hasta la ventana más próxima en donde lo vaciaba al grito de “agua va” (aunque lo que se tiraba no fuera necesariamente líquido). De ahí que se llamara a la parte por el todo y se utilizara la telilla para referirse a todo el dispositivo utilizado para la evacuación de los resíduos.
Otras palabras alemanas para llamar a ese lugar en donde del rey para abajo todos tenemos que ir en algún momento de la jornada (y malo el que no tenga que ir) son Aborte (una palabra a la que Rouco Varela seguro que tiene alergia) y Stilles Örtchen (el lugarcillo silencioso, por la calma que se disfruta mientras uno está obrando y leyendo –más modernamente jugando con el móvil).
Austriacos y wáteres: una historia de amor
Curiosidades a propósito de austriacos y wáteres hay varias. Mi favorita es la demostración palpable de que los austriacos han sido conservadores de toda la vida de Dios. Hasta cagando (con perdón) que hubiera dicho el castizo. Cuentan las crónicas que, en sitio tan bonito, de tanto tronío y de tanto lujerío y poderío como el palacio de Schönbrunn no hubo servicio hasta que, en en plena guerra mundial, la emperatriz Zita instaló un baño moderno. Aún puede verse, en el cuarto casi monacal que ocupaba el emperador Francisco José, el orinal tamaño adulto que usaba el anciano emperador para descomer.
En cuanto a los austriacos modernos, habría que decir que, en la mayoría de las casas y a diferencia de España, la taza del wáter no está integrada en el cuarto de baño, sino que ocupa una habitación, la más pequeña de la casa. Este lugar de la casa dice tanto y tanto de los austriacos. Yo he visto en ellos desde fotos de Andreas Gabalier (hay gente para todo y, naturalmente, hay personas que encuentran el arte del estirio sumamente laxante) hasta postales de los lugares en donde la familia en cuestión ha pasado sus vacaciones, pasando por libros (ese entrañable libro de chistes que hay en muchos wáteres austriacos, para que las visitas se echen unas risas mientras se alivian) y revistas de toda índole (de jardinería, de cicloturismo, de viajes, de historia…). Otra cosa característica de los wáteres austriacos es que, en muchos de ellos (sobre todo en aquellos utilizados por hombres y mujeres) se nos ruega a los chicos orinar sentados –cosa que yo, hasta que llegué aquí, no había visto nunca- por aquello de evitar las salpicaduras.
Y mis lectores ¿Tienen algo curioso en el baño?
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