Quedan dos días, pero la ciudad ya calienta motores para hacerle un corte de mangas despedir al año 2013.29 de Diciembre.- ¡Qué sería de Viena Directo sin los lectores de Viena Directo! Pues muy poco,señora. Di que ayer me escribió una amable seguidora de este blog haciéndome una serie de preguntas sobre cómo se celebra la nochevieja en Viena. Este post es la respuesta a sus dudas.
¿Dónde?
El lugar más tradicional para celebrar la nochevieja en Viena es la Plaza del Stephansdom al pie de la Pummering (que es la campana de la catedral de Viena, la que está en la torre sin terminar). Es esta campana la que marca el principio del nuevo año para los austriacos (una chapuza, añado, porque ni toca doce veces ni ná: una sosería; aunque de todas maneras, nadie la oye). A partir de, pongamos, las nueve de la noche, la Kartnerstrasse, el Graben y la propia plaza del Stephansdom se ponen que, si se tira al aire un billete de quinientos euros, dicho billete no cae al suelo. A quien le gusten las aglomeraciones, pues disfrutará. Los agorafóbicos, por supuesto que no.
Un setenta por ciento del público asistentente son italianos que aprovechan la proximidad de la península con forma de bota para hacer una excursión a Viena. El otro treinta por ciento, son aborígenes equipados con cosas que explotan. La plaza del Stephansdom se llena de gente que tira petardos y cohetes a troche y moche. El ruido es ensordecedor y el peligro, proporcional. Yo no he estado más que una vez y, la verdad, eché de menos mi traje de amianto.
¿Qué tradiciones hay?
Ya hemos dicho una: la de la pólvora. Pero hay más. Por ejemplo, para los exquisitos: la Ópera Estatal de Viena ofrece tradicionalmente una representación de El Murciélago (Die Fledermaus), una opereta deliciosa de Strauss llena de melodías que a muchos españoles les sonarán por haber sido sintonías para anuncios de sopas de sobre. El tercer acto de El Murciélago se desarrolla en la cárcel de una comisaría –lo sé, un escenario bastante atípico para una opereta, pero con la trama, tiene su lógica- y es tradicional que el papel del carcelero borrachín lo interprete un cómico famoso (es un papel sin música, o con una partitura apta incluso para las gargantas más inhóspitas).
Otra tradición ayuda a vencer la larga espera entre la hora a la que tradicionalmente se cena en Austria (pongamos que, como muy tarde, a las ocho) y la medianoche. Se trata de lo siguiente: en los comercios se venden unas figuritas de plomo y unas cucharillas en donde estas figuritas se derriten. Cuando el plomo está en estado líquido (cosa de pongamos cinco minutos sobre la llama de un mechero) se tira el producto a un balde con agua fria, con un enérgico movimiento de muñeca. Luego, se rescata el churro resultante del fondo del agua fría y se juega a interpretar la figura que ha quedado, al objeto de predecir qué nos deparará el destino en el año nuevo. Que si dinero, que si salud, que si amor…Lo normal.
Cuando suena la Pummering, se baila vals. El Danubio azul, para ser más exactos. Suena en todas las radios y en la tele y todo. Luego, empiezan los petardos y los cohetes con el propósito evidente de asustar al infortunio con el ruido.
¿Y en la tele?
En España, es tradicional que, en esa señalada fecha, salgan cómicos travestidos. Si son andaluces, mejor. En Austria, no. La tele austriaca conjuga el ahorro con la tradición. Es tradicional que se emita Diner For One, una película casi muda, de los años sesenta y luego el episodio de nochevieja de Ein Echte Wiener geht Nicht Unter (una serie de los setenta, primeros de los ochenta que cualquier austriaco que se precie conoce casi tan de memoria como cualquier español de mi generación los episodios de El Príncipe de Bel Air).
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