El misterio de la vejiga de Indiana Jones

Ringstrasse VienaLa ventaja de ser un friki es que uno piensa en cosas en las que nadie más piensa, y encuentra semejanzas y pautas en donde nadie más parece encontrarlas. Un post, por cierto, para saborear despacio.

29 de Enero.- Querida Ainara (*): tienes un tío un poquito friki. Mis frikismos se manifiestan particularmente en que pienso sobre asuntos sobre los que nadie más parece pensar, y encuentro relación entre cosas que nadie más parece relacionar hasta que yo les demuestro el vínculo.

El proceso siempre es el mismo. Di que yo estoy sentado en un sitio público (acompañado de gente, no sé por qué, se me manifiesta más el frikismo) y, de pronto, me quedo con la fija vista (pero sin ver) en un detalle cualquiera. En el plano del metro, en un dibujo del pavimento, en un bolso de señora especialmente feo y ¡Zasca! Me viene una idea y, conforme tiro del hilo, me viene otra y luego otra y luego otra. Con buena suerte, con la fila de ideas armo un post. Con mala, un frikismo.

El otro día iba sentado en el asiento del copiloto de un coche cuando, al pasar por una curva que tomo habitualmente, empecé a pensar en La Convención, en Lo Convencional (¿Por qué tito Paco? Y yo qué sé, Ainara, eso es el frikismo).

Me puse a pensar en la convención, te digo.

O sea, en esa red de acuerdos entre receptores y emisores que hace posible que comprendamos las representaciones del mundo que nos rodea.

Las convenciones son muy importantes, particularmente, en el arte. Tanto que, vivimos tan dentro de la convención que, en muchos casos,ésta sustituye a la realidad y cuando, por ejemplo, vemos una película, no nos damos cuenta de que no estamos viendo algo real, sino una estilización de esa realidad (incluso cuando la película es muy realista o pretende serlo, como con el movimiento dogma).

Eso se ve, por ejemplo, cuando contemplamos materiales artísticos muy alejados de nosotros en el tiempo (como las películas mudas, por ejemplo) o cuando la convención es absurda.

En todas las películas americanas que no son pornográficas hay una escena en la que “el chico” y “la chica” se encaman y tienen una relación sexual. Si, después, hay una conversación entre esos dos personajes, el chico estará desnudo, sin problemas, por lo menos del pecho para arriba, en tanto que ella permanecerá (aunque sea verano) con los pechos cubiertos. Es una convención importada de América y totalmente absurda ¿Qué sentido tiene que una mujer se cubra los pechos ante el hombre, marido, amigo, polvo pasajero, que se los acaba de acariciar? Solo que, en América, el cuerpo de la mujer sigue siendo un tabú para este cine mainstream.

Otra convención que a mí me intrigaba mucho cuando era pequeño era que los personajes de las películas o de las series de la televisión no iban nunca al baño. A mí me dejaba perplejo que Indiana Jones en la selva, o perseguido por los malos, o en una pausa entre uso del látigo y uso del látigo, no sintiera nunca la necesidad de acercarse a un matorral y echar un pis.

La curva en la que sucedió todo (Archivo Viena Directo)

La convención es una necesidad, pero también una cárcel cuando se convierte en un refugio para la pereza mental (las convenciones nos ahorran encontrar soluciones a problemas que otros han solucionado por nosotros) y solo los genios, como Almodóvar, pueden hacerla saltar por los aires.

En las películas de Almodóvar, la gente (como en la vida) mea.

La convención es necesaria, pero estoy convencido de que produce también daños colaterales.

Una convención en la que vivimos es en que los siglos duran cien años. Puede parecer una tontería decirlo pero, Ainara, en la naturaleza no hay siglos. En el mundo de los dinosaurios, que se extendió durante más tiempo que el que, probablemente, haya hombres sobre la tierra, no había periodos de cien años; en otras culturas, el cómputo del tiempo es diferente del nuestro. Y sin embargo, nosotros, los europeos (el hemisferio occidental del planeta) vivimos presos de esa convención y, estoy seguro que de manera inconsciente, nos amoldamos a que los ciclos de nuestra historia duran diez décadas. Y que, cuando llega el fin del ciclo, el universo entero nuestro se refunda. Utilizando materiales del ciclo anterior que, por así decirlo, pasan la aduana del futuro, pero adoptando un carácter diferente.

El mundo, claro, es mucho más complejo que eso, y resulta una simplificación te diría que casi peligrosa atribuir los cambios que se producen en él a una idea como esta pero el otro día, al tomar aquella curva, tu tío, el friki, se imaginó a la Humanidad como un solo cerebro sincronizado para que todas las neuronas creyeran, a la vez, estar enfrentándose a un cambio de ciclo, al declinar de un mundo (del mundo que surgió despues de la primera guerra mundial) y al surgir de otro.

Y acudieron a su mente imágenes: la chica de los pechos tapados, Penélope Cruz en Volver, con las bragas bajadas, sentada en la taza del wáter de la casa de Lola Dueñas o en los dinosaurios, ignorantes de que les tocaba extinguirse o en el Grand Bertha, no tuve más remedio que decirme ¿Qué pasaría si, en vez de acabar de poner el pie en el umbral de un siglo nuevo estuviésemos, de pronto, en 2067? ¿Cambiaría algo?

Sí: lo sé, Ainara. Soy un friki.

Besos de tu tío

(*) Ainara es la sobrina del autor

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Ya va quedando menos para el nuevo Zona de Descarga. Pedro y yo ya estamos preparando nuevos contenidos y nuevas risas. Mientras tanto, puedes consolarte escuchando el del sábado pasado. No te dejará indiferente.

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