Una eurodiputada austriaca, Ulrike Lunacek, es la autora de un informe, el llamado Informe Lunacek que, de transformarse en leyes, pondría a la Unión en la vanguardia de los derechos civiles.
4 de Febrero.-Si uno se pone filosófico, podría describirse la Historia de la Humanidad como una cadena de oportunidades perdidas de construir una convivencia más civilizada.
Naturalmente, hay que pensar (no queda otra) que cada trastazo se salda con un poquitín más de espacio para los partidarios de la convivencia, y con un poquito menos para los mastuerzos, a pesar de lo cual tampoco se puede negar que estos últimos tienen una propensión más que irritante a salirse con la suya.
Una de las oportunidades que estamos a punto de tirar por la ventana es la Unión Europea.
Y da penica, señora, porque parecía que esta vez iba a ser la vencida.
Motivos de un fracaso
Muchas razones se están concatenando para que el proyecto ilustrado, feliz y laico de la Unión esté haciendo agua por todas partes.
La crisis económica ha hecho calar en muchos europeos la percepción de que “antes” estas cosas no pasaban (“mia tú”, que diría aquel), lo cual ha producido que muchos europeos (los más tontos) piensen (es un decir) que habría que volver a aquella época en que, para pasar de España a Francia había que enseñar los pasaportes y cambiar las cuatro perras que uno llevara por la divisa de los galos.
La crisis está produciendo también que se vea a los “extranjeros” (a ti, a mí) como seres de presencia no siempre deseable. O sea, como personas ajenas al cuerpo social que les acoge, gentes que emigran para delinquir y/o forrarse sin dar un palo al agua. Este es, a mi juicio, el fracaso más grave de la Unión: el de no haber conseguido implantar, en época de vacas gordas, un sentimiento de hermandad y de sano orgullo de ser ciudadanos europeos (una cosa que sí han sabido hacer los estadounidenses, que dicen cincuenta veces por película eso de que “América es la tierra de las oportunidades”).
Ahora que muchos habitantes del continente andan como puta por rastrojo cunde el nacionalismo (tan próximo siempre al “nazionalismo”), quizá la enfermedad infantil más recurrente entre los que pisamos esta esquina del mundo.
Otro tercer factor de estrés para la frágil estructura de la Unión es que, sentimientos que se creían neutralizados (o que se pensaban que eran una antigualla y que ninguna persona con dos dedos de frente o mínimamente escolarizada podía tener) se están convirtiendo en un peligroso pan nuestro de cada día.
Me estoy refiriendo a la invasión que las religiones están protagonizando en espacios que deberían encontrarse completamente ajenos a cualquier contaminación de ese tipo. Y antes de seguir, diré que cuando hablo de religión me refiero no solo a la normal, sino a cualquier creencia sostenida de forma radical y acrítica. A estos efectos, tan religioso es Rouco Varela como las tontilocas de Femen que le atacaron el otro día. Una pena.
Lentamente, como un gas pernicioso, los radicalismos lo están invadiendo todo. Ejemplos hay miles, pero baste nombrar al referendum, impulsado por una organización ultraconservadora próxima a la Iglesia católica, que ha conseguido cambiar la constitución croata para que,en la ley que ocupa la cúspide del sistema legal de ese país, se diga textualmente que “se entenderá por matrimonio solo aquel formado por un hombre y una mujer”; por no hablar de la movida que hay montada en Francia, otrora campeona del progreso de los derechos y las libertades públicas, a propósito del mismo asunto. Movida que, por cierto, se ha saldado con agresiones a personas.
Cuando la gente llega a las manos, cualquier discusión deja de ser una broma.
Una Europa para todos los ciudadanos
Precisamente, la siguiente batalla por un ordenamiento legal más lógico y más acorde con lo que se vive en la calle la está protagonizando una austriaca, la diputada del Parlamento Europeo Ulrike Lunacek (Krems an der Donau, 1957). Frau Lunacek es portavoz de la fracción verde del Parlamento de la Unión y codirige Intregroup, la comisión que en dicha cámara estudia los problemas de los Gays, Lesbianas, Transexuales y Bisexuales europeos (si hay que hacer caso a las estimaciones, un diez por ciento de las personas que viven y trabajan en el continente, que no es moco de pavo). Frau Lunacek es la autora de un informe cuya conversión en leyes, si se aprueba, será un gran avance en los derechos civiles de los europeos que colocará a la Unión a la vanguardia en este aspecto.
El llamado “informe Lunacek” pide entre otras cosas que se establezca la reciprocidad entre los estados miembros a la hora de reconocer las uniones entre personas del mismo sexo (lo cual protegería a aquellos ciudadanos comunitarios que se casasen con otros ciudadanos comunitarios en países en donde el derecho al matrimonio igualitario sí que está reconocido), pide que se establezca por ley la obligación de no discriminar a ningún ciudadano europeo en razón a su orientación sexual a la hora, por ejemplo, de optar a un puesto de trabajo; que se incluyan las agresiones contra gays, lesbianas, transexuales y bisexuales cuando estén motivadas por su orientación sexual en los llamados “delitos de odio” (la homofobia sigue matando en Europa, y no solo directamente, sobre todo en los países del este, sino también indirectamente; por ejemplo, los adolescentes LGTB tienen mucha mayor tasa de suicidios que la población hetero), que no se discrimine a las parejas homoparentales a la hora de adoptar y que se dé en las escuelas europeas una educación sexual y afectiva que intente evitar la homofobia y la transfobia, presentando las diferentes realidades sexuales y los diferentes modelos de familia como lo que son: completamente normales.
Durante su actividad parlamentaria, Frau Lunacek y los otros miembros de la comisión que preside ya se han creado algunos enemigos entre el sector más conservador de la cámara. Aunque parezca mentira, no le perdonan, por ejemplo, que fuera una de las principales impulsoras de la restricción de las ayudas al desarrollo a Uganda,como medida de presión por el caso del asesinato de unos de los activistas de los derechos de los homosexuales de ese país y que, por esta vía, se lograse la suspensión de la promulgación de la llamada (y, desgraciadamente, no es coña) “ley matagays”, impulsada por el clero protestante ugandés (clero subvencionado desde Europa y desde las zonas más conservadoras de Estados Unidos). Quien quiera saber de lo que hablo, no tiene más que pinchar en este link z ver este escalofriante reportaje del reportero español Jon Sistiaga.
Los sectores más conservadores del parlamento Europeo ya han tildado las recomendaciones del Informe Lunacek de “ingeniería social” y han invocado su derecho a la “objeción de conciencia” . Asimismo, han expresado su intención de seguir educando a sus hijos en la perpetuación de la discriminación hacia las personas diferentes. Que puedan seguir haciéndolo legalmente, quizá dependa de Frau Lunacek.
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