18 de Marzo.- Pronto se acabará el invierno –oficialmente, porque la verdad es que, como en toda Europa, en Viena estamos viviendo una primavera precoz- por eso, quizá estaría bien repasar esas siete cosas que hacen de esta ciudad en primavera lo que es: uno de los pocos oasis que quedan en este mundo en donde aún la vida es civilizada y merece la pena ser vivida.
Vamos allá. Si algún día te vas de Viena, siempre recordarás…
Primera-Los desayunos/brunch con champán. La ingesta alcohólica matinal quizá sea la responsabile de la tranquilidad que se vive en las calles de esta metrópolis. Se recomienda combinar el vino espumoso con salmón ahumado o con huevos revueltos. Después, se ven las cosas con muchísimo más optimismo.
Segunda-Las chicas vienesas: dicen que son las que dan los besos más dulces, las que tienen las piernas más largas, las que tienen los escotes más sugerentes y perfumados (sobre todo vestidas de traje tradicional). Morenas con ojos azules o rubias con pícaros ojos verdes, con suaves naricillas eslavas o pómulos altos y torneados de muñeca rusa, con bocas frescas y apetitosas que saben a fresón maduro del Wienerwald, las vienesas se han ganado un puesto de honor entre las mujeres más bonitas del planeta.
Tercera-Los chicos vieneses: lo que vale para ellas, también vale para ellos ¿Quién es la –o el, que aquí no andamos con homofobias- que se resiste a un buen ejemplar centroeuropeo? Yo tengo una amiga que dice que, en Viena, no puedes pararte en una calle transitada y terminar de contar hasta diez sin que pase por las cercanías un hombre de esos que quitan el hipo. Como en el caso de ellas, el hombre vienés es el resultado del sano cruce de los genes eslavos y del sur. Picardía, sentido del humor, bonitas sonrisas… Para que luego digan que la emigración no es buena.
Cuarta-Las tardes de sábado en un heuriger en Kahlemberg, la luz color miel del sol resbalando por la cuenca del Danubio, los viñedos a tus pies, una jarra de vino y otra de gaseosa fresca, el embutido o el queso, la mostaza y el Krenn, una charla con amigos, los primeros grillos, esa temperatura agradable que te sume en la indecisión ¿Jersey, sí o no? ¿Chaqueta on o chaqueta off? Mientras una suave somnolencia te va invadiendo…¿Se puede pedir más?
Quinta –Ver y ser visto en el Museumsquartier. Viena, esa ciudad que es como Shangri-lá, el legendario reino tibetano en donde se podía alcanzar la juventud eterna porque, entre sus fronteras, el mundo corría más despacio, tiene en su corazón un trozo de Berlín y en él la modernidad ve y se deja ver. Quizá el sitio más bonito de Viena para tomarse unas cervezas en contacto con las nuevas tendencias.
Sexta –el Bärlauch. El Bärlauch es una hierba pariente del ajo, que tapiza los bosques vieneses al principio de la primavera. Se puede comprar en los supermercados pero claro, no es lo mismo. Admite infinidad de preparaciones: en sopa, con la pasta, pero mi preferida es en la salsa de pesto. Deliciosa.
Séptima – Con la llegada de la primavera, en Viena resucitan los olores. Durante el invierno, es como si te faltara un sentido pero es llegar estos días y es como si el olfato se desperezase después de un largo letargo. Viena está perfumada del olor a madera vieja que sale de los sótanos, tan parecido al de las iglesias antiguas; huele a macetas de geranios recién regadas, huele a tierra removida en los parques; huele a los pasajes secretos que conectan manzanas de la ciudad entre sí y con otras épocas. Es el perfume del amor.
Podría seguir, pero siete es un número que da suerte y, quién sabe, a lo mejor, con las sugerencias de mis lectores, puedo completar otro post ¿Te animas a decir tu cosa favorita de Viena en primavera?
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