¿Justifica el fin los medios que se empeñan para lograrlo? ¿Un objetivo político puede pasar por encima de la verdad histórica? Viena Directo, como siempre, te da todos los materiales para que tú mismo puedas formarte una opinión objetiva.
26 de Marzo.- Querida Ainara (*) : todavía eres muy pequeña para saber de estas cosas, pero algún día te enterarás de que, cuando las parejas parten peras y quedan a malas, una de las dos partes, si no las dos, trata siempre de imponer entre los amigos comunes un comportamiento mafioso, adjudicando la culpa de la ruptura al contrario y tratando por todos los medios de aislarle, mediante el procedimiento de obligar a las amistades a elegir con quién se quedan.
Al final, el recuento de los amigos que permanecieron a nuestro lado se convierte en una especie de prueba de que la otra persona es una criatura indeseable con quien nadie decente quisiera tener relación.
En estas ocasiones, los que otrora fueron amantes utilizan para “ganar adeptos” todo tipo de estrategias, sin importar la suciedad o la dudosa madurez de las mismas. Y es que el rencor o, mejor, la cuestión de la propia autoestima, nos pone a todos en el brete de olvidar que un día fuimos seres honrados.
En España estamos asistiendo a una querella muy parecida.
El nacionalismo como regreso al edén
El Gobierno autonómico de Cataluña,más en concreto los partidos que en él se sientan, han alentado, con toda la intención del mundo y, en mi opinión, de manera totalmente irresponsable, una deriva independentista que aspira a desgajar Cataluña –como mínimo- o los que algunos de ellos llaman “Países catalanes”, que incluyen, por cierto, una ciudad de la isla de Cerdeña –opción maximalista- del resto del país.
Cualquier nacionalismo, lo mismo que cualquier pareja que rompe, sabe que, de cara a la galería, tiene mucha mejor prensa la parte sufrida que la parte digamos triunfante.
En una pareja, los conocidos tienden espontáneamente a ponerse del lado de la mujer abandonada o del hombre al que su mujer deja, porque identificarse con ellos, lógicamente, es mucho más fácil –en nuestro ámbito cultural la empatía es un valor de primer orden- y porque, a qué negarlo, resulta también una inversión para el futuro.
Todos pensamos “cuando a mí me dejen, me gustará que haya alguien ahí para consolarme; si consuelo a este, igual en el futuro me devuelve el favor”.
Así pues, todo nacionalista –los catalanes también- intenta atraer la benevolencia del público hacia su causa presentándola como la reacción noble e hidalga a la última gota que ha colmado un vaso de opresión por parte de una potencia extraña a la que se trata de presentar como opresora. Lo mismo que cualquier amante despechado trata de convencer a los amigos comunes de que ella era una arpía sin sentimientos o él un hijo de su madre que le ponía los cuernos con la primera que se le ponía a tiro.
Con este objetivo, el cuento de hadas sobre el que se basa todo nacionalismo, en sus variadas formas a lo largo de la Historia, tiende a presentar a un grupo humano que vivía feliz e inocente, libre del yugo extranjero, hasta que un día una potencia invadió su territorio y sojuzgó a sus habitantes. Tras un largo sueño, el pueblo oprimido toma conciencia de sí, recupera el orgullo perdido, se levanta y trata de expulsar al invasor.
Todo nacionalismo es, visto desde este prisma, un intento de “regreso al edén”. Poco importa que ese edén, en el caso que nos ocupa, NO HAYA EXISTIDO NUNCA.
No dejes que la verdad te estropee un buen libro de Historia
Si al nacionalismo le quitas el edén, la verdad es que se te queda en bien poca cosa.
Quizá sea por este motivo por el que la causa independentista lleva muchos meses trabajando para dejar sentada por todos los medios a su alcance (en España pero también, y no en último lugar, en Europa) una interpretación pronacionalista de la Historia destinada a la creación, en el imaginario colectivo, de ese “edén” primigenio al que el “pueblo catalán” supuestamente tendría la misión de volver, al objeto de crear un clima internacional favorable a una hipotética independencia de Cataluña.
Según esta interpretación nacionalista, el kilómetro cero del inicio de la “opresión española” se sitúa al final de la Guerra de Sucesión (11 de Septiembre de 1714, fin del asedio de Barcelona).
Según el catecismo independentista, hasta ese momento, los catalanes habrían vivido felices y dueños de sus destinos pero, terminada la guerra, el Borbón perverso encadenó a Cataluña y condujo a los industriosos catalanes a una explotación de la que solo se beneficiaban los vagos andaluces, los chulos madrileños y pare usted de contar.
Esta interpretación, aparte de muy grosera para con sus convecinos es, ante todo, más falsa que un billete de 51 Euros, y probablemente hubiera dejado perplejas a las personas que, a principios del siglo XVIII, defendieron Barcelona del asedio de las tropas leales a la casa de Borbón. Ni en 1714 existía Cataluña como tal entidad, ni antes había existido una Cataluña independiente, ni existía España como entidad ni, por supuesto, los catalanes se sentían catalanes en el sentido moderno, ni lucharon en las guerras de sucesión por una Cataluña independiente. La guerra de sucesión fue una guerra de súbditos contra súbditos, adscritos a diferentes partidos nobiliarios. Sin embargo, desde medios nacionalistas se trata de utilizar la Historia (si es que se puede llamar Historia a este cúmulo de medias verdades) como palanca para mover el presente.
Naturalmente, hay mucha gente cuyo porvenir político depende de que las pretensiones independentistas tengan éxito y están poniendo todos los medios a su alcance para que así sea. A como dé lugar.
Dos damnificados prominentes
De ello, pueden dar testimonio dos damnificados: se trata de los historiadores. El portugués, profesor de la Universidade Nova de Lisboa, Sr. D. Pedro Cardim y el catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Viena, Sr. D. Friedrich Edelmayer. Los dos participaron en una publicación de la revista Sápiens, editada en Barcelona por Grup Cultura 03, una cooperativa editorial que tiene como objetivo empresarial “consolidar la industria cultural catalana”.
La participación de estos dos señores en el número especial de Sápiens dedicado a la Guerra de Sucesión fue recabada por la directora de la publicación, Sra. Dña. Cláudia Pujol. Se les hicieron una serie de preguntas que ellos, en calidad de especialistas en el periodo histórico de referencia, contestaron (por escrito, además). Ninguno de los dos, por cierto, dice haber recibido un ejemplar del libro en que participaron (y eso que se repartieron 10.000 que recibieron personajes como Brad Pitt (¡!) , Beyoncé (¡!) o Bill Clinton (¡!) hecho en sí mismo que resulta remarcable porque a cualquiera se le alcanza lo que puede importarle este tema a Beyoncé .
Ambos, sin embargo, terminaron por leer lo que la revista Sápiens había hecho de sus textos.
El profesor Cardim dejó constancia de su indignación en este artículo del diario portugués Público –está en la lengua de Amalia Rodrigues, pero se entiende perfectamente- y le escribió a la Sra. Pujol una carta que terminaba con esta frase: «La revista Sàpiens transmite una visión de la historia cargada de un rencor infundado que incita a la xenofobia.».
Es fácil suponer el estado de ánimo del catedrático vienés. Si pinchas aquí, podrás ver, junto al texto que le envió a la Sra. Pujol para su publicación, lo que la revista publicó –y, sobre todo y más llamativo, lo que la revista “se inventó”, que no es poco y que trasciende el mero extractado de un artículo que, como conviene a una autoridad académica de su calibre, es bastante denso-. También se puede leer, en este artículo del blog en El Mundo de Arcadi Espada la concepción –un tanto peculiar, ya te aviso- que la Sra. Pujol parece tener de la verdad periodística. Supuestamente, ella les advirtió a los dos profesores, ambos de intachable reputación académica, que iban a participar “en una campaña” (sic). Según esta versión de los hechos, para la Sra. Pujol, evidentemente, la verdad no tenía nada que ver en este asunto.
Creo, Ainara, que el periodismo tiene que servir para que las personas puedan hacerse una opinión objetiva y lúcida sobre los acontecimientos. Lo demás, es propaganda y manipulación. Y la propaganda y la manipulación, francamente, no solo me parecen peligrosísimas -más cuando lindan con el nacionalismo, como en este caso-, sino que me producen auténtica repugnancia.Por eso he sido tan cuidadoso poniéndote todos los testimonios posibles de primera mano. Y, si Viena Directo no fuera un blog microscópico, perdido en la inmensidad de internet, me gustaría que alguna de las personas a las que he nombrado en esta carta, particularmente las que salen peor paradas, me escribiesen para darme su versión de los hechos y aportasen pruebas de su comportamiento. Qué gusto tendría en estar equivocado.
Como dijo, preguntado sobre el caso, el profesor Edelmayer: “La única nación que defiendo es la europea por la que voy a luchar siempre”.
Suscribo totalmente sus palabras y, desde aquí, en lo poco que puede valer, le envío todo mi apoyo.
Besos de tu tío.
(*) Ainara es la sobrina del autor
Para un vistazo general a la Guerra de Sucesión, resulta muy conveniente la escucha de este documental sonoro de RNE, del espacio Documentos.
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