Un hombre comete actos vandálicos en varias iglesias de Viena, la prensa local se lanza en tromba sobre una historia tan golosa ¿Manipulación, racismo más o menos subliminal o libertad de prensa? Tú, ¿Qué opinas?
3 de Abril.- Llevo días tratando de encontrar la manera de mandar un saludo desde aquí. El viernes pasado, de cena con unos amigos en el restaurante ¡Mas! De Laudongasse –muy bueno, por cierto, y no llevo comisión- uno de los camareros, albaceteño él, tuvo la gentileza de acercarse a nuestra mesa para decirme que leía Viena Directo y que le gustaba lo que leía. Incluso, terminada su jornada de trabajo, se sentó un poquito con nosotros. Le dije que le saludaría desde estas páginas y, como yo siempre cumplo lo que digo (o lo intento), saludado queda. Y muy cordialmente, además.
Dejad que los lectores se acerquen a mí
Últimamente, me sucede mucho.
Casi no pasa un día sin que se me acerque alguien a saludarme y decirme cosas amables. Y lo encuentro muy bonito. Y me gusta mucho –vaya, es que, si no me gustase, no haría Viena Directo-.
También me entero a veces de que hay gente que me ha visto por la calle, me ha reconocido, pero no se ha atrevido a hablarme. Por favor, si a alguien le pasa eso en el futuro, que no se corte. A mí me da mucha alegría saludar a mis lectores (dado que no cobro un duro por hacer esto, esas pequeñas cosas –que nos dejó un tiempo de rosas- constituyen una especie de compensación por el trabajazo que muchas veces constituye tener un artículo diario a punto).
Dejando aparte esto, para mí, el saber que Viena Directo ha alcanzado un número considerable de lectores fieles también constituye una gran responsabilidad, que procuro tener siempre presente. Creo de manera firme que, los que hablamos o escribimos desde una tribuna pública, aunque sea de este tamaño familiar que Viena Directo tiene, debemos utilizar el poder que tenemos de una manera responsable y ética.
Sobre todo prestando mucha atención a cómo manejamos las ideas preconcebidas del lector.
Un hombre muerde a un perro
Ayer, delante de unas jarras de cerveza se suscitó un interesante debate al respecto.
Vaya por delante mi creencia de que los prejuicios, o las ideas preconcebidas de sus lectores, son cosas que el escritor/periodista tiene la obligación de conocer. Es uno de los gajes del oficio.
Y debe conocerlos bien por dos motivos: en primer lugar, para evitar darle al lector información inútil o redundante (con el mundo como está, ni el escritor ni el lector tienen tiempo que perder) y, en segundo lugar, para sorprenderle, dándole datos que le abran nuevas perspectivas sobre la realidad.
Son dos objetivos ambiciosos, que no siempre se logran, pero que hay que intentar conseguir día a día, línea a línea.
Naturalmente, con cierta frecuencia –sobre todo en el periodismo “comercial”- el diablo se mete por medio; y entonces surge la tentación de utilizar el bagaje de ideas preconcebidas del receptor para hacer una noticia más atractiva, más picante, más interesante. Todos recibimos miles de impactos informativos al día, así que el que hace el titular más impactante se lleva el gato al agua.
La vieja historia de que no es noticia el que un perro muerda a un hombre, sino que un hombre muerda a un perro.
Caso práctico:
El devastador de iglesias
Hace unos días, un hombre fue detenido después de que destrozara el interior de varias iglesias vienesas. Se sospecha que está mentalmente perturbado, pero se le está interrogando para confirmarlo y, mientras tanto, la diócesis de Viena está evaluando los daños para, en caso de que se confirme que el hombre está en sus cabales, interponer la correspondiente demanda.
Hasta ahí, la noticia escueta.
Sin embargo, informar sobre algo así también plantea muchos interrogantes éticos (y ahí fue el debate) ¿Cómo informar sobre hechos como este sin darle cancha a nuestro “cerdoperro interior” –o peor, al de los lectores- para que se revuelque por el lodo?
Este es un caso típico de manejo interesado –y dudosamente ético- de los prejucios del lector para hacer una noticia más morbosa. Porque ¿Qué pasa si empezamos a rellenar esa silueta vacía, ese “hombre” abstracto, con datos personales? O peor ¿Qué pasa si decimos unas cosas sí y otras no?
Por ejemplo ¿Qué sucede si decimos que es musulmán, pero no decimos que es un loco de la mente? ¿Qué pasa si decimos que, aparte de musulmán, es un inmigrante que está regularizando su situación –Asylwerber-? ¿Qué tal si, además, decimos que el hombre, enfurecido, gritaba que todos los cristianos “somos unos infieles” y que “el hombre no puede hacer imágenes de Dios”? Naturalmente, una noticia que, a pesar de lo aparatoso de los destrozos, no pasa de ser un incidente mínimo, cobra otra nueva dimensión. El periodista, por así decirlo, lanza un misil al centro del subconsciente del lector, para que se haga preguntas teledirigidas. Hacia el objetivo que a él le interesa, naturalmente.
Por ejemplo “¿Por qué Austria deja estar en el país a estos musulmanes que no se adaptan a nuestra sociedad?” o “¿Por qué no le expulsan del país inmediatamente?” Asimismo, el periodista espera que se despierten dentro del lector recuerdos de otros incidentes si no parecidos, sí asociados al “miedo al extranjero” (en esto, el Kronen Zeitung es experto: para la dirección y los redactores de este medio todos los extranjeros tenemos cuernos y rabo, y olemos a azufre).
Por otro lado ¿Hasta qué punto debe callar el periodista pormenores semejantes? La frontera que separa la ética de la autocensura es muy borrosa y, aunque no se quiera, la redacción de una noticia o de un titular puede remover en el lector emociones “non sactas” ¿Es lícito que un medio –o que el Estado- oculte según qué informaciones, o según qué datos relacionados con esas informaciones- con vistas a mantener un objetivo mayor? Por ejemplo, la paz social o la convivencia interreligiosa.
¿Es veraz una información que se da bajo estas circunstancias? ¿Es obligar a una sociedad a vivir en la mentira?
Yo lo tengo claro, ¿Y tú?
Este sábado estará disponible la segunda parte de la interesantísima charla de Pedro. Mientras tanto !No te quedes sin escuchar la primera parte! Solo en Viena Directo.
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