El jefe de la emisora pública austriaca de radio (Ö3) ha tenido que declarar públicamente que, en contra de lo que ha parecido sugerir una subordinada suya, en Austria, ganz ofiziell, no hay pringaos.
22 de Abril.- Las personas que se dedican a una actividad artística son, en muchos casos, muy parecidos a niños necesitados de atención. Todo el que escribe, el que pinta, el que canta o el que toca la bandurria aspira a hacerlo para un público masivo y, si no llega a ese público masivo, es muy fácil que piense que el fallo no está en la calidad de su trabajo sino en una conspiración para que el respetable no tenga acceso a los excelsos productos de su talento.
La excusilla y la exclusión cultural
Los que escribimos, los que pintamos, los que cantamos o los que tocamos la zambomba con más o menos acierto, siempre tenemos nuestra excusilla preparada. En la España de los sesenta y los setenta, por ejemplo, teníamos la política (era una excusa ideal). No, oiga, yo es que no vendo discos o mis obras no se representan por la censura (que ciertamente la había y muy estúpida, como todas las censuras). Cuando hizo chimpún la censura y Nadiuska pudo enseñar las peras hermosas en tecnicolor, los artistas malos salieron de las catacumbas y la triste realidad es que a la gente le dio exactamente igual lo que producían. Como antes, o sea. Los que ya eran buenos y conocidos siguieron siendo lo que eran y la gente siguió conociéndoles y los otros se lamieron las heridas lo mejor que pudieron y siguieron dando la turra (perdón, interpretando, cantando o lo que fuera) ante una audiencia naturalmente selecta, naturalmente escasa y naturalmente…Bueno, naturalmente.
Todos los artistas sueñan/soñamos con un modelo como el francés, el llamado “de exclusión cultural”. En Sarkozylandia se reserva siempre un espacio en los medios de comunicación (el cine es un caso paradigmático) para el producto nacional, y se grava los productos culturales extranjeros para que puedan descollar los talentos gabachos (y vaya si descollan, que otra cosa no, pero anda si no hemos tenido clones de Amelie en los últimos años, y esto lo digo sin acritud, que soy francófilo ). En Austria, sin llegar a estos extremos, las radios y la tele pública tienen la obligación legal de difundir lo mucho y bueno que los aficionados a las artes producen en este país (no en vano Austria es considerada la meca para muchos tipos de música). Los artistas que se sienten suficientemente mimados por el sector público, siempre tienen la excusa de decir que las multinacionales americanas tienen copado el mercado y que así, claro, no hay quien viva.
El día en que Elke Lichtenegger se quiso morir
El resbalón de una célebre locutora y “lideresa” de la radio pública austriaca RadioÖ3, Elke Lichtenegger, ha parecido darles la razón.
La buena mujer grabó hace un año una entrevista para la emisión “Ja Genau” (Sí, exactamente) del minúsculo canal Okto. Este programa se encarga de hablar de los problemas de la gente discapacitada y de presentar su participación en los medios. En la entrevista Frau Lichtenegger cuenta, en realidad como anécdota, cómo trabó conocimiento con los Imagine Dragons (en el momento del que ella habla unos desconocidos). Los ID estaban en un estudio cantando “muy alto” mientras frau Lichtenegger intentaba trabajar en su mesa. Al rato de no poder hacerlo, Lichtenegger se levantó y les dijo algo así como “¿Queréis callaros ya con la mierda la música, coñio ya que no la dejais a una ni trabajar?” y dio un portazo.
Los compañeros de frau Lichtenegger le preguntaron “¿Sabes quiénes son?” y ella dijo que seguramente una banda de estas austriacas de pringaos que querían venderle a la Radio Ö3 una canción para que se la pincharan en antena. Los colegas de frau Lichtenegger la sacaron de su error y ahí quedó la cosa. Naturalmente, todas las bandas de “pringaos” del país que aspiran a colocar su maqueta en Radio Ö3 se han echado encima (figuradamente, claro) de frau Lichtenegger y han pedido su –hermosa, por cierto- cabeza.
Frau Lichtenegger –ossea, tía, qué marrón– ha tenido que disculparse en la esperanza de calmar a tanto músico talentoso suelto. Incluso el jefe de frau Lichtenegger ha tenido, como suele decirse, que “salir al paso” para asegurar que la opinión oficial de la emisora no es la de la presentadora y que, por supuesto, en Austria no hay ni un solo “pringao”, y que los que hubiera o hubiese no tocan la guitarra. Faltaría plus.
Los errores de juicio como los de frau Lichtenegger son muy frecuentes en el mundo de la comunicación. Recuerdo yo que, en el año 2000 de la era cristiana, un redactor de noticias de Antena 3, cadena que tuvo la honra de contarme entre su plantilla durante una buena temporada, llegó a mi mesa y, molesto, aburrido, me preguntó:
-Oye, tú ¿No tendréis imágenes de un tal…-espera que lo miro- Enriqui…!Enriqui Martín!?
Ya te digo, el experto de él. Y montó una pieza luego con lo que le di. Así saldría.
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