Un post ideal para olvidar la derrota de España ante Holanda

MetrópolisPara olvidarse de los sinsabores del fútbol, lo mejor es acudir al arte. Hoy hablaremos de la obra maestra de un director más vienés que la Käsekrainer: Metrópolis, de Fritz Lang.

13 de Junio.- A principios de este siglo, en una oscura y polvorienta cinemateca argentina, se hizo un descubrimiento comparable al del hallazgo de una obra desconocida de Klimmt o de un delicado dibujo de Miguel Angel que se hubiera creido perdido para siempre. En tremendo mal estado, medio comida por décadas de incuria, apareció la única copia completa, en su montaje original, de una de las obras cumbres del cine de todos los tiempos: Metrópolis, del director vienés Fritz Lang.

La fundación Murnau, que se encarga de preservar joyas del cine alemán (Metrópolis es una película alemana porque se filmó principalmente en los estudios de la UFA, en Babelsberg) envió a sus técnicos a certificar, primero, la autenticidad del hallazgo y, después, para pergeñar un plan de restauración.

Metrópolis era una obra de arte de la que solo se conocían fragmentos y versiones aproximadas porque, después del estreno, la UFA había decidido acortar su duración al objeto de hacerla rentable. Es más: podría decirse que un proyecto de proporciones fuera de la escala humana, como fue Metrópolis en su momento, fue una de las causas indirectas del ascenso de Hitler al poder. La película de nuestro amigo vienés, Fritz Lang, con su duración y su coste desmesurado, puso a la UFA en tales apuros económicos que los dueños del gigantesco estudio, que llevaba ya casi una década haciéndole la competencia al mismísimo Hollywood,no tuvieron más remedio que venderlo y dejarle el control a un empresario afín a Hitler, el cual cedió la poderosa industria de cine alemán a la propaganda nazi.

Al acortar Metrópolis, desaparecieron tramas enteras, personajes, parte de la sustancia, en fin, de lo que hacía Metrópolis una obra única. Durante décadas, los cinéfilos solo pudimos admirar la brillantísima cinta –parte de cuyos exteriores se rodaron en lo que era la fábrica de ladrillos de Wienerberg, cerca de donde escribo, hoy un gran lago en donde se bañan los vieneses con mucho gusto- solo pudimos admirar la cinta, decía, a través de reconstrucciones parciales, en las que se intercalaban títulos explicativos, que relataban lo que sucedía originalmente en aquellos trozos que se creían perdidos para siempre.

La pista argentina

La copia argentina de Metrópolis había sido el resultado de una afortunada casualidad y, al mismo tiempo, de una decisión comercial de lo más torpe. Inmediatamente después del estreno de Metrópolis, un empresario argentino había comprado a la UFA una copia para exhibirla en Sudamérica. Como no había dado tiempo aún de cortarla, le dieron una de las copias que había, reservándose el empresario el derecho de hacer los cortes necesarios. El argentino proyectó la película un par de veces y, al ver que no tenía el éxito que esperaba, la guardó en un almacén. En los años sesenta, cuando el empresario murió, donó a la cinemateca todas sus películas. Como el nitrato de los filmes mudos se descompone velozmente, convirtiendo las cintas en un limo apestoso e inservible (por no hablar de que es altamente inflamable) los responsables de la cinemateca hicieron copia de todos los materiales en 16 mm y tiraron las latas originales. Así, en una copia de mala calidad y rallada, sobrevivió la que quizá sea la película muda que mejor ha envejecido, la que sigue influyendo aún hoy a artistas de todas las ramas.

Una película que uno no se cansa de ver una y otra vez, sobre todo después de que la Fundación Murnau yArte sacaran al mercado una copia restaurada que le ha devuelto a Metrópolis todo su esplendor.

Si alguien no la ha visto –yo la reviso de vez en cuando- por favor que no se la pierda. Metrópolis es un gran espectáculo, una producción fastuosa (durante muchos años fue la película más cara del cine alemán) que costó 5 millones de marcos de la época y en la que intervinieron 27000 extras.

Todo salió de la cabeza de un vienés notable, del que quizá, hablaremos más despacio otro día.


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