¿Puede una relación amorosa fundarse en el poder de una parte sobre la otra o en la dependencia existente entre las dos? Hoy examinaremos el caso de Cata (y los hombres)
NOTA: Este post está basado en varias historias reales pero, obviamente, los nombres, los sitios y las circunstancias están cambiados, mezclados y, en algunos detalles, exagerados, para servir más al propósito del autor, que no es otro que el de exponer un determinado modelo (aberrante, en su opinión) de relación amorosa. Obviamente, el caso expuesto es de hombre austriaco y mujer española, pero podría darse también al revés.
16 de Agosto.- Catalina de Entrambasaguas Fontán, como mis lectores podrán saber pormenorizadamente si pinchan en este link, conoció a su novio Erwin Dickinger, austriaco, nacido en la bonita localidad de Rekawinkel, durante la tomatina que, anualmente, se celebra en el pueblo de Buñol.
Tras quedar absolutamente prendada de las pantorrillas del muchacho –un fetichismo secreto de Catalina, que era por lo demás mujer dada a la lírica, como buena experta que era en Lope de Vega-, la española decidió lanzarse a la aventura de la emigración y probar suerte en Austria.
Así pues, como cantaba Nino Bravo, dejó sus campos y marchó lejos de su lugar de nacimiento. Los principios fueron enormemente difíciles para Catalina, por las mismas razones que son difíciles para todo el mundo. A saber, desconocimiento del idioma, desconocimiento de la idiosincrasia aborígen, intolerancia a las grasas saturadas y a la falta de pescado en la dieta…En fin.
Lo curioso de este caso fue la curiosa actitud de Erwin, algo contradictoria, ante sus dificultades de adaptación.
Por un lado, le reprochaba a Catalina que no fuese suficientemente inteligente para aprender rápido el idioma o para adaptarse con más celeridad a su nueva situación–reproche poco considerado pero que encontraba su marco en esas escenas de matrimonio que son producto del asco que da cuando hay confianza- . Por otra parte, sin embargo, conforme Catalina, impulsada por el sufrimiento que le producía no estar a la altura de las expectativas de su novio, puso “todo el corazón en el asador” y fue ganando no solo en conocimiento del alemán sino también en desparpajo social y, sobre todo, en amistades, el carácter de Erwin Dickinger se fue agriando hasta que su relación con Cata terminó por convertirse en un tira y afloja de celos que comprometían muy mucho la viabilidad de su relación.
Un vínculo que había ido bien mientras Dickinger se había sentido seguro de que Catalina dependía de él, no ya económicamente –la española era muy trabajadora y pronto encontró manera de conseguir dinero para pagarse los schnitzels– sino, sobre todo, y ahí estaba el quid de la cuestión, social y emocionalmente.
Al principio, Cata no podía entender lo que le sucedía a su novio y estaba completamente ofuscada por los mensajes contradictorios. Hasta que se dio cuenta de que, quien la necesitaba no era ella a él, como había pensado casi desde el principio, sino él a ella. Para reafirmarse, para sentirse poderoso.
Y es que nuestro amigo, el de Rekawinkel, no era lo que se dice un hombre para el que hacer amigos fuera fácil –era más bien tímido- y Catalina, quizá para compensar los obstáculos que para ella suponían la lengua, la idiosincrasia y la amplia presencia de grasas hipersaturadas en la dieta, se había desatado, había demostrado su potencial y se estaba comiendo el mundo. El resultado era que Dickinger sentía cada vez más comprometida su posición si no de dominio, sí de superioridad con respecto a Catalina y cada vez le resultaba más difícil encontrar aspectos de la vida de ella en los que Catalina le necesitara.
Para algunas personas, la relación sentimental establecida con una persona extranjera (he puesto de ejemplo una relación entre una española y un austriaco, pero también conozco casos así de relaciones entre españoles, por ejemplo y sudamericanos) se establece también en términos de poder y dependencia (aspectos ambos que, si bien se mira, son las bases menos sanas para establecer cualquier relación humana de la naturaleza que sea).
La relación se sostiene mientras los papeles están claros y existe esa relación de poder y de dependencia, en donde la parte de la pareja que vive en el país en el que ha nacido, es la parte dominante, la que siente que es necesitada y, por lo tanto, se siente segura de que la otra parte –la que abandona su país para asentarse en el de su cónyuge- depende de él y no le va a dejar mientras dure esa dependencia.
Si ese equilibrio de poderes se rompe o bien se forja uno nuevo –caso improbable- o bien la pareja se rompe también.
He escrito este post mezclando rasgos de varias historias que han llegado a mis oídos, porque me ha resultado curioso que este modelo de relación (que a mí, personalmente, me parece aberrante) es mucho más corriente de lo que pudiera parecer ¿Os habéis topado con algún caso así?
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