¿Hay motivo para preocuparse o estamos ante la edición anual de Sharknado?
18 de Agosto.- Todos los años, en Viena, a la altura de estos días, cambia la luz. Deja de ser verano fotográfico y entra el otoño. De día, la luz se hace más blanca y al aire se le pone un filo frío que ya no se quita incluso cuando la buena de Christa –la meteoróloga más maja de la ORF- dice que hay estación calurosa para rato. Y si Abril, como decía el poeta, es el mes más terrible (él sabría por qué) para mí, Agosto es el mes más melancólico, porque a mí el otoño me pone tristón.
Otra cosa que sucede todos los años, de algunos a esta parte, es que tenemos una amenaza de apocalipsis que hace mucho ruido y luego se queda en nada –gracias a Dios-.
Sharknado 2014
Recuerden mis lectores la gripe porcina que iba a terminar con el género humano a base de taquitos de jamón.
Aquellas personas que agonizaban entre horribles sufrimientos solo con que hubieran estado en contacto con piaras de guarros (a guarros de cuatro patas me refiero, a los de dos piernas ya los despachamos aquí en su momento); o la enfermedad del pepino asesino, que luego ni fue por el pepino ni nada de nada. Di que te comías un pepino infectado y también cascabas en cuestión de horas sin que pudiera evitarlo ningún científico de la ciencia, así fueras Marcos Montaña de Azúcar (Mark Zuckerberg) o perico el de los palotes.
Este año, la pesadilla, el “Sharknado 2014” es el ébola.
De esta pesadilla, por lo menos, se puede decir que es cierta como cierto es que todos, dentro de cien años, seremos víctimas de la alopecia pero parece que, desde la prensa, hay un interés porque haya casos sospechosos de ébola que, la verdad, apunta más a sensacionalismo y a ganas de vender periódicos que a otra cosa. Nosotros hemos tenido nuestra película de Will Smith en el caso del pobre misionero que cascó en Madrid y para cuyo transporte se montó un dispositivo que (oh, fortuna) hizo correr los proverbiales rios de tinta en las rotativas por un doble motivo. No solo porque el pobre caballero –al que le quedaban, por cierto, pocos meses para jubilarse, que ya es mala pata- estuviera infectado por el mortífero morbo sino porque, además, había gente que no estaba a favor de que se hubieran gastado cientos de miles de laureles del dinero del contribuyente para transportarle a España sabiendo que el caballero estaba herido de muerte. Sostenían estas personas que, si se había metido solito en la boca del lobo, ah, se sentía.
Aquí, quisiera yo romper una lanza por el Gobierno español –cosa que, en este caso, me parece de justicia- y lo voy a hacer como paisano del muerto que pasa sus días alejado de la Madre Patria.
Paco rompe una lanza
Empezaré diciendo que si bien en el transcurso de la vida diaria de los trasterrados, la Embajada del Reino de España no tiene la más mínima influencia –cosa que, sospecho, saben perfectamente todos los trabajadores de aquella Santa Casa de la Argentinierstrasse, del embajador para abajo– en cambio, es también verdad que, cuando sucede una emergencia, el comportamiento de la embajada es modélico (también, oiga, nuestros impuestos nos cuesta). Y, en tanto que ciudadanos españoles, tenemos derecho a asistencia legal y a que nos repatríen, en determinados supuestos. Uno de ellos, es el de enfermedad.
Los aprietos que a uno le pueden suceder en Austria son, gracias a Dios, facilmente solucionables (al fin y al cabo, este país es el que nueve de cada diez elefantes eligen para morir, por algo será) pero claro, en Nigeria, Colombia, Sierra Leona o Irak –por poner ejemplos de países en donde debe de haber cierto estrés diplomático- los sustos que uno puede recibir son mucho mayores y, por lo tanto, las medidas que deben tomar las embajadas respectivas, proporcionales.
Así pues, cuando el Gobierno repatrió al misionero no estaba más que cumpliendo con su deber en tanto que Gobierno que vela por los intereses de sus nacionales.
Todo esto viene a cuento porque, hasta EPR ha llegado también la psicosis del ébola y hoy, el Österreich (gran periódico) llevaba a su primera página una alarma por ébola en Austria. Alarma que, en la página ocho, era rebajada a simple “sospecha”.
Naturalmente, los medios agitan el fantasma pero no cuentan que, si bien, el que se contagia del ébola tiene un sesenta por ciento de probabilidades de cascar, también es verdad que el contagio es relativamente fácil de evitar. Para empezar, el ébola no se transmite por vía aérea. O sea, que hay que estar en contacto con los fluidos corporales de un enfermo (sangre, etc) para contraer la enfermedad. Eso, o que te muerda un animal infectado (por ejemplo, un murciélago).
En resumen (en triste resumen): cuando los chiquillos vuelvan a las aulas, volverán también las aguas a su cauce. Seguirá muriendo la gente en África y a la inmensa mayoría de los europeos les seguirá chupando un pie (es probable que estén ocupados por la guerra que es probable que estalle en Ucrania una vez se haya recogido la cosecha de este año, que es a lo que están esperando todos). Los periódicos habrán encontrado otro señuelo para vender más ejemplares.
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