Hoy ha sido mi primer día de desempleo después de seis años en la misma empresa. Y ha sido, en cierto modo, agradablemente sorprendente. Esto, señores, también es Viena.
1 de Octubre.- Querida Ainara (*): ayer fue mi último día en la empresa en la que he trabajado durante los últimos seis años. Mi jefe se muda, vuelve a la ciudad en que nació, en Baja Austria, y se lleva la empresa con él. Desgraciadamente, no puede llevarse a sus empleados porque, para los que vivimos en Viena, sería demasiado trabajoso ir y volver todos los días a la nueva sede de la compañía. Así que mis compañeros y yo nos hemos quedado en paro.
Los últimos días han sido algo melancólicos, porque siempre cuesta un poquito dejar un sitio en donde has pasado tanto tiempo, pero la verdad es que, de alguna extraña manera, también han sido algo terapéuticos, porque el deshacer la oficina ha actuado como una especie de ritual de despedida. Ha sido un poco como cuando yo hacía teatro y, después de la representación, los actores nos poníamos a desmontar el decorado para meter en cajas todos los chismes del atrezzo. Lo hemos ordenado todo, metiéndolo en cajas rotuladas, preparando de alguna manera la futura vida de la empresa sin nosotros. La vida es así y, sobre todo, también es sano que así sea: para que puedan venir cosas nuevas, tiene uno que hacerles sitio cerrando las etapas antiguas.
Así pues, tu tío es hoy por hoy un hombre sin trabajo (aunque con muchos proyectos) que, de momento, aguarda curioso lo que le traerá la próxima vuelta del destino.
Mi primer día de desempleado ha traido sin embargo algunos descubrimientos bastante agradables. El primero ha sido el de comprobar que estoy en mucha mejor situación que en 2008, la última vez que estuve sin trabajo. Mi alemán ha mejorado muchísimo, por lo cual me ha sido mucho más fácil realizar todos los trámites y, en el servicio público de empleo, los funcionarios me han tratado muchísimo mejor que cuando me costaba más hacerme entender. Por otro lado, gracias a que he estado trabajando en una empresa pequeña, en la que tenía que hacía prácticamente de todo (desde comprobar que los pedidos estaban conformes hasta tratar con proveedores, pasando por la atención a los clientes) tengo una experiencia amplia que podré aprovechar en mi próximo trabajo y que creo que ha aumentado mi valor como empleado. Además, no solo mi alemán ha mejorado mucho. Como he estado trabajando mucho tiempo en francés (el mercado español y el del país galo eran mis responsabilidades) ahora hablo y escribo en francés mucho mejor que antes (cuando llegué a Austria lo tenía un poco olvidado). También he mantenido a raya el inglés (¡Ay, tantas pelis en versión original!) así que, con todo esto, tengo mucha fe en que, más pronto o más tarde, encontraré un trabajo estimulante en el sector del comercio internacional, que es el que más me gusta.
En el siglo XXI, Ainara, los trabajadores por cuenta ajena tenemos que acostumbrarnos a no asustarnos de estos paréntesis. Dentro de que la incertidumbre es un poco fastidiosa, también hay que ser optimistas, y pensar que buscar trabajo es, en un trabajo en sí mismo y que, con un poco de suerte, encontraremos algo por lo menos tan bueno como lo que dejamos atrás. Lo importante es no desanimarse, no abandonar los horarios, tener proyectos que le lleven a uno de un día a otro y mentalizarse de que, cada paso, por pequeño que sea, le lleva a uno a la próxima parada.
Seguiremos informando.
Besos de tu tío
(*) Ainara es la sobrina del autor
Deja una respuesta