¿Has encontrado en Austria a tu media patata? Entonces estos consejos te serán muy útiles.
7 de Noviembre.- Sería curioso saber cuántos de los españoles que vivimos aquí vinimos “por razones económicas” y cuántos “por razones sentimentales”. La pregunta es menos neutra de lo que podría parecer, sobre todo para aquellas personas para las que haberse ido de España es un drama tremendo (la famosa “marea granate”) y se consideran a sí mismos “exiliados económicos”. Los que se vinieron aquí por amor, o encontraron aquí a la elegida o al elegido de su corazón (ambos admiten plurales) sin duda encontrarán este post útil.
¿Cómo conservar una relación con un austriaco o una austriaca? Aparte de lo de bajar la tapa del wáter y demás, aquí unos pequeños consejos.
Primero: los austriacos, por lo general, son muy sensibles al ruido. Se recomienda no comer cosas que hagan ruido al ser masticadas. Los españoles somos muy de comer pipas (prohibidas, porque a la frustración del ruido, para los austriacos se añadirá la frustración de no saber cómo comerlas). Las pipas, por lo tanto, streng verboten (especialmente viendo una película) pero por ejemplo también las manzanas, ese alimento sanísimo, cuyo chasquido pone a los austriacos de los nervios.
Segundo: no la/le interrumpas. Tu austriaco o tu austriaca no están preparados para ello. El sistema operativo de su cerebro no lo admite. Cada comando, cada línea de programa, deberán ser ejecutados hasta el final. No entienden que el pensamiento sea arborescente y tienden a ir siempre a la línea recta. O sea, que déjales exponer sus pensamientos, sus enfados, sus consejos, sus críticas de las películas hasta el final. Y una vez ahí, reaccionas. Nunca podrás hacer con ellos una escena de Friends (o quien dice Friends dice Farmacia de Guardia) pero probablemente vuestra comunicación, si tienes un poco de paciencia, ganará en eficacia.
Tercero: ten paciencia con su impaciencia. Los austriacos son MUY impacientes y nuestra lentitud de reacción ante determinadas situaciones puede ser muy estresante para ellos. Si, a la hora de pgar en un restaurante, por ejemplo, tardas un poco entre que traduces, decides cuánta vuelta dar, estate quieta, échate pallá y ponte bien, es muy probable que tu santo/a empiece a poner caras raras que probablemente, si se prolongan, terminen en una noche sin postre. La vida es así, no hay otra. Paciencia, ya que ellos no la tienen.
Cuarto: modo ironía off. Sería muy arriesgado decir que los austriacos no conocen la ironía pero también sería, probablemente de lo más cierto. Bueno, el caso es que la utilizan muy poco y no la entienden. A los españoles esto nos pone bastante malos, porque la ironía forma parte muy fundamental de nuestro sentido del humor pero, si quieres tener una pareja austriaca, tienes que mentalizarte que es muy probable que, si tú utilizas la ironía, tu pareja no registre lo que estás diciendo y, una de dos, o no entienda por dónde vas o le parezca que sufres un trastorno de percepción de la realidad (¿Por qué dice que la prima Hildegard es una belleza si tiene más bigote que Tejero?) o que estás intentando fastidiarle diciendo cosas sin sentido para boicotear su cadena de pensamientos (ver punto número dos). Para afrontar este punto de fricción conyugal se recomienda hacer una labor (pacientísima) de pedagogía y, en casos extremos (pocos, por suerte) desistir.
Por último, quinto: a pesar de que el asunto esté de plena actualidad por el tema de la exposición de Velázquez, ni se te ocurra recordarle a tu santo/a que, una vez, hace siglos (no tantos) Austria fue una parte de España. Lo llevan fatal y se ponen a decirte que fue al revés. No cejes, persevera en la verdad. Y, si la cosa se pone fea, recuerda que, en tu relación, tú siempre tienes las dos últimas palabras: “Sí, cariño”.
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