La razón del adversario

SAgrada familiaLa reciente visita del papa al Parlamento Europeo provocó una reacción curiosa en unos diputados del grupo de Izquierda Unida.

26 de Noviembre.- Querida Ainara (*) : a estas alturas de su pontificado, es de todos conocido que el papa Francisco ha removido (o está intentando remover) los fondos de la Iglesia católica, de manera que se ha hecho un lugar común la contraposición (quizá de trazos demasiado gruesos) entre el papa, progresista, paciente, buen comunicador, que dice cosas próximas al hombre de la calle, y la carcundia que reinaba con su predecesor, el papa emérito y que reinó aún más atrás, durante la oscurísima última parte del reinado de Juan Pablo II.

Es muy probable que, los conservadores que quieren ahora darse un barniz de progresismo y que afirman que el papa Francisco no dice nada nuevo, tengan su parte de razón. Pero el caso es que Francisco, al que en este blog se conoce como el papa Paquirri con todo el cariño del mundo, ha conseguido que el mensaje de la Iglesia llegue al hombre de la calle del siglo XXI, por lo menos en una parte del mundo, Europa, en donde la Iglesia católica está en franca retirada (en gran parte por culpa de la propia Iglesia católica y su propensión a aplicar la ley del embudo para los asuntos que le afectan).

Hace unos días, el papa Paquirri, al que da un poco de pudor llamar Su Santidad, porque se le ve tan humano y tan de andar por casa (como, por otra parte, debería de haber sido siempre con todos los papas) fue al parlamento europeo y dio un discurso en el que dijo verdades como puños, y las dijo sin levantar la voz. Dijo por ejemplo, que era intolerable que el Mediterráneo se estuviese convirtiendo en un gigantesco cementerio (una de sus primeras visitas como pontífice, quizá para demostrar que el deber de cualquier cristiano es estar, primeramente, con lo que sufren, sin juzgar de dónde venga ese sufrimiento, fue a los vergonzosos campos en donde se hacinan, en el sur de Italia, las pobres personas que se juegan la vida para cruzar la mar desde África).

Dijo también que Europa tiene que volver a sus raíces humanísticas, que la persona debería volver a ocupar el centro de la cosmovisión europea, para que la Unión, nuestra Unión, siga siendo un modelo válido ante el mundo. Un modelo que oponer, por ejemplo, a la espantosa y reaccionaria Rusia de Putin; o a la desalmada eficacia económica americana, en donde el sistema de protección social está reducido a su mínima expresión y hay millones de personas que carecen de lo fundamental a pesar de vivir en un país que se llama a sí mismo desarrollado. Habló también de la progresiva deriva de nuestra civilización hacia lo que él llamó “cultura del descarte”, en donde los seres humanos son tratados por la maquinaria económica como objetos que, una vez dejan de ser útiles, se desechan.

En conjunto, las palabras del Papa fueron bastante poco “confesionales” y, tratándose de un clérigo, y del representante máximo de una de las religiones planetarias, las referencias a Dios en su discurso fueron, desde mi punto de vista, sorprendentemente pocas. La alocución papal fue, en conjunto, un modelo de tacto y de sensatez.

Naturalmente, el papa Francisco es la cabeza de una institución, la cual, a pesar de autotitularse madre y maestra de la Humanidad, se ha portado (y se porta aún) como una madrastra con muchísimas personas, de manera que es irremediable pensar que, con madres así, quién necesita enemigos. Con las mujeres, por ejemplo, a las que reserva un papel de segunda, se mire por donde se mire. O con los homosexuales, a quienes les niega la posibilidad de manifestarse como Dios les ha hecho (aunque, gracias al papa, puede ser que esto cambie pronto). Naturalmente, la Iglesia sostiene muchas cosas que han sido completamente superadas por el tiempo en que vivimos, principalmente, en lo referente a la planificación de la natalidad y a la vida sexual de las personas. Muchas cosas con las que uno no puede estar de acuerdo.

Sin embargo, me pareció completamente infantil, de pipiolos de instituto, la reacción que tuvieron unos eurodiputados españoles de Izquierda Unida, los cuales tuvieron la mala educación de abandonar el hemiciclo parlamentario en medio de la charla del papa, porque Francisco dijo algo con lo que no estaban de acuerdo ¿Hacen lo mismo cada vez que uno de sus colegas de la eurocámara –y los tienen a los que hay que echarles de comer aparte, por ejemplo, el nutridísimo grupo de ultraderechistas- dicen alguna cosa con la que no comulgan? ¿Hemos de esperar de estas personas, a las que pagamos todos, esa cerrazón, esa paletez, esa estrechez de miras? Ainara, en esta vida, muchas veces enriquece más prestar atención a personas que tienen diferente línea de pensamiento que nosotros, que vivir felices como los imbéciles rodeándonos solo de personas que nos dicen a todo que sí. Por no hablar de que, muchas veces, conviene escuchar a nuestros enemigos, porque, aunque nos fastidie, tienen razón en las cosas malas que dicen de nosotros.

Besos de tu tío

(*) Ainara es la sobrina del autor


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