Hoy, el autor tiene algo muy importante que comunicar a los lectores de su blog.
20 de Diciembre.- todos los días, cuando me pongo a escribir, pienso en ti.
Eres esa persona que está al otro lado, que enciende el ordenador en la soledad de su casa, o que lee Viena Directo en el metro, desde el teléfono, mientras acude a su trabajo o que, cuando ve que he publicado el post de todos los días, hace un paréntesis en sus tareas y se da tres minutos de descanso. O en ti, que sé que me lees cuando tienes un rato para ti después de haber acostado a los niños o mientras calientas la leche del biberón del pequeño, que este invierno te tiene preocupada porque va de catarro en catarro y no hay manera de que se le pasen esos mocos. También pienso en ti que estás en el paro, que sé que me lees y no me dejas comentarios, porque te da vergüenza o, simplemente, no piensas que tus opiniones sean tan especiales como para dejarlas escritas (lo son: tus opiniones son valiosísimas y espero que, en el año 2015, te animes y me digas algo). Pienso en ti también, que me conoces personalmente, que me has visto por Viena y me has saludado. Que me has parado por la calle solamente para darme las gracias y luego, muerto de vergüenza, has vuelto a desaparecer entre la gente que se arremolinaba en la estación de metro de Karlsplatz. O en ti, que vives tan lejos de Austria, pero al que le resolví una duda por correo electrónico y, desde entonces, se quedó a leer mis posts y, cuando le interesa el tema, se echa unas risas bien agusto. Cuando te escribo, no te me vas de la cabeza tú tampoco, esa persona que ve los enlaces a mis posts en Facebook, todos los días, cuando entretiene los minutos que le dura su visita diaria al señor Roca y se pregunta qué es lo que me empuja a darle todos los días a la tecla, a buscar un tema diario interesante, o intrigante, o curioso o, simplemente, que haga pensar.
Muchas veces, cuando me fallan las fuerzas para escribir, o no se me ocurre nada o escucho esa voz que me dice: “no escribas todos los días, hazlo un día sí y otro no, total, no se va a dar cuenta nadie”, cierro los ojos y pienso en ti y en ti y en ti también, y pienso que tengo una suerte grandísima, porque los lectores de Viena Directo son lo mejor de Viena Directo. Y es que sois lectores, en general, por encima de la media. Me ponéis el listón muy alto, me corregís, soy perfectamente consciente de que esperáis que trate los temas no como una mera exposición de hechos, sino también explicando de manera personal e interesante cuál es mi opinión pero, al mismo tiempo, dándoos los materiales necesarios para que vosotros mismos os podáis hacer una opinión propia sobre los asuntos que trato (y a veces pensar que estoy equivocado, porque la discrepancia, en contra de lo que piensan los tontos, no es enemistad, sino símbolo inequívoco de la perspicacia).
Sé que tú eres esa persona que estás ahí y que ve Viena Directo como yo, como una conversación en donde se puede tratar de todos los temas de manera amigable y humilde. Un espacio de información, de análisis, en donde no hay más tabú que la mala educación y en donde reina siempre la amabilidad, el sentido del humor y el respeto por las debilidades ajenas. Debilidades que son, específicamente, lo que nos hace más humanos.
He decidido escribir hoy este post para darte las gracias, porque a las personas a las que se quiere, que le hacen a uno la vida más fácil o más llevadera o más agradable, hay que decirles de vez en cuando que te caen bien y que las quieres y que tu vida no sería tan fácil o tan llevadera o tan agradable sin ellos. La vida humana es como escribir en el agua. No has pasado el dedo por la superficie y ya se ha borrado el rastro de la letra en el agua. Todo está pero, al mismo tiempo, podría no estar.
Por eso escribo esto hoy, para que sepas que hay alguien, sentado en Viena delante de un portátil, que piensa que eres muy especial y que se alegra de que estés ahí y de que hayas descubierto un blog minúsculo, pero escrito siempre, desde el fondo del corazón y con el objetivo de entretenerte y celebrar el hecho de que somos personas armadas con curiosidad, que nos reimos de las mismas cosas.
No tengo palabras para darte las gracias por estar ahí. Cuídate mucho y hasta mañana.
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