El discurso del Rey

El reyAyer por la noche, el Rey Felipe uve palito, nuestro señor, se estrenó en lo de los discursos navideños: una aproximación diferente.

25 de Diciembre.- Feliz navidad a todos los lectores de Viena Directo. Espero que el Christkind se haya portado bien (cosa de la que yo no tengo dudas: leer Viena Directo todos los días es la manera más segura de no recibir carbón jamás de los jamases).

Cuando yo era jovencito, pasábamos las nochebuenas en casa de mis abuelos maternos. Allí, era norma ver el mensaje del Rey. Nada más sonaban los primeros chundachundas del himno nacional, mi abuelo (que en paz descanse) procuraba imponer algo de silencio para escuchar las vaguedades que decía el jefe del Estado, el cual, es sabido, tenía siempre algo que le llenaba “de orgullo y satisfacción” pero nunca le era fácil comunicárnoslo a los ciudadanos porque tenía que competir con mi abuela, que llamaba desde la cocina para que la ayudaran con los canapés o el cóctel de gambas, con la algarabía que formaban mis primos, entonces unos niños pequeños o, en general, con las conversaciones entre los adultos los cuales se interesaban poco por las escrupulosamente insustanciales palabras del monarca.

Al día siguiente, todo un equipo de descifradores y exégetas se dedicaban a leer entre líneas las vaguedades que el rey había leido, a su vez, la noche anterior e, indefectiblemente, llegaban todos a la misma conclusión: el Rey había dicho un montón de cosas inteligentísimas, dignas de su cacumen superior, las cuales solo se descubrían si uno estaba “en la pomada” de la vida nacional.

Debido a esta costumbre de mi abuelo, me vi todos los mensajes del Rey Juan Carlos y, vérmelos, se convirtió, viviendo ya en Austria, en una especie de entrañable costumbre familiar. Ayer por la noche, en la pantalla salió otro señor y, por supuesto, siendo yo muy fan de nuestros reyes (del nuevo más que del otro) me senté delante del televisor y me vi el mensaje.

Don Felipe se estrena

Naturalmente, debido a los civilizados horarios navideños centroeuropeos, vi la charla de su majestad en diferido (en la web de TVE). No entraré en el contenido, cosa que ya han hecho, a lo largo del día de hoy, todos los exégetas de los que hablaba antes y alguno que otro nuevo, sino que haré un análisis desde el punto de vista profesional y, sobre todo, comparando con la charla que da su homólogo, el Jefe del Estado austriaco, el día de Año Nuevo por la tarde.

Mensaje de Navidad de su Majestad el Rey de 2014

En primer lugar, hay que decir que este tipo de formatos (señor que larga un rollo a una audiencia a la que presume interesada en lo que dice) son a la televisión lo que las ruecas a la alta tecnología.

O sea cosas que, en un mundo en donde se puede declarar la guerra o el amor por whatsapp son, no ya reliquias del pasado, sino ecos de aquel Big Bang en el que Marconi inventó a telegrafía sin hilos. Dicho esto, como dijo el castizo “si hay que ir se va, pero ir pa ná es tontería”. El primer pero del mensaje del Rey fue la duración. Doce MINUTAZOS y medio. Repetimos: en un mundo donde IKEA te vende la estantería Billy en 15 segundos y Samsung un móvil en treinta ¿Estamos locos o qué? O sea, que con cinco minutos hubiéramos ido más que servidos (el último de su padre duró 12 minutos veinte segundos: de nuevo, un disparate).

Después, el mensaje no pasará a la Historia de la literatura. Si ya todos somos mayorcitos y sabemos que ningún político actual es Castelar (ni lo tiene que ser) ¿Por qué no contratan a un profesional para que le escriba (mejor) al Rey los discursos? Ni el mejor actor (y el Rey es un orador normalito) hubiera podido salvar aquello. Un buen discurso, como un buen artículo, debe ser como una morcilla: bien atado por arriba y bien atado por abajo y, por el medio, ser como un viaje en tobogán. Ninguna de esas cosas fue el discurso del Rey ayer.

Por otro lado, el Rey es muy fotogénico, pero necesitaría urgentemente los servicios de un logopeda. Como dicen en el teatro “se traga la voz” y, además como el castellano es solo uno de sus idiomas ( es sabido que en la familia real se ha hablado siempre inglés, como en casa de los Preysler) tiene serios problemas para darle a las frases una entonación medianamente sensata. Por eso, al escucharle se tiene siempre la misma sensación que cuando se leen las novelas de Ray Loriga, que parecen siempre traducciones.

El tercer pero, horroroso pero, mas no culpa del pobre Don Felipe, es la realización. Se escudan siempre los de TVE en la famosa “señora de Cuenca” que tiene que entenderlo todo pero joé, cualquiera diría que piensan que somos todos epilépticos. Esos planos fijos (eternos, sin un inserto en medio para darles un poco de ritmo), esas transiciones que duran cinco segundos…Ni un rebaño de ovejas drogado con coca-cola hubiera podido permanecer despierto.

Y por último ¡Ese final! ¿Es que en Televisión Española no tienen material de archivo bonito del matrimonio y las niñas, que tienen que utilizar esos collages baratunos en 3D con fotos? ¡Y esa infografía, tan 1990, de la bandera del Rey ondeando! Y eso habiendo una periodista en la familia. En fin, que le damos un sufi y va que se mata. El año que viene, a estudiar más.

Mensajes de navidad a la austriaca

¿Cómo es el mensaje del Presidente de EPR? En primer lugar, mucho más corto. Este año, Heinz Fischer se despachó nada menos que en siete minutos y medio (incluyendo cabecera y lo que en el argot se llama “cartón de salida”). Segundo, Heinz Fischer entra en el plató andando (¡Andando! Creo que me va a dar un infarto) y se sienta. Luego, hace una corta pausa y empieza a hablar en un tono mesurado, pero normal (claro es que Fischer tiene, como suele decirse “el culo pelao” de hablar a la tele, pero bueno). Tercer punto a su favor, la decoración. Señora, es el jefe del Estado, a ver cuándo nos enteramos. Heinz Fischer no tiene ni sofá de cretona, ni fotos de su Margit, nada. Una mesa, una silla, dos banderas (la de Austria y la de la Unión) y un ramo de flores con los colores de la bandera “rojiblianca”. Y para que la cosa no sea demasiado aburrida (o sea, peor de lo que ya es), una perspectiva al fondo. La realización no es mucho más dinámica que la de Televisión Española, pero ayuda un poco que el discurso, en general, es más “profesional” (curiosas coincidencias, por cierto, en los contenidos).

En fin, esperamos que el año que viene entre la sensatez en el departamento de comunicación de Zarzuela (si es que tienen). Pueden estudiar el modelo austriaco, a ver qué se les ocurre.


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