Por fin, se ha impuesto la sensatez. La dueña del Prückel se ha disculpado públicamente y los clientes podrán besarse sin miedo en su local.
15 de Enero.- Hay expresiones que uno odia, y lo tiene escrito aquí muchas veces. “Rizar el rizo”, “hacer sus pinitos”, “seguir los pasos”...Un largo etcétera en el que se incluye “Rectificar es de sabios”.
Es escucharla, e imaginarme a un periodista mastuerzo de Sálvame, contando que un tronista ha decidido inclinarse por una candidata a la que, anteriormente, había despreciado porque se le veía el tirachinas del tanga a través de los vaqueros.
Sin embargo, hay situaciones en la vida en las que es difícil, de verdad, encontrar un sustituto a la frasecita de marras. Hoy, se ha dado una de estas: según una nota publicada por la agencia de noticias austriaca APA, de la que se hacen eco diversos medios austriacos, la propietaria del café Prückel, Sra. Sedlar, se ha disculpado por el incidente que hubo en su local con las dos chicas lesbianas que se besaron y a las que un camarero invitó a marcharse.
La pobre señora Sedlar (se disculpa en unos términos que dan lastimica, la verdad) pide perdón públicamente, y dice que, en su calidad de dueña de uno de los cafés más concurridos de Viena, habría debido reaccionar con más mano izquierda. Lo dice y no le falta razón.
No lo hizo, y mañana está convocada una besada que, en Facebook, ya cuenta con más de 7000 “me gustas” ¿Conseguirá la disculpa de la señora Sedlar parar que la Ringstrasse se colapse mañana de gente manifestando públicamente que a ellos lo que les pone el cuerpo a mil es hacer el amor y no la guerra? ¡Quién sabe! El caso es que el daño comercial que ha debido de hacerle la polémica al café Prückel ha hecho que la buena señora haya tenido que dar su brazo a torcer.
O quizá hayan sido otros los motivos.
Ayer, en el informativo de la ORF, el héroe de todos los periodistas de este país y de gran parte de los telespectadores que le seguimos embelesados, tuvo una de sus cáusticas e hilarantes intervenciones a propósito del tema. Con esa cara de palo que es lo mejor del mejor humor austriaco, leyó a cámara la nota que el FPÖ de Viena había publicado y en la que se solidarizaba con la pobre señora Sedlar (a la que se le debieron poner los permanentados pelos como escarpias). En la nota, decía textualmente, refiriendose al beso de estas dos chicas, que:
“Wird wohl ka Zwickerbusserl g´wesn sein, sondern a solider Zungenpritchler“
La traducción en español pierde un poco de la (involuntaria) gracia de la nota, pero sería más o menos así:
“Seguro que no fue (lo que se dieron las lesbianas) un besito de saludo sino que se metieron la lengua hasta el píloro”
¡Con amigos así –habrá pensado la dueña del Prückel- quién necesita enemigos besándose en la puerta del local de una! Y seguramente se habrá visto en la necesidad de reconsiderar su actitud y disculparse públicamente.
Por cierto, quien quiera disfrutar de este MOMENTAZO televisivo, puede hacerlo aquí (solo por tiempo limitado, porque en la ORF duran estas cosas un suspiro de monja).
Por lo demás, este cronista de la ciudad que el Danubio riega con sus azules aguas, hará por pensar que la disculpa de la Sra. Sedlar no se ha debido a un agudo dolor de monedero, sino a que ha aprendido que es mucho mejor besarse que entrar en la redacción de cualquier medio de comunicación armado con un Kalashnikov y que, de hecho, si los que empuñan los Kalashnikovs (coña, con el apellido) si los que empuñan el Kalashnikov, decía, se besasen más con sus novios y sus novias, probablemente el mundo sería un locus mucho más amoenus.
Razón por la cual, si se ofrece, este bloguero no tendrá ningún inconveniente en volver a entrar al Café Prückel y tomarse un cafelete.
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