Hoy, traemos a Viena Directo lo que podría ser considerado un caso extremo de previsión. Rayano en lo absurdo, casi.
13 de Febrero.- La nostalgia de este servidor de todos sus lectores reside en un aeropuerto de Bangkok. Allí falleció uno de los mejores escritores españoles del siglo veinte: Manuel Vázquez Montalbán. El hombre que mejor sabía colocar el adjetivo “propicio” en una frase ¡Qué artículos hubiera podido escribir si la muerte no se lo hubiese llevado tan pronto! ¡Qué estupendas novelas de Pepe Carvalho hubiera podido urdir su socarrona fantasía con los acontecimientos políticos españoles del siglo XXI! ¡Qué hubiera hecho él con la fortunas ocultas de los que eran antaño honorables! Sin embargo, no podrá ser. Habrá que conformarse.
En estos días, informa Die Presse, periódico vienés, de que el Gobierno español está pensando en “prohibir” (en realidad en recurrir por la vía contencioso administrativa) la reciente apertura de “embajadas” de Cataluña en Roma y en esta bonita ciudad que el Danubio riega (añado que, a pesar de que la apertura de dichas embajadas me parece…en fin, lo que ahora verán mis lectores que me parece, las comillas no son mías, sino de Die Presse).
La utilidad de las embajadas en el siglo XXI
Dejando aparte lo absurdo de abrir una embajada de un país que no existe (todavía) cosa que, vista de forma benévola, podría ser un acto de previsión rayano en lo absurdo, todos los que tenemos algunos estudios y llevamos algunos años viviendo en el extranjero –particularmente dentro de las fronteras de la Unión- sabemos que, en el contexto actual, las embajadas de países europeos en países europeos son, en la mayoría de los casos, perfectamente redundantes y para el ciudadano de a pie, digámoslo ya, más bien supérfluas más allá de la asistencia que proporcionan en casos como robos, enfermedades, repatriaciones, etc y la renovación de documentos.
Dado que es bastante improbable (gracias a Dios) que en Viena estalle una epidemia de ébola o que cunda la peste bubónica, cualquier persona con dos dedos de frente y que se preocupe un poco por gastar con cabeza el erario público podría concluir que, con un consulado, iríamos todos que nos mataríamos y meteríamos gol. El mundo diplomático, en esta ciudad tan dada desde siempre a acogerlo es, no se lo tome nadie a mal, una cosa que, en esta era del Skype y la videoconferencia, huele bastante a naftalina o hace sospechar la existencia de recompensa y/o prebenda para pagar servicios prestados.
El “embajador” catalán en Viena
El “embajador” catalán en Viena, cargo este sí perfectamente inútil y sin ningún tipo de poder de representación o negociación (este, ni siquiera puede renovar documentos) es un caballero llamado Adam Casals.
El Sr. Casals está especializado en “comunicación entre estados” (or whatever that means) y ha trabajado en diferentes Think Tanks (un Think Tank, como su nombre indica, es un sitio en donde hay mucha gente concentrada pariendo ideas las cuales, por lógica, son unas buenas, otras regulares y otras para echárselas de comer a los pollos, como pasa en todas partes).
Uno de los Think Tanks en donde ha trabajado Casals (el trabajo intelectual es un trabajo muy duro independientemente de quién te pague) es el CIDOB, abreviatura que responde a las iniciales en inglés de Centro de Barcelona para Asuntos Internacionales. También es uno de los autores del llamado libro blanco de Barcelona, capital de un nuevo estado (¡! se llama así). Una ventaja va a tener que no asiste a muchos de sus paisanos que se deciden a probar suerte por estas tierras: el nuevo embajador, señor Casals, es un hombre culto que habla alemán.
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