El día del eclipse

El solHoy la naturaleza nos ha regalado un espectáculo gratuito que ha servido de excusa para un viaje.

20 de Marzo.- Hoy, en Austria ha habido dos temas de conversación recurrente y los dos relacionados con el sol. Uno de ellos, ha sido la subida de las temperaturas, las cuales se anuncian aún más cálidas para mañana (para luego darse el guantazo este domingo, porque hasta el cuarenta de mayo, ya se sabe que se sigue con el plumas). La otra ha sido el eclipse.

Preparados, curiosos, protegidos

En mi oficina, por un día, una ventana lateral a la que nadie le presta atención normalmente ha cobrado una gran importancia. Precisamente porque a eso de las once, cuando ha empezado el espectáculo gratuito que hoy nos han ofrecido los astros, es en la que más da el sol. Una de mis compañeras, previsora (es una mujer extremadamente competente) ha traido unas gafas para ver eclipses que guardaba en su casa desde los años noventa (decía mi abuela María, que en paz descanse, que quien guarda halla). Los anteojos, de cartoncillo, con las lentes de plástico oscuro, llevaban el logotipo de la revista News. El semanario los repartió a finales del siglo pasado, en otra ocasión parecida, para que los vieneses pudieran observar sin quemarse la retina a la luna interponiéndose en el camino del sol.

Curiosos, hemos hecho todos cola para ir viendo a través de las gafas el puntito blanco al que, de pronto, empezaba a comerse otro circulito más pequeño, negro. Luego, nos hemos vuelto a sentar y cada uno ha seguido haciendo sus tareas como si no pasara nada. Pronto, la luz se ha hecho más lechosa, como cuando se cubre una lámpara de mesa con un paño. Las sombras se han hecho más ténues. Abajo, en la calle, en el aparcamiento, un hombre se ha pasado toda la mañana fotografiando el eclipse (no diré donde trabajo, pero para estas cosas es una zona de Viena privilegiada). Hemos encendido la luz.

Un viaje por la memoria

Cuando el sol ha vuelto a recuperar su intensidad habitual, mi compañera ha vuelto a recoger las gafas de sol y ha empezado una conversación muy animada. Mi compañera tunecina ha recordado que, cuando era niña, se pudo ver en su país otro eclipse y que su abuela, una buena mujer temerosa de Dios, no la había dejado salir de casa ni a ella ni a sus hermanos, no fuera a ser que el eclipse trajera mal fario. Luego, se han recordado otras fechas señaladas. Las de más edad, han recordado la visita de Kennedy y Kruschov, cuya cena de gala, celebrada en el palacio de Schönbrunn, aún se recuerda. Yo he dicho que la primera noticia de la que me acuerdo es la del atentado contra el papa Juan Pablo II, del que se cumplen este año 34 años (fue el 13 de Mayo del 81, aquel año no ganamos para sustos). También se ha recordado la caida del muro de Berlín (hay alguna compañera joven que, a pesar de estar ya en el mundo, ha preguntado cuándo fue aquello). O la muerte de Jörg Haider o de la princesa Diana.

La dueña de las gafas recordó, con la indulgencia con la que se recuerdan las tonterías que uno hace cuando se es joven que, el día en que Diana se casó con el príncipe Carlos de Inglaterra, también en 1981, en la oficina se formó tanto revuelo que muchas corrieron hasta la tele más próxima para ver la retransmisión (entonces solo por la ORF) de la ceremonia.

Luego, con una gran lucidez, ha dicho que es poco probable que, en el próximo eclipse de estas características, podamos acordarnos del que ha sucedido hoy. En 66 años es poco probable que todavía andemos por aquí.

Algo tristes por este pensamiento, esta vez sí, hemos suspirado y hemos vuelto a trabajar.


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