Un caballero vienés muy viajero

Schloss ambrasLos visitantes estamos acostumbrados a pensar que los museos son cosas inmutables, pero a veces la vida nos demuestra que estamos muy equivocados…

3 de Abril.- En el imaginario colectivo de nosotros, los pobres mortales, los museos son sitios en los que todo permanece inmutable. A veces, en medio de alguna de las salas del Kunsthistorisches Museum, uno no tiene más remedio que pensar que se encuentra en un edificio cuyo aspecto y contenido ha permanecido más o menos inmutable desde que la colección se abrió al público, en el siglo XIX, y se queda uno impresionado al pensar en la cantidad de millones de personas que han visto los mismos cuadros que uno ve, y suspira y piensa en el museo como en una cosa invariable que estaba antes de uno, estará durante toda la vida de uno y continuará estando cuando ya no esté.

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La estatua en cuestión (foto: derstandad.at)

¿Es así? Bueno, en líneas generales, se puede decir que sí. Pero una institución tan enorme, como el Museo de Historia del Arte de Viena, no es inmune a la chapuza ni a esa cleptomanía de las cosas pequeñas que aqueja a veces a las personas con el riñón bien cubierto.

Para muestra, el botón de la historia de hoy. Desde que se inauguró en el siglo XIX y quizá como vestigio del papel que, durante muchos siglos, desempeñaron las colecciones reales y el cual no era otro que alhajar las estancias, en diferentes lugares, que ocupaban el emperador y su familia, el KHM ha prestado de manera transitoria algunos objetos de su colección bien a receptores públicos, como algunas instituciones, o bien –y más increiblemente- a personas privadas las cuales a veces, como las señoras pijas que se complacen en meterse en el bolso todo lo que no está clavado, no lo devolvían.

Así sucedió con una estatua de bronce, del siglo XVII que, durante muchos años, fue el remate de un mueble del Hofburg. En los años cincuenta la estatuilla desapareció de pronto sin dejar rastro. La sustracción fue descubierta en algún momento entre 1986 y 1996, pero el director del museo, entonces, al descubrir la falta se calló como una profesional del sexo de pago, quizá aquejado de esa pereza administrativa que es la enfermedad de algunos funcionarios. Cuando una conocida casa de subastas intentó vender (sin éxito) la figura, el Kunsthistorisches Museum tampoco hizo nada por recuperar aquello que era parte de su patrimonio (y que estaba tasado, por cierto, en casi 200.000 eurazos) y no fue hasta el año 2011 que, por fin, el KHM se lanzó a intentar recuperar la estatuilla.

Pero ¿Cómo acabó esta pieza de la antigüedad a punto de ser puesta en almoneda? Pues así: durante años, como queda dicho, la estatuilla de bronce del jinete ocupó la cima de un aparador del Hofburg. Allí estaba en el inventario de 1908, en el de 1932 y también en 1942. En los años cincuenta, la estatua fue a parar a las manos de la familia Schmiedl, la dueña de una de las empresas (bueno, de LA empresa) de atrezzo de cine y teatro de Austria. Durante el rodaje de una película en el Hofburg, parece ser que la estatua “se coló” en una de las cajas del rodaje.

En cualquier caso, sus nuevos “propietarios” conocían su verdadero valor o estaban en condiciones de conocerlo, porque en los noventa, quizá para librarse de lastre o porque andaban cortos de dinero, vendieron la estatuilla del caballero a Giese&Schweiger, una famosa firma de traficantes de arte los cuales intentaron (sn éxito) vendérsela al Kunsthistorisches Museum. En 2003, por treinta y un mil euros, consiguieron venderla a un coleccionista llamado Herbert Sandberg. Cuando Sandberg se convirtió, él mismo, en una antigüedad y alcanzó su fecha definitiva de caducidad, su viuda, la Sra. Sandberg, intentó convertirla en pasta haciendo que la conocida sala Sotheby´s la subastara. El KHM paró la subasta y la figura se guardó en un depósito de Londres.

Y ahora viene la parte más surrealista de la Historia. Como la viuda del coleccionista había comprado la estatua de manera perfectamente legal, así como los anteriores propietarios, el Kunsthistorisches Museum tuvo que “negociar” con ella un “rescate” para poder recuperar una pieza que había sido suya todo el rato ¿A cuánto ha ascendido el rescate? Pues no se sabe. Pero la estatuilla podrá verse próximamente en el Schloss Ambras, en Innsbruck, una de las filiales del KHM.

La misma historia, en la lengua de Till Schweiger, puede leerse en este artículo del Standard (para quien quiera practicar).


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