Una perspectiva algo diferente sobre las cosas

RelojLa batalla por la supervivencia es, hoy, tan dura como lo fue para nuestros antepasados de la antigüedad. Lo que ha cambiado es, quizá, el teatro del combate.

8 de Julio.- Querida Ainara (*): si nos ponemos a pensar en la causa de nuestro gran éxito como especie, sin duda esa causa es nuestra gran capacidad de adaptación. Podemos sentirnos orgullosos. El monillo peludo, feo y esmirriado que empezó a fabricar herramientas y, con ellas, empezó a poder tumbar a bichos mayores que él y comérselos empezó lenta, trabajosamente, a encontrar soluciones que le ayudaban a aprovechar para su bien incluso las condiciones más extremas del entorno.

Dunas de Maspalomas

Aquellos éxitos antiguos de nuestra especie nos parecen hoy algo ridículos, pero si uno lo piensa friamente, hay que ser un rato listo para obtener, por ejemplo, el titánico consenso (¡A nivel mundial!) que utilizamos todos los días cuando sabemos que si ahora mismo son en Viena las ocho y cuarenta, en la costa este de los Estados Unidos serán siete horas más (un poner, hablo de memoria).

No hay más que darse cuenta del tremendo esfuerzo que costaría restablecer ese consenso si se rompiera ¡Y es una maravilla que está a nuestra disposición todos los días!

Naturalmente, los retos de la especie van cambiando con el tiempo. Para nuestros antepasados la alta tecnología era ese útil que permitía matar al bicho de la cena. El que no poseía esa herramienta o la inteligencia de procurársela (ya fuera haciéndola él mismo o robándosela a otro) se moría (de hambre) y no transmitía sus genes a la posteridad. Hoy el reto de la especie es adaptarse a un mundo que exige un grado de sofisticación de las habilidades nuestras que no está al alcance, ni mucho menos, del cien por cien de la población.

Stammersdorf-3405

En cualquier época, el bicho humano inteligente (o, por lo menos, con cierta clase de inteligencia) es aquel que está en el mundo como están mis gatos en mi casa. O sea, aquel que busca una perspectiva un poquito más elevada que sus congéneres sobre las cosas. El que se sube a un sitio y busca apreciar el panorama con más precisión y actúa en consecuencia (ya sea para protegerse o para modificar ese panorama).

Hoy, mientras veía en el gimnasio la intervención en el parlamento europeo del primer ministro griego, pensaba yo que una de las capacidades capitales en una época como la nuestra, sobre todo si uno desempeña una profesión pública, es la facultad de producir emociones en los demás y capitalizar esas emociones en provecho propio.

Buskers 2014

Los políticos capaces de producir emociones, como Alexis Tsipras o, en Austria, Strache, conquistan resortes del comportamiento de su parroquia a los que no podría llegar nadie que utilizase la mera razón (este es el motivo por el que, para mucha gente, y después de lo del fin de semana, Alexis Tsipras es una especie de segundo Martin Luther King cuando en realidad lo que estaba haciendo era jugar la última carta que podía jugar, porque es la única que no necesitaba del concurso del Banco Central Europeo: la de la emoción).

El referendum griego ha sido, ante todo, una preparación del ring emocional colectivo para tratar de llegar a un combate perdido de antemano con el público jugando a favor suyo (por eso los equipos de fútbol suelen ganar en casa: la hinchada propia es un factor decisivo para el éxito).

Werner Faymann

Los viejos partidos, los viejos políticos, como el translúcido canciller austriaco Faymann, los que pertenecen a un mundo que envejece muy deprisa y se muere sin remedio son los que, faltos de la inteligencia emotiva y emocional de un Tsipras o de un Strache, confían aún en el prestigio casi sagrado que envolvía antiguamente a los hombres públicos y les otorgaba una autoridad que los separaba del resto. Ese prestigo hacía que no tuvieran que tomarse el trabajo de teñir lo que decían de ningún color emocional para hacerlo atractivo. Les protegía la institución. En épocas de crisis, en cambio, que suele ser cuando a la gente le aprieta más el zapato, flaquea la disposición del gentío al análisis y aumenta exponencialmente la capacidad de la gente de creer en los milagros, en la superstición del caudillo, del hombre providencial. Y ese tipo de político (obviamente tóxico) trabaja, básicamente, con la emoción: la materia de la que están hechos todos nuestros sueños.

Besos de tu tío

(*)Ainara es la sobrina del autor


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