Fronteras rigurosamente vigiladas

polizeiMientras Europa anda con el corazón en un puño debido a la crisis griega, en Austria los poderes legislativo y ejecutivo no terminan de ponerse de acuerdo

13 de Julio.- Un día antes de que se conmemore en Francia, como cada año, el aniversario de la “toma de la Pastilla” anda Europa preocupada por el triki, triki, triki griego (“Ven acá pa´cá, Alexis, hijo. No, la vaselina no hace falta que la traigas”). Unos se echan las manos a la cabeza por una cosa y otros por otra, pero todos se hacen la misma pregunta ¿Está salvada Grecia? No, mon vieux, pas du tout ¿Se arreglará la cosa con el “Tsiprexit” –esta es Europa, que faze a los homes y los gasta-? Pues es poco probable. Lo mismo que no se arregló con el “Varoufexit”.

Tristemente, lo más probable es que los griegos (los pobres, porque los otros se han llevado la pasta al extranjero) sigan sufriendo todavía durante bastante tiempo y engordando (con razón) un rencor sordo contra nosotros, los del norte (sí, contra usted también). Un rencor que quizá reviente cualquier verano de estos.

Como decía Sabina, la guerra que se anuncia estallará mañana lunes por la tarde y tú en el cine sin saber quién es el malo. Pues eso.

¿Y en Austria, qué está pasando? Pues este bloguero, observador atento de la realidad de esta pequeña república que le acoge, lleva varios días fascinado por una historia tan curiosa como entretenida.

Como recordarán mis lectores más memoriosos, las últimas elecciones regionales fueron, probablemente, el primer pistoletazo de salida de la racha que, como la guerra de Sabina, también se anuncia: esto es, el ascenso más o menos imparable de la ultraderecha austriaca o, por utilizar la terminología local, la “derecha populista”.

En Burgenland, incluso al coste de un amago de división en el Partido Socialista austriaco, los azules del FPÖ se sientan por fin en poltrona pública (después de una larga travesía del desierto) como socios de gobierno de los del partido rojo.

Como saben también mis lectores (y si no lo saben, pues se lo puede suponer) uno de los caballos de batalla del FPÖ es la seguridad. La seguridad, entendida en abstracto y entendida desde el olvido de la presunción de inocencia. O sea ¿Eres extranjero? Sí ¿Hablas raro? Sí ¿Eres algo morenito? Sí. Pues te voy a meter un puro que te vas a acordar, so pedazo de yihadista. Una cosa así.

En este marco de glamour y sofisticación, el vicepresidente del land austriaco de Burgenland (Sr.Tschürtz) expolicía él mismo, anunció la semana pasada que la policía austriaca en el land que él vicepreside realizaría “controles de fronteras” en los antiguos pasos de antes de que entrara en vigor Schengen. Alguien, cerca de él, debió de darle un codazo y explicarle que, merced a los tratados que Austria tiene suscritos con la entidad supranacional en la que está integrada (la Unión Europea) los controles de fronteras unilaterales y sin causa de fuerza mayor (Schengen los prevé) serían ilegales, con lo cual Tschürtz tuvo que desdecirse y afirmar que los controles de fronteras serían “indirectos”. Cundió la perplejidad.

Nadie supo muy bien cómo se hace un control de fronteras indirecto si no es, claro, controlando a todos los coches extranjeros. Entonces Tschürzt explicó que se harían controles aleatorios de manera que los burgenlandeses y las burgenlandesas sintieran que la policía lucha contra las mafias del tráfico de personas y blablabá.

Curiosamente, los controles anunciados por Tschürtz no llegaron a llevarse a cabo. El jefe de la policía en Burgenland, Sr. Doskozil, fue el que los desactivó, diciendo poco menos que bastante tiene la policía ya con lo que tiene como para andar encima haciendo realidad las ocurrencias del político de turno. No lo dijo así, claro, porque los policías son personas muy respetuosas, sino que indicó que “la carga de trabajo debido a la crisis de los refugiados no dejaba recursos suficientes para los controles propuestos por el vicepresidente del land”.

Cachis con la falta de sincronía entre el poder ejecutivo y el legislativo.


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