El caso del inquilino molesto

AguaUn vienés, residente en la zona noble de esta capital, deberá abandonar su casa por un motivo muy curioso. Sepamos cuál es.

21 de Junio.- Uno de los expresidentes más bobos que ha tenido España –y mira que el destino nos ha afligido en este puesto concreto, que el primero nos salió bueno y  después no ha habido uno salvable- uno de los expresidentes más bobos que hemos tenido, decía, es uno de los firmes abanderados de la falsía del cambio climático.

Uno no tiene duda de que le pagan por decirlo (obviamente, alguien que considera que este expresidente tiene aún cierto ascendente sobre la población). De otra forma, no se entiende que una persona mínimamente normal se exponga a ser condenado a los arrabales de lo friki, lo mismo que esa legión de americanos con el cerebro lavado que piensa que es normal tener en casa armas de fuego (también suele suceder que son los mismos que piensan que eso de los dinosaurios es un complot para sabotear la fe cristiana o que los homosexuales y las lesbianas son así porque les gusta el pecado y el fornicio).

Sin embargo, la evidencia científica muestra que el cambio climático está aquí y que es imparable. Por ejemplo, este mes de julio está siendo el más cálido de que se tiene noticia en Austria. Y los registros abarcan ya varios siglos.

No se puede parar. No se puede dormir. No se puede pensar. No se puede nada.

Por suerte, este año parece que el personal se ha concienciado un poco más y los vieneses y las vienesas se lavan más el lerele que otros años. Vaya una cosa por la otra.

De lavarse va el post de hoy (hay gente que bebe para olvidar, yo busco historias curiosas). Según informa hoy la prensa local, un inquilino vienés ha sido obligado por los jueces a abandonar el piso en el que vivía por su manía de ducharse mucho. Demasiado (sí: ese caso existe, no pongan mis lectores esa cara). De hecho, si es verdad lo que dice el demandante, no hay duda de que el inquilino sufre una enfermedad mental gorda.

El vienés requetelímpio se duchaba todos los días hasta cuatro veces, durante quince o veinte minutos, con lo cual venía a superar en tres o cuatro veces el consumo de agua normal de una persona, que viene a andar por los 185 litros de media. No contento con esto, el inquilino con ínfulas de renacuajo debía de jugar mucho con el agua de la ducha, porque no recogía el agua que se le derramaba. Tampoco abría las ventanas del cuarto de baño, con lo cual, el grado de humedad resultante –abiertamente exagerado- producía que en el baño se formara moho como en la selva tropical.

Repetidas veces, el casero le pidió al inquilino que pagase los desperfectos y que quitase el moho, y el inquilino, que nones. Con ciertas partes de su cuerpo (para más señas achatadas por los polos) más hinchadas dos globos aerostáticos, el casero decidió que ya bastaba y, haciendo uso de su derecho, le dijo al inquilino que se fuera buscando otra casa. El inquilino recurrió, pero en primera instancia la justicia le dio la razón al casero. Se inició aquí un calvario judicial, porque el inquilino volvió a recurrir (esta vez el juez le dio la razón). Por último, el casero volvió a recurrir y esta vez ganó.


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