La ley tenía un agujero y ese agujero se tapó, a partir de hoy quedan prohibidas las matrículas con códigos “para iniciados”.
23 de Julio.- Si hubiera alguna vez tele en Marte y la segunda cadena de la tele marciana diera, como las nuestras, documentales sobre los humanos, esos extraños animales, sin lugar a dudas uno de ellos llevaría por título “la relación del hombre hetero con su coche”. Y es que hay hombres, señora, que están unidos al vehículo que les transporta con una relación si cabe más personal que con su propio pito (los chicos, y esto se nota cuando estamos borrachos, tenemos una relación muy personal con nuestro joystick, no hacemos más que mirárnoslo cuando vamos al servicio a desaguar).
Como hombre no conductor que soy, para mí resulta un misterio que se pueda desarrollar una relación tan personal con el propio automóvil, desgraciadamente he nacido con esa insuficiencia congénita. Antiguamente, cuando era (aún) más mocito (que ahora) despreciaba esta actitud, que me parecía tan infantil como la tontería de ser de un equipo de fúrgol (fanático, tifoso, como dicen los italianos, se entiende) o que te guste el tecno (nobody is perfect). Ahora, pues vivo dentro de mi perplejidad y he aprendido a convivir con esta realidad de existencia incontestable en el planeta Tierra.
El hecho es que para muchas personas su coche es como una habitación más de su casa o como una parte más de su cuerpo y, por lo tanto (como dicen los franceses “pour lo tant”) una expresión auténtica de su propia mismidad personal.
Cuando yo era chico, los había que pintaban en el capó de la máquina los clásicos caballos galopando (qué fortunas han hecho los diestros en el aerógrafo pintando caballos con las crines al viento), los hay que tienen su coche como un muladar en donde podría vivir cualquier ser habituado al lodo, los hay que lo tienen en cambio límpio como una patena, con una limpieza que pudieramos calificar casi de totalitaria y, en Austria, se añade una variante más: los que llevan la “customización” del coche a la matrícula.
En Austria se pueden elegir, en vez de números, letras o combinaciones de letras y números que tengan una significación especial para el propietario (suelen ser los de la churri/el churri, los hijos). Hasta ahora, estaban prohibidas (como es lógico en un campo tan serio como el tráfico rodado) todas las combinaciones ridículas u ofensivas. Sin embargo, esta norma tenía un agujero por el que se escapaba la expresión personal de aquellos conductores identificados especialmente con el lado oscuro (el nazismo) y matrículas con códigos para iniciados, por ejemplo 18 o 88 estaban permitidas.
Y dirán mis lectores ¿Qué códigos nazis son esos números? Pues yo se lo digo ahora mismo: si se cambia el 1 por una A y el 8, por la octava letra del alfabeto, que resulta ser la H, pues queda AH ¿Y de quién son esas iniciales? Pues del tito Adolf. Lo mismo para el 88, HH o sea Heil Hitler.
En lo tocante a las letras, quedan prohibidas las combinaciones NSDAP (¡Estaría bueno!), SS, HJ (Hitler Jugend) o NSD, así como BH, que no significa Beistegui Hermanos, como nuestras bicis de la infancia, sino Blood and Honour; tampoco HH (Heil Hitler), WP (White Power) o AJAB (All Jews Are Bastards).
Por cierto, entre las siglas totalitarias prohibidas también están las del extremismo islámico, como IS o ISIS.
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