La condición humana

AutorretratoHoy el bloguero ha viajado en tren y ha disfrutado mucho del viaje ¿Quieres viajar con él?

31 de Julio.- …”No dirigimos el futuro porque seamos las criaturas más fuertes del planeta, sino porque somos las más listas. Con lo cual, en cuanto haya algo más inteligente que nosotros nos dominará”. El bloguero va leyendo la edición digital de El País mientras va sentado en un tren camino de Neusiedl am See. Colgada en bandolera, como siempre que no va al gimnasio, la bolsa con las cámaras de fotos (cada una con una lente, porque nunca se sabe lo que se puede cruzar en el camino). Entre las piernas, un paquete muy voluminoso para meter el cual, gracias a Dios, el destino le ha puesto en las manos una bolsa publicitaria enorme, de plástico, que le sirve para llevarlo con más comodidad.

El tren va casi lleno. Por las ventanillas desfila una llanura feraz y fertil, en donde hay campos rectangulares cuajados de girasoles que brillan en la tarde de verano, y molinos de viento que reproducen –en gigante- el logotipo de la Mercedes Benz.

Vestíbulo principal

El bloguero va sentado con dos personas. Un hombre y una mujer. Duda si son pareja, pero lo cierto es que salta a la vista que se conocen muy bien. Por su conversación deduce que son arquitectos. El hombre va sentado al lado del bloguero, por lo cual la mujer queda frente a él y puede permitirse observarla disimuladamente, mientras lee –otro aparatejo, el bloguero va cargado- un reproductor de libros electrónicos abierto por uno de Ian Gibson sobre Buñuel.

La mujer es fascinante de verdad. No solo por su conversación, que brota de sus labios bien perfilados en un alemán que se adivina gramaticalmente cristalino, sino por cómo va vestida. Rollo Maléfica elegante, muy Marlene Dietrich. Unas gafas de sol Ray Ban enormes, de montura marrón, un pantalón de lino negro de corte perfecto, una blusa también negra indudablemente carísima. Al cuello, un gran collar de estilo africano combinado con unos pendientes ultraelegantes. El bloguero se ha fijado en los comentarios despiadados de la arquitecta cuando el tren ha atravesado los últimos arrabales de Viena, lo que será un nuevo barrio en construcción.

La mujer ha hablado de los edificios en un tono admirativo y, aunque parezca un contrasentido, bastante despectivo al mismo tiempo. O mejor: quizá ha hablado de los edificios de una manera admirativa y de sus futuros habitantes (personas de la misma edad que cubrirán las mismas etapas de la vida al mismo tiempo) con un tono despectivo. Luego, el hombre y ella han empezado a hablar de un conocido que era “Stadtbauplanner” (o sea “planificador urbano”) en una ciudad alemana. Maléfica ha dicho que era un trabajador nato:

Eroffnungs-3346

-Imagínate: el chófer le recogía a las siete de la mañana. Es que en Alemania es…Es…

-Es que en Alemania trabajan, y no como aquí –se ha echado a reir el hombre.

En Gramatneusiedl, se suben dos mujeres. Una joven, quizá de veinte años, con síndrome de Down, y una bastante más mayor (quizá envejecida) con aspecto de no estar muy en sus cabales o de vivir en un estado perpétuo de estrés por culpa de la muchacha con síndrome de Down. El bloguero, finge leer, pero las observa por encima del horizonte del libro electrónico. La mujer mayor es rubia (probablemente teñida) y tiene cierto aspecto desvalido. Va vestida pobremente pero de manera impecable, con una blusa blanca inmaculada a la moda de los años ochenta, de vago estilo bucólico y una falda negra de vuelo, estampada en naranja, por debajo de la rodilla, muy de los años setenta (austriacos).

Las dos mujeres, sin hablar, pero diciédoselo todo con los ojos, se sientan al lado de una pareja joven. La mujer de la pareja lleva un bebé en brazos. El niño, de pecho, llora de vez en cuando. El hombre de la pareja, como todos los padres austriacos, sabe que lo que se le toleraría a un perro, en Austria, no se le tolera a un infante de meses, y el pobre hombre va a estresado. Cada vez que el chiquitín llora un poco, pone cara de tierra trágame.

El bloguero se complace en leer en la cara de la chica con síndrome de Down, sin solución de continuidad, todos los estados de ánimo posibles: desde un ánimo protector instintivo, a la ternura, pasando por el no saber qué hacer, hasta una cierta tristeza cuando las miradas del padre del niño y de la chica con síndrome de Down se cruzan (quizá porque la chica adivina que ella nunca tendrá hijos propios, quizá porque el hombre siente un miedo tan inconfesable como instintivo de la chica con síndrome de Down que es, no hace falta decirlo, totalmente inofensiva).

Maléfica y su acompañante siguen despellejando a sus conocidos y, se intuye, a todo el colegio austriaco de arquitectos. El bloguero nota que la mujer es infeliz. Si no, no hablaría así de sus compañeros de profesión (utiliza un rencor frío que está muy lejos del ánimo de las personas que se sienten queridas y a las que alguien acaricia de vez en cuando). El bloguero quisiera participar en su conversación, pero no se atreve.

A veces, el bloguero piensa que no aprende a conducir porque los conductores se pierden todas estas cosas. El billete a Neusiedl es caro –más de ocho euros- pero pagarlo es como pagar una entrada que vale mucho la pena: al espectáculo de la condición humana.


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