La falacia del café a veinte duros

gente en la hierba…Y otros lamentos austriacos -y europeos- que no son verdad a la luz de los datos.

22 de Agosto.- Una de las cosas que más recuerdo de mi abuela -y mira que recuerdo cosas- es que tenía la manía de contar el dinero en duros (había que multiplicar enojosamente por cinco, que es una cosa que le cabrea a cualquier niño) y, cuando hablábamos de una cosa o de tal otra, ella siempre se refería a los precios que lo mismo había tenido en los tiempos de maricastaña y los decía en perras chicas y en perras gordas (aún hoy, sigo sin saber cuánto valían dichos canes en una unidad monetaria a la que yo me pueda referir).

Cuanto más viejo me hago, me doy cuenta de que esta es una manía, la de hablar en precios de los tiempos del cuplé, que viene asociada a la edad.

Yo, que cumpliré pronto los treinta y diez, añoro aquellos años de mi mocedad universitaria, en los que sacaba el viernes por la tarde del cajero del Museo Reina Sofía cincomil pesetas -que a mí me parecían un fortunón- y dichas cincomil pelas me servían para salir el viernes, salir el sábado y la tarde del domingo curarme de los estragos del alcohol con dos whopers como dos soles. Sin embargo ahora, dígame lo que hace usted con treinta euros, que vas, te compras una Käsekrainer, una coca-cola o cualquier guarrería más y, a nada que te descuidas, los tres billetes rojos se te han quedado pulverizados en un par de monedas.

No somos los españoles los únicos que nos entregamos a estas nostalgias tintineantes, también los austriacos se echan las manos a la cabeza como esos imbéciles que en el Facebook escriben que antes del Euro un café valía cien pesetas y ahora, con el Euro (como si el Euro lo hubieran puesto antes de ayer) por menos de un laurel no te tomas un cortado (!Una subida del sesenta y seis por ciento!). Naturalmente, este llevarse las manos a la cabeza tiene truco y el truco es que llevamos pagando en la moneda con el mapa de Europa desde hace doce años y los precios suben. Pero sobre eso, claro no dice nadie nada, porque a nadie nos gusta que nos estropeen las protestas, especialmente si son potencialmente sensacionalistas para nuestros semejantes.

El tópico está ahí, la gente lo suelta de vez en cuando pero ¿Cuánto tiene de cierto? Según las estadísticas, en Austria, por lo menos, la percepción de que el Euro ha traido más carestía es falsa (por lo menos, no totalmente cierta). Desde que el Euro se implantó en 2002, Austria ha pasado por uno de los momentos de menos inflación desde la segunda guerra mundial. En los setenta, por ejemplo, los precios subían todos los años entre un cinco y un cinco y medio por ciento. A partir de 1995 la tasa de inflación anda por el dos por ciento.

A pesar de la crisis, a pesar de que el paro sube, a pesar de que hay un cierto estancamiento de la economía, Austria es uno de los sitios en donde, como yo digo siempre, sigue mereciendo la pena vivir. Si bien es cierto que hay productos, como el café y el alcohol que sí que han subido desde que el euro circula por nuestros monederos, también es cierto que bienes y servicios como los aparatos electrónicos, el transporte o la vivienda son notablemente más baratos que cuando aqui la gente pagaba en chelines.

En conjunto y a pesar de que cualquier tiempo pasado parece mejor en la distancia, desde mediados de los noventa y (¡Ojo!) de manera sostenida, el poder adquisitivo de los austriacos ha subido –atención- hasta un veinte por ciento. Austria es uno de los pocos países del mundo en los que esto ha sucedido.

A pesar de todo lo anterior y de que, los austriacos, a decir de todas las encuestas, están contentísimos con su vida en general (de hecho, son de los más felices de la Unión) resulta curioso también darse cuenta de que son los que peor valoran las cosas a un nivel digamos micro y se pasan el día rezongando sobre lo mal que va todo ¿Tienen razón o es todo como la falacia del café a veinte duros?

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