Los acontecimientos de los últimos días han hecho que corramos el riesgo de olvidarnos de que, en el mundo, también hay placer. Nunca es tarde para recordarlo.
30 de Agosto.- Como todos los años -cuando no llueve- se celebra en Vienna el festival callejero Vienna Street Parade, que es parte, además, del Vienna Summer Break.
A pesar de que es una fiesta y que el ambiente es el correspondiente, el que esto escribe no puede dejar de sentir la misma melancolía que le embargaba cuando, en su juventud, escuchaba el chupinazo que daba principio a las fiestas de su pueblo. Significaba que, pronto, terminaría el verano y, en aquel entonces, también que empezarían pronto las tareas escolares, el nuevo curso, en fin, la rutina de costumbre. 
Por las mañanas, ya se siente ese paño de aire fresco cuando uno sale de casa y los días empiezan a ser más cortos. Quizá por eso se celebra la Vienna Street Parade, para recordar que, como canta la vieja canción universitaria, „todavía somos jóvenes“ y tenemos la capacidad de alegrarnos.
A mí me gustan mucho estas cosas multitudinarias, ya lo saben mis lectores porque acude a ellas una marea humana que se deja fotografiar (mayormente porque está ocupada en otras cosas) uno se vuelve invisible y, al sentirse desaparecer, desaparecen también los problemas y las preocupaciones. Está solo entre la multitud y eso es una sensación que da muchísima paz. Por lo menos, a mí me la da. 
Ayer, la Street Parade, una especie de sucursal de la Donauinselfest, no fue una excepción. Mucho chico sin camiseta enseñando los pectorales conseguidos en largas horas de press de banca invernales, mucha chica enseñando el ombliguete, mucho amante de la evasión por medio de los estupefacientes (algunos legales y otros, sospecha uno, bastante perseguidos por la ley). Música alta (algo monótona en algunos casos, la verdad), muchas risas y mucha, pero mucha calor (a mí, que ya empiezo a estar desprotegido del sitio del Kilimanjaro en donde se asientan sus nieves, el sol me picaba en la calva, la verdad).
En fin: disfruten mis lectores de estas imágenes seleccionadas de lo más hermoso de la población de esta urbe, y recuerden, que la vida es bella pero corta y, de vez en cuando, hay que hacer paréntesis para disfrutar.
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