Los malos y los tontos: una meditación vienesa

chimpancéPasen y vivan una experiencia única: escuchen los pensamientos del bloguero mientras, apaciblemente, se come un tazón de gazpacho.

31 de Agosto.- Viena. Domingo. Tres de la tarde. Un apartamento céntrico por el que entra un sol cuya luz, que empieza a ser otoñal, queda desmentida por el calor que todavía es de verano. En la mesa, mantel blanco y límpio, servilletas almidonadas, una vajilla japonesa.

El bloguero mira el móvil disimuladamente, por debajo del mantel (es de mala educación, pero el uso ya está tan extendido que ya casi ni lo piensa). Por Facebook se entera de que ha muerto el neurólogo Oliver Sacks.

El anfitrión llega con una fuente de gazpacho, suprema gentileza ante el comensal español. Mientras este lo alaba –y tiene razones para alabarlo, porque está realmente rico- los austriacos van derivando hacia una conversación sobre recetas de cocina. El bloguero se abisma en sus pensamientos. Subamos el volúmen para que sus lectores puedan también escucharlos:

“Mi padre dice siempre que prefiere a un pillo antes que a un tonto lo cual casi podría traducirse diciendo que prefiere la maldad a la estupidez. Lamentablemente, cada día se demuestra que es falso que se necesite cierta inteligencia para hacer el mal (o para decir maldades) con lo cual es muy normal que tontos y malos vayan de la mano o, en más casos de lo que sería deseable, gilipollez y maldad coincidan en la misma persona. Y no sabe uno cuál de las dos cosas es peor, la verdad”

El anfitrión pregunta:

-¿Otra taza de gazpacho?

El bloguero sonríe y la acepta. La conversación, en el lado de la mesa de habla alemana, fluye hacia la botánica.

Carruaje

“…Como persona de natural risueño y de carácter tirando a manso, una de las cosas que más me fastidia de las personas malas y tontas es que ven la bondad y la inteligencia como manifestaciones de debilidad, cuando en mi opinión es exactamente al contrario. Lo fácil es ser una bestia parda como ellos, y ceder al impulso de la ira o de la impaciencia mal controlada o comportarse como un mutilado emocional y no darle ningún cuartelillo a la empatía (que es la capacidad de ponerse en el lugar de otros seres humanos, por muy diferentes que sean sus circunstancias a las nuestras).

 

Lo difícil, lo que de verdad exige valor, es echar el freno, mirar lo que sucede considerando todas las opiniones (o sea, gastando tiempo en hacer las cosas bien) y luego actuar en consecuencia”

 

-Paco, estás muy callado –dice alguien, al darse cuenta de que el bloguero, de ordinario muy conversador está efectivamente, más taciturno que de costumbre. Participa el bloguero en la charla hasta que llega el segundo plato, momento que aprovecha para volver a escabullirse a la buhardilla de su cabeza.

 

“Por suerte, existe gente en el mundo que nos enseña con su ejemplo que la bondad, la capacidad de ponerse en el lugar de los otros y la sagacidad y su amigo inseparable, el sentido del humor, son caras de un mismo poliedro de talentos y, sobre todo, caballos ganadores a los que apostar siempre.

 

Y es que una de las reglas que con más consistencia se cumplen en el mundo es que los malos siempre ganan al principio de la partida pero son los buenos, al final, los que ríen los últimos. Lo cual es lo mismo que decir que los tontos/malos puede que tengan de su parte la suerte al principio, pero los inteligentes/buenos terminan venciéndolos siempre, sencillamente porque comprender el mundo con perspicacia es la mejor forma de adaptarse a él y a sus circunstancias”

 

El bloguero se echa un poco en cara este alarde de optimismo antropológico, pero no lo puede evitar. Tiende al optimismo.

 

De pronto siente una punzada de melancolía al recordar la muerte de Oliver Sacks, una de las personas a las que más he querido y admirado sin conocerlas, solo (¡Solo! Como si fuera poco) por ese lazo irrompible e irremplazable que se anuda entre los lectores, y las voces que, afectuosamente, les hablan desde las páginas de los libros (o de los blogs).

 

El doctor Sacks acompañó al bloguero, afable y paternalmente durante su adolescencia y el bloguero creía (lo cree aún) que era la demostración más acabada de que Dios pone en la tierra a personas simpáticas y buenas, pero sobre todo listísimas, para enseñarnos cuál es la auténtica dirección que tenemos que seguir para intentar ser cada día mejores.

 

El médico de cabecera del bloguero, el doctor M., es el nuevo dueño de dos de los hijos de Stanislaus y de Mathilde y el bloguero sospecha que, como muchos médicos vieneses que conoce, él y su colega, el doctor Sacks, se hubieran entendido muy bien.

Bitte Türe schliessen

El bloguero se detiene a observarle, sentado debajo de un cuadro de arte moderno, en la sobremesa, fumándose un Cohiba dominical con pausa y delectación mientras, sobre la mesa, de madera antigua, se calienta apaciblemente una copa de vino tinto. Los ojos entrecerrados, escrutándo a los demás invitados a la comida, con esa manera tan especial de mirar que tienen los médicos, los gatillos intentando colonizar la grácil espiral de una escalera que sube al segundo piso, la barandilla de madera bruñida y suavizada por quién sabe cuántas manos pretéritas.

El doctor Sacks dejó esto escrito sobre sí mismo y su visión retrospectiva de la vida “Y, sobre todo, he sido un ser sensible, un animal pensante en este hermoso planeta, y eso, por sí solo, ha sido un enorme privilegio y una aventura”.

Ojalá, al irnos, podamos decir todos lo mismo


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