En Austria, tras la senda de Chaves Nogales

RestauraturLas voces del pasado y, sobre todo, los ojos con los que otros miraron su pasado cuando era presente, nos ayudan a aprender y a comprender.

19 de Septiembre.- „Admito la posibilidad de equivocarme. Mi técnica, la periodística, no es una técnica científica. Andar y contar es mi oficio“.

Son palabras del periodista español Manuel Chaves Nogales (1897-1944) que yo suscribo totalmente y que, de hecho, he pensado en poner en el frontispicio de este blog para que nadie se llame a engaño. Durante los cuarenta y siete convulsos años que le tocó vivir, Manuel Chaves Nogales intentó, sobre todo, explicarse y luego explicarle a sus lectores los acontecimientos de su tiempo.Lo pagó caro. Por esta manía suya de darle a Dios lo que es de Dios y a César lo que es del César, Cháves Nogales terminó muriendo en el exilio. Para él, que provenía de una familia de la burguesía sevillana (nació en la misma calle que los Machado) hubiera sido muy fácil sumarse al bando de los vencedores de la guerra. De modo parecido, su límpido expediente republicano le hubiera dado sin ningún problema un billete de primera clase al bando de las izquierdas que la perdieron. Probablemente, su exilio hubiese sido así menos ingrato. Sin embargo, Chaves Nogales prefirió (¿Esas cosas se prefieren o se hacen porque uno no puede hacer otra cosa?) contar lo que veía de la manera más honrada posible.

Los acontecimientos de, pongamos, los últimos veinte días, han hecho que se pronuncie en Austria una tendencia que ya venía de antiguo, desde el principio de la crisis económica y aún desde un poco antes. Es ese giro a la (ultra)derecha que, junto con la fragmentación del mapa político austriaco, ha hecho que, de facto, la situación del país haya cambiado muchísimo y muy rápidamente. Las causas son muchas y en otros posts he hablado de ellas de manera más prolija (hacerlo ahora otra vez sería repetirme). Se han aunado causas endógenas (la pérdida progresiva de calidad tanto de los políticos como de la capacidad crítica del electorado que les aúpa a sus puestos, pareja a la pérdida de calidad del sistema educativo) con causas exógenas, como la crisis económica mundial o fenómenos como la globalización, con su inevitable tránsito de personas y de culturas, y la necesidad de muchas personas, particularmente aquellas que están en el nivel más bajo de la escala social o que, por edad, tienen más difícil la adaptación, de encontrar una identidad a lo que agarrarse, de poder responderse a la pregunta ¿Qué soy? Y sentirse un poco orgullosos de la respuesta.

En épocas de miedo -y esta lo es, y mucho- la tendencia natural del ser humano es a la de buscar la seguridad. Desde los que quieren un imposible, y es que Austria vuelva a ser la de hace veinte o veinticinco años, esos que gritan „Quiero mi vida de antes“ hasta los que suspiran por el hombre fuerte que vuelva las aguas a su cauce y que miran a alguien con tan pocos mimbres para serlo como Strache.

Pero hay algo más en lo que yo he caido en estos últimos días. A ver qué les parece a mis lectores mi teoría.

Vienna Street Parade 2015

Austria es un país rico pero que está perdiendo competitividad. Es algo que dicen los organismos internacionales, pero que también se siente en la propia sociedad austriaca, en muchos casos estoy seguro que de manera inconsciente. Antiguamente, pongamos hace esos veinticinco años que, para muchos austriacos, representan la frontera del edén, la economía Austriaca, merced a un sistema educativo que había funcionado muy bien hasta la época de Kreisky, producía bienes y servicios con un alto valor añadido, con lo cual no importaban los altos costes laborales. Al deteriorarse el sistema educativo y al producir este una fuerza de trabajo menos preparada, la riqueza austriaca, el mantenimiento de ese próspero nivel de vida que disfrutamos, solo puede ser por acumulación.

En Austria, los hijos construyen su patrimonio sobre el patrimonio de los padres o de los familiares. En la burguesía pequeña y media, la herencia es un factor fundamental de bienestar económico. A nosotros, los emigrantes, esto nos afecta de una manera fundamental porque, por mucho que trabajemos, los nacionales nos llevan dos o tres generaciones de ventaja. Un pueblo que basa su riqueza en esto, que produce cada vez menos, pero que guarda cada vez más, un pueblo que, además, tiene cada vez menos hijos, que envejece, es un pueblo que irremediablemente se vuelve conservador. No arriesga. Al que no le gustan las situaciones nuevas. Reacciona mal ante cambios del entorno. Busca un imposible, que es, en casos extremos, parar el tiempo o, por muy insensato que sea, escucha los cantos de sirena de quien se viste con lo que queda de unos conceptos que, hace tiempo, quedaron obsoletos para aquellas personas que tienen cultura, que han viajado y que saben cómo funciona de verdad el mundo.

La creciente polarización de la sociedad austriaca es quizá la lucha entre estos dos mundos condenados a no entenderse. El nuevo que nace y el que, poco a poco, se está hundiendo en la ineficacia de no poder explicar (ni explicarse) lo que pasa. Igual que en la época de Chaves Nogales.

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