La lenta agonía de la industria europea

Arena WienLa semana pasada estalló un escándalo que salpicó al grupo Volkswagen, uno de los más grandes europeos. No será el último y Austria, probablemente, no será una excepción.

30 de Septiembre.- Querida Ainara (*) : una de las verdades más universales es que el hombre demuestra generalmente que es tonto siguiendo una estrategia cortoplacista. La inteligencia, en general, es pensar en el futuro y no sacrificar la sostenibilidad de los bienes al placer del momento.

Hace una semana estalló el llamado escándalo de las emisiones. Durante años, el grupo Volkswagen, uno de los buques insignias de la industria europea, trucó los coches para que reflejaran unas emisiones de gases de efecto invernadero mucho menores que las reales.

Este tipo de engaño, naturalmente, en tanto que trabajador europeo, da mucho que pensar.

Aparte de cierto expresidente español bobo a quien untan regularmente por decir que el cambio climático es una filfa, todos sabemos que las emisiones de gases de efecto invernadero comprometen muy seriamente la viabilidad de nuestra civilización y de la especie humana misma. Y esa puesta en jaque de todo lo que somos actualmente se va a producir ya.

La Volkswagen necesita, naturalmente, vender más coches cada año y, para venderlos, necesita hacerlos atractivos para el consumidor y, por eso, hace trampas en las emisiones sin importar el perjuicio que ello causa.

Un engaño así, y más a la escala de una compañía como la Volkswagen, es una cosa que no se hace entre tres amiguetes (es más: cualquier secreto lo tiene difícil para mantenerse si lo comparten más de dos personas). Una cosa así representa una estrategia a nivel de compañía. O sea: que para que los coches echen más mierda de la cuenta al medio ambiente tiene que haber muchos tíos dentro de la fábrica que estén en el ajo de que eso se está haciendo así.

Naturalmente, la Volkswagen no es la única compañía europea que se ve forzada a hacer estas cosas para intentar plantarle cara a la competencia asiática y de las llamadas economías emergentes. Las empresas austriacas, tampoco son una excepción, claro.

Este tipo de cosas son lel efecto más visible de la pérdida progresiva de importancia de Europa en el resto del mundo y, sobre todo, son la cara más visible de la estrategia completamente errónea que muchas grandes compañías europeas están aplicando para luchar contra la pérdida de relevancia de la economía europea.

Si los ejecutivos de las grandes compañías pensaran un poco (a pesar de las apariencias, Ainara, en muchos casos no hace falta ser muy listo para llegar a la cima de un escalafón) se darían cuenta de que el secreto del éxito de las compañías europeas hasta, pongamos, finales de los ochenta del siglo pasado, momento en el que empezó a percibirse el declive, se debía principalmente a que, por encima de los costes, las empresas se nutrían de una mano de obra muy bien formada (salida de uno de los sistemas educativos mejores del mundo) que concebía y luego producía unos productos con alto valor añadido por los que los consumidores del resto del planeta estaban dispuestos a pagar un poco más. Este sencillo axioma ha sido el cimiento del prestigio que, aún hoy, tiene en ciertos ambientes lo de ser „una compañía Europea“ y el valor añadido que las mágicas palabras „made in Europe“ tienen para los consumidores del resto del planeta.

Sin embargo, la presión constante de ese mito estúpido que es „el crecimiento contínuo“ (un mito completamente irrealizable) ha depositado más y más presión sobre las compañías europeas que se ven obligadas, para ofrecer a sus accionistas la fantasía de un par de puntos porcentuales de crecimiento al año, a recortar costes de por aquí y de por allá, generalmente en forma de mano de obra. O bien se deja de contratar a mano de obra cualificada (que cuesta cara) o se procura buscar a la mano de obra especializada -aunque no tan especializada como la europea- en otros países (Asia, la India, en España por ejemplo Latinoamérica).

Al final, uno obtiene aquello por lo que paga. El servicio y la calidad de los productos empeoran, los costes no bajan o bajan menos de lo que deberían de bajar (más que nada porque en Asia la mano de obra es un recurso prácticamente inagotable y casi gratis) y, poco a poco, la reputación de las empresas europeas, como en el caso de la Volkswagen, se erosiona y esa fachada perfecta se va desportillando.

Probablemente, en el curso de tu vida (pongamos a finales del siglo que viene) si todo sigue así, Europas se habrá convertido en lo que fue la China del siglo XIX o, con buena suerte, en un lugar provinciano que viva de recordar sus glorias pasadas.

¿Aprenderán los empresarios europeos? Ellos son, al fin y al cabo, los artífices del nivel de vida que disfrutamos actualmente.

Yo soy bastante pesimista, la verdad.

Besos de tu tío

(*)Ainara es la sobrina del autor


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Comentarios

2 respuestas a «La lenta agonía de la industria europea»

  1. Avatar de Diego
    Diego

    Hola Paco, en primer lugar felicitarte por el blog. Me viene muy bien para acabar de informarme en versión fácil (en español) sobre la actualidad y la historia del país que me acoge. Enhorabuena, la verdad es que tus textos son siempre interesantes. Por otro lado, quería apuntar que el trucaje de Volkswagen lo que enmascaraba eran las emisiones de óxidos de nitrógeno (NxOy), que aunque parcialmente influyen en el calentamiento global, son más peligrosos por su toxicidad.

    1. Avatar de Paco Bernal
      Paco Bernal

      Hola Diego! Muchísimas gracias por tus palabras tan amables y muy pertinente la aclaración. Un saludo 🙂

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