Los austriacos y la muerte de la familia (tradicional)

familiaAustria es uno de los últimos países que tiene un ministerio específico para la familia y hace políticas activas en favor de esta institución.

19 de Octubre.- Las generaciones funcionan como un péndulo. Por simplificar, uno podría decir que cada década va hacia un lado.

Los ochenta (en España como en Austria) fueron rompedores y progresistas, en los noventa, volvió el conservadurismo. En la primera década del presente siglo, merced a las vacas gordas, todo fueron alegrías y transgresiones y desde finales de la década pasada (¿Serán estos días que vivimos el tenebroso fondo?) la sociedad ha vuelto a descubrir, en forma de peligrosa añoranza, las formas más tradicionales de ver el mundo, como una defensa contra los cambios, a veces muy súbitos, a los que tenemos que hacer frente.

Durante estos días, en Roma, una serie de señores muy mayores, presuntamente solteros y castos (como dijo aquel, tú fíate de la Virgen and don´t run) están debatiendo a propósito de la opinión oficial de la Iglesia católica a propósito de la Familia. Dándose una importancia como si la opinión de la Iglesia fuera mayoritariamente escuchada (en España, desde hace mucho tiempo, solo se escucha a la Iglesia para comprobar lo carcas que son sus portavoces, lo cual es una desgracia, porque la Iglesia dice cosas muy sensatas también.

Esta conversación romana es la segunda vuelta. La primera ya se manifestó como una gran muestra de la fractura que, en estos momentos, marca el devenir de la Iglesia, por lo menos en Europa y que es la manifestación más evidente (el PPP, PaPa Paco lo ha visto) de lo que ya sabe todo el mundo: o sea, que las enseñanzas de la Iglesia católica (por lo menos en este aspecto) van por un lado y la Vida, eso que pasa por la calle todos los días, va por otro.

Hoy, un periódico austriaco digamos de centro-derecha publicaba un artículo de una señora (yo creo que mayor) en el que dicha señora se lamentaba de que el Estado austriaco, uno de los últimos de Europa que tiene un Ministerio de la Familia y que ejerce políticas activas en favor de esta institución en el seno de la cual hemos nacido la mayoría, esté desmontando poco a poco determinadas cosas que, a ojos de muchas personas (a veces, de manera muy interesada) se están convirtiendo en una antigualla.

Japan in Love

La señora del artículo, la pobre, se había pasado el folio por el alma y había empapado en él su congoja ante la desorientación en la que, a su juicio, está cayendo una sociedad, la austriaca, que permite el sindiós (según ella) de que se diga a los niños que tienen que respetar a sus maestros gays, a sus maestras lesbianas, a sus maestr@s bisexuales y a sus maestros transgénero. Personalmente, creo que, a determinadas edades, se tiene una idea muy difusa de lo que puede ser una persona transexual y, la verdad, determinadas advertencias, sin una explicación pedagógica adaptada a la edad del oyente, creo que pueden ser pasarse un poco de progresista; sin embargo, no veo por qué dichas advertencias, como sostenía la articulista, van en contra de la familia ¿Acaso no hay familias que constan de dos padres y un hijo? ¿Acaso no hay familias que constan de dos madres y un churumbel? ¿No tienen las Kardashian un padre que decidió, llegada su madurez, vivir como lo que siempre se ha sentido, o sea, como una señora que se llama Michelle? (bueno, quizá las Kardashian no sean el mejor ejemplo de salud mental, pero bueno).

Retrato de familia

Uno, que es un caballero de cierta edad, y que podría ya llenar una plana con los cuarenta palotes que le han caído recientemente, al terminar de leer la elegía de la señora sobre la familia, se ha puesto a reflexionar y lo primero que ha pensado es ¿Es la familia un concepto anticuado? Yo creo que no. De hecho, como decía más arriba, todos nacemos en familias más o menos felices (la mía, por cierto, muy feliz) y todos formamos, en algún momento, las nuestras que vamos llevando como Dios nos da a entender. Lo que yo creo que se ha quedado anticuado son los defensores de un determinado modelo de familia que la evolución del pensamiento y, sobre todo, la consideración (afortunadísima) de las mujeres como seres humanos iguales en derechos y oportunidades a los hombres ha condenado, cada vez más, al cajón de lo obsoleto.

El caballero de los cuarenta palos se ha puesto a mirar alrededor, a sus amistades austriacas, y ha visto un panorama sonriente poblado de todas las posibilidades. Padres y madres que traen hijos de diferentes parejas a sus nuevas familias (ha sucedido siempre, aunque antaño todo se cubría con un secreto hipócrita) medios hermanos que, por cierto, suelen vivir en armonía una vez que los cónyuges han dejado de tirarse los trastos a la cabeza. Señores que tuvieron hijos porque no querían perderse la experiencia de la paternidad, pero que tenían claro desde el principio que querían compartir cama, hipoteca y vacaciones con otros señores (el hijo, por cierto, es un chaval acrisoladamente heterosexual que se lleva de miedo con el marido de su padre, el cual le ha dado el Apiretal cuando era pequeño y veinte euros cuando, ya de mocito, ha querido salir de marcha).

Ha visto mujeres que, después de una relación larga, han decidido que quizá la maternidad no es lo suyo (o que, como pasa con los reyes magos, los príncipes azules no existen) y les mola mucho más tener una carrera profesional que desempeñar un papel al que no se sienten llamadas. Y también ha visto, por supuesto, familias felices del modelo más conocido, con padres que se conocieron cuando estaba de Dios que se conocieran (algunos a los dieciséis, algunos a los treinta y cinco) y que tuvieron hijos porque les apeteció.

¿Debe el Estado, austriaco, en este caso, premiar uno de esos modelos de familia y hacer el „habla chucho que no te escucho“ con el resto? Yo creo que no y así lo he defendido muchas veces desde este espacio. Si vemos al Estado, que lo es, como una entidad a cuyo sostenimiento colaboramos todos y de quien todos tenemos derecho a esperar amparo ¿Por qué personas que pagan sus impuestos como todo el mundo deben ser ignoradas sistemáticamente? Es más, esa ignorancia ¿Ayuda al fin último de favorecer que sigan naciendo niños y que esos niños crezcan en un entorno feliz? Las personas normales hace ya muchos años que hemos encontrado la respuesta. El Papa Paco, creo que también. Ahora falta que „los otros“ se convenzan.


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