Operación salvar el pasado

Soldado alemánLa Filmoteca Austriaca, junto con otras instituciones se encuentra embarcada en una apasionante operación: salvar los trozos del pasado filmados por gente como usted y como yo.

1 de Diciembre de 2015.- Existe un concepto de definición escurridiza que son las „narrativas“. Las narrativas son esas interpretaciones de determinados hechos o épocas históricas que, nacen, crecen y se hacen mayoritarias en una sociedad o a lo largo del tiempo, como forma más útil de organizar los acontecimientos para hacerlos comprensibles para la masa.

Hay narrativas que crecen espontáneamente y otras que son difundidas de manera interesada desde algún centro de poder, con un fin determinado.

Destinada a ser el cimiento de la calma de la sociedad austriaca durante la posguerra, y destinada también a camuflar el muy deficiente proceso de desnazificación que afrontó Austria después de ser ocupada por las cuatro potencias vencedoras, desde el poder de la época se creó la narrativa de que los austriacos „habían sido la primera víctima del nazismo“.

La historia oficial era que los nazis habían sido solo cuatro tíos muy malos que hablaban arrastrando las erres, que no daban una con los géneros de las palabras y llevaban botas altas y fusta, y que la población austriaca (un grupo de pacíficos campesinos vestidos para salir de extras en Sonrisas y Lágrimas) acojonadica viva, no había tenido más remedio que plegarse a los deseos de los malotes del recreo hasta que, al final, habían llegado los americanos, los rusos y los franceses (los que habían quedado, claro, en la Francia libre, que los de Petain también eran malísimos) y habían liberado a Austria del yugo pardo.

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La realidad, naturalmente, fue muchísimo, pero muchísimo más compleja.

Primero, porque los nazis se anexionaron un país, la pequeña, desgarrada y polarizadísima república austriaca, que vivía ya inmersa en su propia variante del fascismo y segundo porque la democracia, como forma de Gobierno, nunca terminó de arraigar en un territorio que, desde el final de la primera guerra mundial, había sido gobernado por las clases, de vocación autoritaria e innegablemente rancia, que habían formado también los cuadros directores de las postrimerías de la monarquía.

Hasta aquí, la Historia oficial.

Sin embargo, desde los años treinta del siglo pasado, se empezó a gestar una revolución que internet ha terminado por imponer: desde que los artilugios grabadores de imágenes están a disposición de la población, todos, usted, yo, la señora de la esquina, podemos almacenar la memoria de los hechos históricos que vivimos y, con ello, hacer que quien se detenga a examinar esa „intrahistoria“ esa „historia del día a día“ pueda darse cuenta de que la interpretación de los hechos más frecuente es demasiado simple, cuando no mentirosa.

La filmoteca austriaca, junto el Instituto Boltzman y el Museo del Holocausto de los Estados Unidos está embarcada en un proyecto apasionante: el salvar de la desaparición todos esos trozos de vida reunidos por cineastas aficionados durante el periodo de la dominación nazi en Austria (1938-1945).

En muchas ocasiones, se trata de materiales que los herederos de quienes los filmaron no pueden visionar y que, en muchos casos, por la descomposición química de las emulsiones del celuloide, desaparecerán en pocos años.

Son cincuenta películas que se pueden ver en este sitio de la filmoteca austriaca y que es una auténtica joya para aquellos que conocemos la ciudad y nos interesamos por su historia. Porque, junto a las películas digitalizadas, se pueden ver también un mapa de dónde fue tomada cada vista y, además, fotos de qué aspecto tienen esos lugares en la actualidad.

Las películas domésticas, esos trozos del pasado mudos y sin editar, y por lo tanto, lo más parecido que tenemos a ventanas al pasado sin mediatizar, hablan de una Viena que no se encontraba demasiado incómoda transformada, de capital del imperio, en una tranquila ciudad de la provincia de Ostmark (el nombre que los nazis le dieron a Austria).

Especialmente escalofriantes son las imágenes en color, en las que ciudadanos anónimos se paran (con más curiosidad que otra cosa, como si no fuera con ellos) ante los comercios judíos manchados con grafitis en los que se lee la palabra „Jude“ o se ven las manchas de pintura tiradas por los bárbaros. O la Ópera, el Hotel Imperial o la Ringstrasse decoradas con esvásticas, o la gente por la calle haciendo el saludo nazi.

Es inevitable hacer un juicio sobre esa gente que, en el fondo, como nosotros, pensaba que la vida no iba en serio.

La misión del pasado es enseñarnos cosas del presente de las que no nos damos cuenta. Si alguien, en el futuro, ve nuestras películas de Youtube o nuestras fotos en Instagram ¿Encontrará algo de lo que podamos avergonzarnos?

Las informationes de este artículo están sacadas de este, de la Smithsonian Institution.


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