6 consejos para mantener una relación sana con un austriaco/a

parejaHoy, en su faceta de servicio público, Viena Directo trata uno de los temas más demandados por sus lectores. Se admiten sugerencias.

3 de Enero.- Esto de Viena Directo, va por épocas. Épocas tengo en que me mandan muchos correos preguntándome por cosas de trabajo, épocas tengo en que no me llega ninguno, épocas tengo de psicóticos, que insisten, a pesar de que, lógicamente, no les contesto (tú y yo sabemos quién eres) y épocas, finalmente, en las que me siento una especie de Elena Francis cibernética (creo que para saber quién era doña Elena hay que tener una edad, pero también podría valer el consultorio aquel del Superpop y aquellos famosos artículos para enamoradas no correspondidas „cinco cosas que tienes que hacer para conseguir al chico que te gusta”).

Como escribo a diario, como he salido por „los masa media“ (la última vez ayer, en Cuatro) y hasta he grabado podcasts, la gente tiene la sensación de que me conoce mucho y a veces, me hacen el honor de su confianza contándome sus penas de amor.

Con este material, más la observación directa y unas gotas del poco sentido común que uno pueda tener, he aquí algunos consejillos para tener una relación sana con un aborígen de Esta Pequeña República:

El primer consejo es el de proveerse de cantidades industriales de paciencia. Puede parecer una obviedad pero, como ya hemos dicho muchas veces, una relación mixta (de jamón y queso) se enfrenta a muchos más inconvenientes que las relaciones normales. Así que hay que estar preparado para que surjan esos inconvenientes y procurar resistir la tentación de mandarlo todo a la porra al primer momento de que surja un inconveniente serio.

El segundo consejo es tener una base financiera estable y, sobre todo, propia. Determinadas relaciones consisten en que el austriaco ve a su novio/a extranjero/a como ese adorno de lujo definitivo con el que conquistar a sus amistades y demostrarles su poder adquisitivo. Si a esto le añadimos lo de „tú no trabajes, cariño ¿Para qué, si yo te mantengo?“ (esto, en las relaciones entre españoles y austriacos existe más de lo que pudiera pensarse, más teniendo en cuenta el enorme machismo aún latente en el inconsciente colectivo austriaco) o la propia pereza del expatriado a la hora de aprender el idioma y buscar trabajo, tenemos el cóctel perfecto para que se constituya una relación insana. O sea, esa que termina con el español apresado en unas circunstancias que no puede cambiar o que, cuando quiere cambiarlas, ya es demasiado tarde.

El tercer consejo es respetar cómo son ellos, clave imprescindible para que ellos nos respeten a nosotros tal como somos. Parece también una obviedad, pero hay una cierta cantidad de austriacos que entienden la integración como „asimilación“ y no. Lo ideal sería poder disfrutar de lo mejor de los dos mundos. O sea, la cocina fusión.Una relación sana tiene que ser de doble dirección y no estaría mal que, si uno asimila las tradiciones austriacas (tan bonitas, por cierto) la pareja también haga lo propio con algunas de las nuestras. Por ejemplo, la de regalar por reyes ¿Que el Christkind es majo? Pues también Melchor, Gaspar y Baltasar piensan que los „diamonds are a girl´s best friends“.

El cuarto consejo es tratar de evitar la ciclotimia. Es muy fácil que nuestra valoración del país y de nuestras propias circunstancias dependa mucho del estado, más o menos funcional, en el que nuestra relación se encuentre y que pasemos muy rápido también de la cresta de la ola (!Cómo mola Austria, qué me gustan los austriacos/as!) a exactamente lo contrario si resulta que Hannelore nos sale una suripanta (!Este país es una porquería, el mejor austriaco/a colgao de un pino!). Querido amigo: ni calvo ni tres Perrücken.

Quinto consejo: hablar, por el amor de Dios, hablar mucho. En el idioma en que se pueda, con las manos, con los pies, en la cama, en donde sea, pero hablar. El enemigo principal de una pareja mixta son los sobreentendidos que todos traemos de casa y que no son los sobreentendidos que trae nuestra pareja. Es frecuentísimo eso de „no, pero es que yo no lo dije porque pensaba…“. En esto, sí que es mejor las tres Perrücken, porque quedarse calvo es siempre peligroso. No sé si me explico.

Sexto consejo: no pedir nada que no estemos dando ya. Suele suceder que los españoles estamos tan obsesionados con que nos entiendan, con que nos quieran, con que nos acojan, que a veces corremos el peligro de que se nos olvide entender al otro (a la otra), querer (o sea, ser cariñoso) o acoger a la persona con la que vivimos o que la vida nos ha colocado al lado.

Estos seis consejos se me ocurren así, a bote pronto, pero estoy seguro de que a mis lectores probablemente se les ocurran algunos más. Se admiten ideas y sugerencias. Como siempre.


Publicado

en

por

Etiquetas:

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.