Un regalo de reyes desde Viena

libroHoy es día de recibir regalos y, como yo soy de dar regalos útiles, aquí dejo el que más útil me ha sido a mí a lo largo de mi vida. En España y en Austria. Überall.

6 de Enero.- Querida Ainara (*) : hoy es el día de Reyes y, aprovechando que cae en miércoles, quisiera, yo también, darte hoy mi regalo.

Es un regalo inmaterial, porque tú y yo vivimos muy lejos el uno del otro y regalarnos cosas sólidas cae fuera de nuestras posibilidades.

Durante los últimos días he estado en cama enfermo y, debido a la forzada inactividad, he estado leyendo mucho.

Me he reencontrado con un viejo amigo, el doctor Oliver Sacks.

Yo nunca le conocí -si esto era improbable, el año pasado, desgraciadamente, se convirtió en imposible- pero desde que, en mi adolescencia, leí „El hombre que confundió a su mujer con un sombrero“, el doctor Sacks me ha acompañado a lo largo de mi vida, hasta llegar a este punto, en donde soy un señor de cuarenta años cuya barba empieza a blanquear, y espero que me acompañe aún durante muchos años más.

Mis largas tardes de enfermedad las ha alegrado la autobiografía, en inglés, que el doctor Sacks publicó poco tiempo antes de morir. El libro llegó a mis manos porque, una tarde, entré en Thalía (famosa librería de Viena) buscando un regalo para un hombre joven y pensé que quizá el Doctor Sacks haría por él lo que, en los noventa del siglo pasado, hizo por mí. O sea, el convertirse en un compañero de viaje jovial, que le ayudase a observar la vida con una suerte de estoicismo cariñoso (la gente estoica, si solo es estoica, resulta a la larga un coñazo insoportable).

Como suele suceder, compré el libro para mi joven amigo y, al ratito, volví con un segundo ejemplar y, ante la asombrada mirada del cajero, que no debe de estar acostumbrado a que la gente compre libros por pares, como si fueran aguacates, me sentí en la obligación explicarme, que es una cosa que nos pasa mucho a los excéntricos cuando nos damos cuenta de que hemos hecho un Britney (Ups! I did it again) y hemos vuelto a hacer algo que poca gente hace:

-Este es para mí.

Aparte del placer adicional que supone el leer los libros en la lengua en la que fueron escritos, leyendo la autobiografía de Oliver Sacks, muy alejada de un recuento desapasionado de su paso por el mundo, he redescubierto lo que me gusta de él y, por ende, lo que me gusta de la mayoría de las personas que me gustan.

Probablemente, el doctor Sacks no fue el mejor científico de su época. Probablemente, como le sucede a todos los pioneros, se metió en más jardines de los que aconseja la prudencia, pero debió de ser sin duda uno de los más inquietos.

Soy un hombre curioso y me encanta la curiosidad ajena, porque me enseña cosas que a mí jamás se me hubieran ocurrido solo aprender o investigar . Otra cosa que me une al doctor Sacks es que tenía una enorme afinidad con las palabras y el lenguaje, casi te diría que, como nos pasa a tu padre y a mí, una especie de sinestesia. Para mí, las palabras tienen forma y peso, hay un placer suplementario y voluptuoso en pronunciarlas, en encontrar las redes que forman; algunas tienen color, tamaño, leo en las palabras de otros todo tipo de detalles (siempre creí que esto era normal, pero resulta que no es muy frecuente) y creo que, si por algún daño, perdiera esta capacidad, mi vida se volvería sensiblemente más pobre. Sacks era también un hombre muy gracioso y, como creo que soy yo, muy consciente de sus limitaciones o, por lo menos, que se veía asaltado de vez en cuando por dudas a propósito del valor de su trabajo.

Ainara, entender nuestras propias limitaciones, dudar de nosotros, es también entender las limitaciones de nuestros compañeros de viaje y aprender también a mirarlas con el cariño con el que el coleccionista puede apreciar el valor de una pieza única pero con una ligera tara.

Creo que el doctor Sacks, a pesar de los pesares, también era una persona bastante patosa, algo bocazas, pero afectiva,cariñosa y servicial. Con los años, yo he aprendido a esconder esto un poco también, o a que no se note por lo menos al principio porque me he dado cuenta de que la gente, si se da cuenta demasiado pronto de la espontánea inclinación asistencial de mi carácter, tienden o a no tomarsela en serio o a no apreciarla; y eso me pone triste, qué quieres que te diga.

Sin embargo, Ainara, mi regalo de reyes de este año va más allá de recomendarte que leas los libros del doctor Sacks.

Precisamente nadando plácidamente en la piscina de agua caliente de sus memorias, me he vuelto a sorprender pensando que el factor clave de la supervivencia (y del equilibrio emocional) de un niño que fue raro como yo fui y del adulto que soy ahora, radicó y radica aún poderosamente en eso: en la lectura.

Tu tío ha sido, es y será un lector empedernido (lo mismo que, como el doctor Sacks, también es un grafómano empedernido que puede escribir en los lugares más inverosímiles).

Para mí, leer es sobrevivir (o sea, sobre-vivir, „más vivir“ forzando el idioma) es acceder a la amistad de personas que, de otro modo, me habrían estado vetadas, es encontrar en otros seres humanos lo que yo soy o lo que aspiro a ser.

Cuando llegué a Viena, a Austria, la lectura de los pocos libros que pude traerme fue un anclaje firme a la vida y el hecho de no poder leer los que hoy leo, en alemán, una extraña añoranza, puesto que se dio sobre un paisaje lingüístico, una tradición literaria y un idioma que todavía no había explorado.

Así que lee, Ainara.

Te pueden pasar mil cosas en la vida (de hecho, te pasarán mil cosas en la vida porque la vida es así, afortunadamente) pero todas prodrás sobrellevarlas con un libro entre las manos. Quizá te toque, como a mí, abandonar tu país y tu lengua de nacimiento para aprender otros caminos (otras lenguas, otros países). Nunca perderás tu raíz. Porque tu patria serán los libros, como lo son la mía. Una patria anchísima, en la que reina la igualdad y la feliz certeza de que, lo que pasa hoy, pasó ayer y continuará pasándole a otro ser humano mientras haya seres humanos y si a alguien le pasó, y sobrevivió al suceso ¿Para qué angustiarse?

Felices reyes magos Ainara.

Besos de tu tío

(*) Ainara es la sobrina del autor


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