Desde Austria hasta España (y zurück), primera parte

el niño Gerardito (a lomos de la mula) junto con el cura que, en nuestro relato, se llama Don Procopio (la foto es del archivo del señor Gerhard).
el niño Gerardito (a lomos de la mula) junto con el cura que, en nuestro relato, se llama Don Procopio (la foto es del archivo del señor Gerhard).

Hoy empezarán mis lectores a enterarse de lo que estuve haciendo el viernes. Veremos hoy la primera parte de un reportaje sobre un vínculo entre España y Austria…

31 de Enero.-

La verdadera historia de cómo el niño Gerhard se cambió el nombre a Gerardo y de cómo el alemán es un idioma que, a poco que te descuidas, puede meterte en un lío gordo

España, gélido enero de 1950; café de malta y achicoria, canciones de Conchita Piquer en la radio. No me quieras tanto, ni llores por mí. No vale la pena que por mi cariño te pongas así. El nitrato de Chile, la Acción Católica. El país es la reserva espiritual de un occidente que intenta recuperarse de la pesadilla de la guerra mundial recién terminada.

El pueblo de Mora (Toledo) tiene un nuevo habitante.

Se trata de un niño austriaco, al que llamaremos Gerardo, el cual ha llegado a España a través de Pamplona unos días antes, el de su décimo cumpleaños.

Gerardo es un chavalín despierto, de perspicaces ojos azules, que no pierde comba de lo que sucede a su alrededor.

Las carambolas de un destino que comentaremos más adelante le han hecho aterrizar, desde su Innsbruck natal, en la casa del alcalde de Mora, Sr. Antonio Martín-Tesorero, antiguo alférez provisional durante la guerra civil, hombre de profundas convicciones y con unas dotes de organización notables.

A fuer de ser persona importante (una de las llamadas „fuerzas vivas“ junto con el cura y el cabo de la Guardia Civil) todo lo que ocurre en casa del Sr. Martín-Tesorero tiene gran importancia para los morachos (que así gustan de llamarse los habitantes de esta parte del mundo) y, en un tiempo en el que la presencia de extranjeros en España es un hecho bastante extraño, la del niño Gerardo en casa del alcalde levanta una enorme expectación.

Tanta, que le sientan en una sala a la vera de un brasero y casi todo el pueblo desfila para contemplar maravillado al nuevo miembro de la comunidad, el cual permanece quieto a la espera de acontecimientos.

Estos no tardan en producirse.

Al día siguiente de su llegada al pueblo, para el desayuno, la muchacha del cuerpo de casa le pone a Gerardo lo normal, o sea: un trozo de pan y un tazón de café con leche (al objeto de que el niño lo migue y se lo coma con una cucharilla).

Gerardo, que no está familiarizado con las costumbres españolas, piensa que se tiene que comer el pan tal cual y, pareciéndole muy seca la pitanza, pide en alemán „butter“ para acompañarlo.

La criada y la señora de la casa, presentes, no dan crédito a lo que están oyendo,y se santiguan.

Sanchopancesca, dice la criada:

– Mire usté, señora, que el angelito está diciendo „puta“ !Jesús, Maria y José! En Austria rubitos serán, pero vaya lengua que se gastan las criaturas.

Gerardo, pan en mano, mira alternativamente a la fámula y a la señora de la casa, la cual, al fin, toma una resolución:

-Angustias, vaya usted a buscar al señor cura, a ver si podemos hacer vida de este. Y tú, cuerpo -le dice al niño- cómete el pan que estás en ayunas y te vas a desmayar.

Se echa la criada a la calle y en dos patadas llega a casa del señor cura el cual, despues de dar la primera misa, está desayunando el galdosiano chocolate con picatostes.

Al relato de la criada, el páter levanta las cejas y, sin perder tiempo, se limpia la comisura de los labios con una servilleta, coge un voluminoso diccionario, se calza la teja y acompaña a la muchacha de vuelta a casa de los Martín-Tesorero.

Se da la circunstancia de que el sacerdote, llamémosle Don Procopio, germanófilo convencido (ahora menos, en razón al descalabro sufrido por el Eje en la última contienda mundial) aprendió alemán durante los primeros cuarenta, pensando que, si al final ganaba el führer de los alemanes, habría en la estepa rusa millones de almas endurecidas por el comunismo a las que convertir a la Fe Verdadera !Ya se veía don Procopio como Fernándo Fernán-Gómez en „La mies es mucha“, llevando al buen camino a los habitantes de la estepa arrancada de las garras del terror rojo!

Sin embargo, como todos sabemos no hubo tal y el alemán de Don Procopio quedó solo como refuerzo de su autoridad intelectual sobre las almas que pastoreaba (la moral, la tenía toda, dadas la época y las circunstancias).

Encontró el cura a Gerardito delante del tazón y del pan, obcecado en no comer. Por un momento, se preocupó el cura ¿Estaría haciendo huelga de hambre? (y ya se sabe lo que decía el caudillo de que „la huelga es la ley de la selva de las sociedades primitivas“).

Breve coloquio en alemán del cura con el niño, ante las dos maravilladas mujeres que no entienden cómo alguien pueda tener interés en aprender un idioma tan agreste.

Al final el cura, se echa a reir a carcajadas.

!Pobrecito! Si lo que está pidiendo es mantequilla, que en alemán se escribe „butter“-y lo pronuncia a la española-

Suspiran con alivio las dos mujeres.

-Ay, señor cura, pues aquí mantequilla poca. Ahora, aceite, toda la que quiera…

Y se preguntarán los lectores de Viena Directo ¿Y cómo llegó Gerardito desde Austria hasta España? Lo contaremos en el siguiente capítulo de esta tan interesante como verdadera historia.

NOTA DE LA REDACCIÓN: todo lo anterior es rigurosamente auténtico, menos las motivaciones de “Don Procopio” para aprender alemán, plausibles pero no comprobables y que por tanto he preferido novelar.


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