Entre los austriacos se han puesto de moda los ayunos complementados con tes y batidos ¿Qué tienen de verdad sus promesas?
27 de Febrero.- Probablemente, cuando mis lectores estén echándole un vistazo a este artículo, habrán terminado de comer, o se dispondrán a hacerlo. No es extraño, pues comer es una de las actividades más frecuentes que realizan los seres humanos en la Europa Occidental. De acuerdo a las posibilidades de cada uno (el que no come pizza, come langosta Thermidor) todos comemos. Y comemos un montón. Mucho más de lo que necesitamos de verdad.
Para el ser humano europeo, comer cuando se tiene hambre y, por consiguiente, calmarla, se ha convertido en algo tan natural como apretar un interruptor y que se encienda una bombilla o abrir un grifo y que salga un chorro de agua limpia y „bebestible“. Incluso nos entregamos a maratones de comer sin tener hambre, como las navidades o las bodas.
Todo esto, es muy nuevo (vamos, es que hay partes en el planeta en donde todavía no han llegado a esta novedad) pero la Historia de la Humanidad sobre este planeta ha estado marcada por el hambre. Nuestros antepasados estaban caninos la mayor parte del tiempo y solo unos pocos, los más ricos, los más poderosos, podían permitirse el lujo de estar gordos y hermosos.
La producción de comida era totalmente insuficiente para que alcanzase para todo el año al mismo nivel, así que, para estirar las provisiones, se inventó la cuaresma. Cuarenta días en los que se daba descanso a las despensas, en donde la gente se abstenía y maltrataba al cuerpo (al final se comían huevos porque no quedaba otra cosa antes de la cosecha, y de ahí los huevos de pascua en sus variantes). La cosa cuadraba, casualmente, con la moral judeocristiana de la purga de los pecados. O sea, el sufrimiento (en este caso el que producía la privación del alimento) que ayudaba a que el alma se hiciera mejor.
Como los tiempos han cambiado y cada vez menos personas son practicantes, la cosa del ayuno cuaresmal ha ido cayendo en desuso; sin embargo, cada vez más austriacos se gastan lo que no tienen en dietas de „desintoxicación“. La modalidad favorita son los batidos o tés. O sea, dejar de comer lo normal y sustituir la dieta por preparados que, presuntamente contienen todo lo que una persona necesita para sobrevivir, con las que no se pasa hambre (también presuntamente) pero que, al mismo tiempo ayudan al cuerpo a „desintoxicarse“ y eliminar las toxinas que nosotros, perversos, golosos o inconscientes, nos hemos echado a la andorga a base de suculentos bocatas de chistorra (o no menos suculentas y tóxicas Käsekrainer).
Los aborígenes pasan las de Caín, como sus abuelos antiguamente cuando comían espinacas y, cuando la moral flaquea, se piensa que, después de la dieta, quedará el hígado como el de un niño chico o se perderán los kilos de más.
¿Qué hay de verdad en todo esto? Pues la verdad es que las dietas y los tratamientos de desintoxicación son más „Wishful drinking“ que decía aquella (Carrie Fisher), que otra cosa. Porque todos, todos los días, twenty four seven, tenemos funcionando en el cuerpo unos estupendos desintoxicadores que se llaman hígado y riñones y, si estos desintoxicadores fracasan en la tarea de desintoxicarnos de todas las sustancias que nos metemos en el cuerpo, pues no hay tu tía, o sea, que nos morimos.
Dicho esto: ¿Son beneficiosas estas dietas? Pues en la medida en que reducen la ingesta calórica y la todos andamos necesitados de reducir, así en general, nuestra ingesta calórica (y cárnica) pues sí, son beneficiosas.
Pero Carlos I, cristianísimo monarca, también ayunaba por cuaresma y como, al terminar ese tiempo en el que las trabajadoras del sexo de pago andan por los rastrojos, se ponía ciego de capones y chorizos, pues también andaba baldado por la gota y el estreñimiento.
Con esto quiero decir que son beneficiosas en la medida en que sirvan para hacer borrón y cuenta nueva alimentaria.
Los médicos coinciden con la sabiduría popular en que lo mejor para adelgazar es la dieta del cucurucho (quien no tenga a mano alguien con quien froyarse puede conseguir el mismo resultado haciendo deporte de una manera constante y con conocimiento) y que lo mejor para evitar los tóxicos es, básicamente, no echárselos al cuerpo en forma de azúcares y demás. Ah, por cierto, y los batidos de frutas y los zumos que se compran no tienen nada de sanos. Se ha demostrado que las cantidades de azúcar que contienen son de por sí bastantes para producir diabetes. Aunque, qué caray, de algo hay que morir ¿Verdad?
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