El casi saliente “Bundespresi” ha investido hoy al nuevo canciller, Sr. Kern, y a sus nuevos cuatro ministros. El recién llegado ha demostrado que no tiene pelos en la lengua.
17 de Mayo.-Uno de los últimos descubrimientos del beaterio hispánico (particularmente de Juan Manuel de Prada, que lucha a brazo partido por convertirse en el escritor más capillitas de la cristiandad -desde el Concilio de Trento-) es el británico Chesterton.
No hay artículo de JM de P en los muchos (y sumamente píos) lugares en los que publica sus textos, que no contenga la cadena alfabética „ya decía Chesterton que…“, seguida de la ocurrencia de que se trate.
A este paso, se le (se les) va a acabar Chesterton y, cuando se les acabe, yo no sé de quién van a tirar. A lo mejor de Santo Tomás de Aquino, vista la inclinación de los escritores que se trabajan este nicho de mercado por la modernidad más rabiosa. En fin. A Chesterton no será fácil encontrarle sustituto, porque con él todo son ventajas. El británico producía muchas frases de almanaque, a lo Paulo Coelho, de esas que te caben en un meme de Facebook y era el único escritor medio legible del siglo XIX militantemente católico (!Británico, además!), cuyo ideario no se ha quedado más anticuado que la pavana que bailan todas las infantas difuntas.
Pero el humor de Chesterton, con ser medianamente ocurrente, no es más que una imitación de fogueo del que, de verdad, es el campeón de las citas del siglo XIX inglés y casi se diría que, junto con Chéspir y Cervantes de la Historia de la Literatura Occidental: me estoy refiriendo al tito Oscar (Wilde).
Como le pasaba a Verdi con sus primeras óperas, que se parecen mucho a esos popurrís que fabricaba Luis Cobos (y antes que él Waldo de los Ríos) Wilde armaba sus obras de teatro con citas ingeniosas que se le iban ocurriendo y que luego él iba encajando como le iba viniendo bien. Creo que es en El Abanico de Lady Windermere cuando una de las „personajas“ de la obra (divina, cultísima) dice de otro que sale enl la obra:
-Fulanito hará carrera. Tiene todas las virtudes que tiene que tener un político: habla como un liberal y actúa como un conservador.
Hoy, viendo por la tele la investidura del nuevo canciller austriaco, Sr. Kern, uno no podía evitar pensar que, si le hubiera visto el tito Oscar, hubiera reventado de satisfacción al ver hecho carne su ideal.
Es muy pronto para decir nada pero, después de laaaargos meses en los que la actividad de la cancillería de Esta Pequeña (pero salada) República hubiera podido describirse con la misma excitación con la que se describe un largo vaso de leche, parece que por fin ha llegado a canciller alguien algo menos translúcido que Faymann o que su antecesor, Gusembauer.
Por lo pronto, y siguiendo la misma táctica que en sus primeras semanas en los ferrocarriles austriacos, Kern ha dado una rueda de prensa en la que, junto al entomólogo más poderoso del país, el siempre facundo alcalde de Viena, Sr. Häupl, ha pintado un panorama de la situación actual de la socialdemocracia y de los negocios de la República que no deja lugar a dudas.
-Está la casa manga por hombro y, como nos descuidemos, nos dan una patada en el culo. Vamos, de hecho, puede ser hasta tarde para evitar que nos den la patada en el culo- ha venido a decir. Y ha descrito la situación de manera bastante precisa, creo yo.
Luego, sin nombrarle, le ha dado cera a su predecesor, Sr. Faymann, en un párrafo que merece ser citado:
-Si seguimos -los socialdemócratas, el Gobierno- con este proceder de aferrarnos al poder (Machtbesessenheit) y olvidarnos del futuro (Zukunftsvergessenheit) , en pocos meses habremos sido borrados del mapa -y luego ha dicho, sobre poco más o menos: como ciudadano, yo también estoy harto de escuchar,después de cada derrota, que hay que hablar con las bases, que hay que escuchar al pueblo y que hay que cambiar de rumbo y que luego no pase nada.
El mensaje, señora, está claro: el frotar, en Austria, se va a acabar.
Serio como un ajo, el nuevo canciller ha escuchado atentamente las preguntas de los periodistas y ha dicho que lo que él quiere es que cambie el ambiente (Stimmung) del país que, „al final del día“ (horroroso anglicismo, tomado del siempre grimoso business english) lo que tiene parada la economía es el desánimo (schlechte Laune) y que él quiere poner a la peña a producir para que se acabe el círculo vicioso del derrotismo.
También le han preguntado sobre si colaboraría con la ultraderecha y él (político de la escuela de Oscar Wilde, al fin y al cabo) no lo ha descartado pero ha dicho que él no trabaja con gente que incita al odio de inmigrantes y minorías.
-Y punto.
(Por cierto, el Partido Socialista Austriaco no ha dado a sus fieles ningún tipo de recomendación sobre a quién deben votar el domingo -llamativamente, en mi opinión- eso sí, tanto el neo-canciller como el alcalde de Viena han dicho que votarán a Van der Bellen).
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