Habla usted francés? (3)

El artículo de hoy empieza en la alta sociedad y sigue por el sexo de pago (en fino) hasta llegar a la opereta ¿Se puede pedir más?

28 de Mayo.- Es muy curioso que, desde que interrumpí esta serie de artículos, un galicismo que tocaría en este, se ha puesto de moda debido a las elecciones, se trata de Hautevolee, lo que en Baviera y aquí se ha llamado también Schickeria. O sea, la alta sociedad. El término salió a colación porque el candidato VdB se defendió de la acusación del candidato Hofer de que a él solo le votaba el pijerío. Naturalmente, el propósito de Hofer era lo de machacar otra vez en su idea fuerza de „Nosotros somos el pueblo y vosotros sois „la casta“. Nothing new under the sun.

Pero no nos preocuparemos de esto, sino que diremos que este Hautevolee, que uno se puede imaginar por ejemplo en una conversación entre Sisí y la bruja de su suegra (que se las tenían tiesas la una con la otra) es en realidad un francés de camelo, tanto como el inglés de camelo que decíamos antes cuando la gente salía a correr por la ciudad y a tragar humos y decíamos que estaban haciendo footing (ahora, este footing que a nosotros nos llegó por los pirineos ha sido desterrado por el running, que queda más molón) o cuando la gente se ponía traje negro con pajarita y nosotros decíamos que iban en smoking cuando, en los países angloparlantes, a ese traje de camarero sirviendo langostinos cocidos con mahonesa se le llama, todo el mundo lo sabe, tuxedo.

Volvamos al francés y a sus relaciones con el alemán.

Pero retrocedamos hasta la letra G del abecedario. En estos países de lengua extraña, el sueldo es el Gehalt, pero en determinados trabajos, como el de cómico o artista (y más si el cómico es famoso, como suelen serlo los americanos del norte) no se cobra un sueldo, sino que se cobra un Gage (pronnciado „gáshe“).

Hablando de Gage, no se sabe lo que cobra un gigoló por sus servicios prestados en horizontal pero la palabra y sus alrededores tienen una historia curiosa la cual, aunque sea detenerse un poco más de la cuenta, me gustaría contar. Según mis investigaciones,la palabra Gigoló nació a principios del siglo XX como respuesta a su equivalente femenina, gigolette, que era una manera fina de designar a las que ejercen el segundo oficio más antiguo del mundo (el primero, todo el mundo lo sabe, es el de los peleteros). Gigolette venía del verbo giguer (algo así como bailar) que era lo que hacían las muchachas oficialmente (lo que en las pelis de Lina Morgan y en el Cine de Barrio se llamaba „dedicarse al descorche“).

La palabra Gigoló tiene, además, una conexión curiosa con Austria. Todos mis lectores conocerán la canción de Louis Prima „Just a Gigoló“ (por cierto, también la cantó Marlene Dietrich en su útima película que se llamaba así también y en la que el gigoló era David Bowie). Pues bien: Just a Gigoló es una versión de un schlagger alemán que se llama „Schöner Gigoló, armer Gigoló“. El texto de la canción se escribió en 1924, nada más y nada menos que en el Hotel Adlon de Berlín (!Me apasionan estas historias!). El hotel Adlon era el equivalente berlinés del Park Hotel Schönbrunn, que era donde el káiser alemán alojaba a sus invitados y, por extensión, donde se alojaban todos los que pertenecían o querían pertenecer a la Hautevolee de la época.

El autor de la letra alemana de Just a Gigoló fue un austriaco (luego, cuando pasó lo pasó con el imperio, se hizo checo), Julius Brammer, el cual, por cierto, tiene calle en Viena, en Hitzing (no podía ser de otra forma, se llama Brammergasse). La letra original trataba de la historia de un oficial imperial que, al no poder dedicarse a las armas en aquellos tiempos tan convulsos (la primera república austriaca y la de Weimar en Alemania) no tenía otro remedio que rentabilizar su prestancia y su uniforme acompañando a señoras que tenían el jardín muy rebonito, pero que no tenían quien se lo regase y lo tenían muy sequito.

Julius Brammer fue el autor de una opereta, estrenada en 1924, que fue un jitazo y que todavía se sigue reponiendo en Austria, la Gräfin Maritza (o La Condesa Maritza). De vez en cuando, la ORF sigue „echando“ la versión para televisión que se hizo en 1974 con René Kollo y Dagmar Koller, entonces ambos en la flor de la vida (hoy, los dos siguen funcionando aunque, sobre todo, de chapa y pintura más deteriorados como es lógico).

Y con esta historia llegamos al final del artículo de hoy, que nos ha llevado por paisajes de lo más imprevisto (sobre todo a mí, que no tenía ni idea de todas estas cosas antes de empezar a escribirlo).


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