Planificación por objetivos

Say it loudLos atentados recientes de Francia y de Alemania han tenido su reflejo en la política interior austriaca. Quizá convendría reflexionar al respecto.

26 de Julio.- Durante estos días, como todos mis lectores saben (por desgracia) Europa ha padecido una serie de atentados de signo islamista los cuales, aunque han sucedido en Francia y en Alemania, han tenido también su reflejo en la política interna austriaca (y es, por ese reflejo, por el que vienen estos atentados a parar a Viena Directo).

Hoy, al conocerse las terribles circunstancias del sacerdote francés, Strache, líder de la ultraderecha austriaca, se ha apresurado a escribir en su cuenta de Facebook que se trataba, lo mismo que el atentado de Alemania del otro día, de las consecuencias de „una política irresponsable“. Asimismo, el grupo de extrema derecha autodenominado „identitarios“ han anunciado una manifestación para mañana, en „airado“ recuerdo de las víctimas de los atentados y, del mismo modo, han enlazado los actuales sucesos con la política de asilo que Europa ha venido llevando a cabo en los últimos dieciocho meses con las personas que huyen de la guerra de Siria (y alrededores).

Para mí, estos dos hechos son la demostración palpable (y muy inquietante) de que los terroristas están consiguiendo sus objetivos. Paso a explicarme.

Yo creo que, para evaluar los atentados habría que abrir un poco el círculo y preguntarse por qué se producen precisamente ahora.

Yo creo que hay varias respuestas a esta pregunta: en primer lugar, porque los terroristas, mediante los atentados, pretenden crear un clima de inseguridad y, eventualmente, de histeria colectiva en las sociedades occidentales, al objeto, obviamente, de levantar una ficción de fuerza y de invencibilidad que, obviamente, es eso: una ficción. Visto de este modo, los atentados, protagonizados sobre todo por pobres diablos (el de Alemania, por ejemplo, era un tipo que había estado en tratamiento psiquiátrico) obrarían como una especie de inyección de moral para unos combatientes (en Siria, en Afganistán y en alrededores) que últimamente deben de andar bastante faltos de ella, debido a los éxitos de la alianza occidental que combate en Siria.

Es obvio que los terroristas, hasta ahora, obedecían a un perfil muy definido de personas en los límites de la sociedad, ansiosos de notoriedad.

(Es por esto también que yo creo que debería de haber un consenso en toda la prensa europea para informar lo más friamente posible a propósito de las salvajadas de estos días; no solo por evitar el morbo, sino también para evitar que surjan lo que los americanos llaman „copycats“ ).

Por otro lado, existe también, estoy seguro, el deseo de venganza de los terroristas hacia los refugiados.

Los islamistas ven a los refugiados como traidores a su causa y, obviamente, persiguen el mismo objetivo que los ultraderechistas y es el de que se asocie a los refugiados al terrorismo.

Para los islamistas, sería un éxito total que las sociedades europeas en su conjunto adoptasen las tesis de la ultraderecha, por dos motivos: en primer lugar, habrían conseguido su objetivo de que veamos a cada persona procedente de Oriente Medio como „el enemigo“; de otra parte, piensan ellos, habría algunos que, viéndose rechazados por las sociedades europeas quizá „retornarían al redil“ (por no hablar del golpe propagandístico que supondría el verse confirmados en su tesis, a todas luces propagandística, de que Occidente es „el mal“, „el infiel“, „el enemigo del Islam“).

En último lugar, y no menos importante, los islamistas confían en crear un clima de opinión en las sociedades occidentales que asocie la intervención en la guerra de Siria con el aumento del terrorismo islamista y que, por lo tanto, las sociedades occidentales presionen a sus gobiernos para que dejen de intervenir en la región.

Y sin embargo, la causa principal del terrorismo islamista (en Europa y en Oriente Medio) no es en ningún caso la presencia de refugiados, los cuales, precisamente (y es bueno recordarlo) huyen en su inmensa y abrumadora mayoría de ese terror; sino la guerra misma. Las democracias occidentales tienen el deber de no dejarse llevar por el pánico y el deber de concentrarse en pacificar Siria y, obviamente, utilizar todos los medios que un estado de derecho proporciona para luchar contra los terroristas que no son, ni mucho menos, invencibles.


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