Parole, parole

palabras¿No se entiende usted con sus convecinos austriacos? No se preocupe. Probablemente no es culpa suya. La ciencia tiene la respuesta.

21 de Septiembre.- Hoy he leído en el diario español El País una información que viene a confirmar una cosa que yo he sospechado siempre, y es que existe una incompatibilidad básica, biológica, entre los ciudadanos nativos que viven en este país y los extranjeros que hemos venido a él después, de mayores.

La noticia contaba que, según un estudio publicado en una revista científica especializada, Trends in Cognitive Sciences, pensamos de manera diferente y aplicamos diferentes soluciones a problemas si lo hacemos en nuestra lengua materna o si lo hacemos en una lengua aprendida.

Las conclusiones venían a decir que, en la lengua aprendida, somos muchísimo más racionales (con lo bueno y con lo malo que ello implica) que en la lengua materna, ya que se favorece precisamente el tener que pensar dos veces las cosas y se elimina un componente emocional que entorpece las decisiones o que, con mucha frecuencia, nos lleva a errores de apreciación.

Es esta una realidad con la que, prácticamente sin excepción, nos enfrentamos todos aquellos cuya vida se desarrolla en una lengua que no es la nuestra de nacimiento y que es especialmente patente en las relaciones de pareja. Según mi experiencia, la parte extranjera tiende siempre a dar respuestas mucho más razonables (racionales) a los problemas que la parte nativa y quizá sea también este el núcleo profundo, tan difícil de eliminar, de la incomunicación que siempre existe entre los cónyuges con distinto idioma nativo (aunque también hay que decir que en esto no hay recetas mágicas y que también hay parejas que eligen un terreno lingüístico neutral, como por ejemplo el inglés, y se llevan como el perro y el gato).

El estudio sugiere que en el cerebro de los individuos bilingües convivirían dos sistemas: el Sistema 1, o sea, aquel cuyo “sistema operativo” sería la lengua materna, en donde las reacciones serían más rápidas (por lo tanto, menos meditadas) y en donde desempeñaría la emoción un papel fundamental. Por otro, el Sistema 2, que funcionaría en la lengua aprendida, y en donde se maximizaría el beneficio en conjunto y perdería importancia el factor emocional o afectivo (y, por lo tanto, también, una cierta parte del componente ético de las cuestiones).

Un asunto muy revelador a este respecto es lo que sucede con los insultos: si a uno nos llaman “hijo de puta” (por poner un insulto de calibre grueso) en nuestra lengua, podemos tener tentaciones de partirle la jeta al que así nos moteje. En cambio yo no conozco a ningún español que adopte una actitud así cuando se le insulta en alemán. También sería la explicación de que, para nosotros, las palabrotas en alemán son prácticamente inócuas y hay una parte de nuestro cerebro que no puede entender por qué los nativos se escandalizan tanto si, acudiendo al mismo ejemplo, decimos “Hurenson” o “scheisse” .

Leyeno el artículo me han venido instantaneamente a la cabeza multitud de situaciones que llevo vistas y vividas en los once años que llevo en Austria. Esta podría ser también la explicación de lo que yo siempre he llamado “la falta de peso” de la vida en Austria, sobre todo al principio. Una sensación sedante, como de que no todo es realmente auténtico, sensación a la que muchos inmigrantes se vuelven adictos. Sus efectos, quizá relacionados con este contexto idiomático, son muy parecidos a los del Prozac, ya que descarga los acontecimientos de la vida de tintes emocionales. Los inmigrantes adictos a esta ingravidez, en cuanto sienten que están echando raíces en un lugar y sienten, por lo tanto que la realidad se vuelve tan “real” como en sus países de origen, se ven acometidos por la necesidad de moverse, de irse, de escapar. Todos conocemos a gente así, que no para más de dos años en un sitio.

Seguramente, cuando terminen de leer este artículo, a mis lectores que vivan fuera de sus países de origen se les pueden ocurrir múltipleas manifestaciones de este hecho. Pónganlas en los comentarios, no se corten.


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