De cómo se fundó Viena (Directo), primera parte

romaDentro de exactamente diez días, Viena Directo cumplirá diez años de existencia.Remontémonos, sin embargo, algo más lejos.

Para celebrar este acontecimiento, empiezo hoy una serie de artículos en los que los lectores van a saber muchas cosas que, hasta ahora han estado al alcance de muy pocos.

24 de Septiembre.- Hace 2003 años, un grupo de soldados romanos iba a caballo por una zona boscosa y más bien parecida a una ciénaga.

Hay diferentes versiones de cuándo, pero yo me imagino que debía de ser un día de finales de principios de la primavera, quizá marzo, a eso de la hora de comer. Los soldados debían de llevar con ellos a un aborígen que, por dinero, les servía de intérprete.

Al llegar a un claro de la vegetación, cerca del lugar en donde la ciénaga se convertía en un riachuelo poblado de cangrejos y de humildes pescados de río con los que, de vez en cuando, los lugareños saciaban su hambre canina y consuetudinaria, los soldados, que quizá maldecían al destino que les había mandado a aquel sitio infestado de mosquitos, en las fronteras del mundo conocido y recordaban con nostalgia el vino de Italia o las putas morenas, de caderas anchas y rotundas, procedentes de las provincias orientales, debieron de encontranse con un tipo bastante piojoso y probablemente con pocas luces, el cual miraba con aspecto ausente cómo pastaban algunas escuálidas cabezas de ganado.

Como debían de ir algo perdidos, debieron de decirle al aborígen que le preguntara al pastor en dónde estaban. Se aprestó a obedecer el aborígen y, llegándose a donde estaba el tipo piojoso, con el algo de superioridad que da saber que se tiene el chusco asegurado, le dijo:

Dechantlacke

Guten Morgen.

A lo que el otro, le contestó:

Servus, Morgen -a partir de aquí, mis lectores podrán disfrutar con la versión doblada de este incidente que cambiaría la Historia de esta parte del mundo: muy buenas ¿Qué se le ofrece?

-Aquí, estos amigos, los de la armadura y plumero en la cabeza, que están más perdidos que Donaldus Trumpus en una biblioteca y quisieran saber en dónde se encuentran.

-Pues están en los predios de mi jefe, como es natural.

-Ah, vale ¿Y cuál es la gracia de ese jefe tuyo?

-Pues se llama Vindo.

Se rascó la coronilla el intérprete:

-¿Vindo algo?

-Quiá. Vindo a secas.

-Ah, padrísimo -el intérprete debía de tener, por lo que se colige, raíces latinoamericanas.

Emprendió de nuevo el aborígen hacia donde estaban los soldados romanos, los cuales, envueltos en sus capotes de lana, empezaban ya a impacientarse.

-¿Y bién? ¿Qué es lo que te ha dicho el piojoso aquel?

-Pues que estamos en los predios de un tal Vindo, señor.

-Ah, cóñibus. Acabáramos.

A lo que otro soldado, con aún menos luces que el pastor, le dijo al que, entre los romanos, parecía llevar la voz canora:

-Y cuando el centurión nos pregunte que dónde hemos estado todo este rato ¿Qué le diremos?

-Pues pareces imbécil, Caius Hemorróidicus. Le diremos que hemos estado en las tierras de Vindo. O sea, en Vindobona.

-Ah.

De alguna manera, consiguieron los soldados llegar a su base y cuando le contaron a su decurión que habían estado en los predios de Vindo, y que allí había agua y cangrejos (debieron, además, de adobar el relato con alguna mentirijilla que otra, como que habían visto oro o nativas pechugonas) el decurión pensó que los predios del tal Vindo eran ideales para ser expropiados en menos de lo que se chupa un espárrago hervido (esta del espárrago era una expresión famosa del emperador Augusto, el cual moriría envenenado por su esposa Livia, algunos meses más tarde). Al oir lo de la expropiación, Caius Hemorróidicus no las tuvo todas consigo:

-¿Así? ¿Sin más?

-!Naturalmente! Nosotros somos romanos y estos son bárbaros salvajes que no saben dónde tienen la mano derecha. Además, si no le exrpopio sus bienes ¿Me quiéres decir dónde cojónibus voy a fundar el erste Bezirk?

-No, claro, eso sí.

-Pues eso.

(continuará)


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